Imaginario de Ibiza

La inevitable presencia del Cap Nunó

La herencia más visible de Nunó Sanç, uno de los tres conquistadores de Ibiza en el siglo XIII, junto a Guillem de Montgrí y Pere de Portugal, es el topónimo que bautiza este imponente cabo de es Amunts, que se vislumbra desde buena parte de la isla

El Cap Nunó es una elevación de 258 metros, con una abrupta caída al mar.

El Cap Nunó es una elevación de 258 metros, con una abrupta caída al mar. / xescu prats

Xescu Prats

Un optimista es aquel que es forzado a subir a un árbol porque un león le persigue, pero que disfruta del paisaje. (Walter Winchell)

En la localidad francesa de Cabestany, cerca de Perpiñán y del estanque Canet-en-Roussillon, a unos treinta kilómetros del paso fronterizo de la Junquera, aguardan las ruinas de la Encomienda de Bajoles. Construida en el siglo XII, se dice que fue el mayor y más antiguo convento de la Orden de San Juan de Jerusalén, cuyos monjes empeñaban su vida en la protección de los peregrinos que viajaban a Tierra Santa y que acabaron conformando un poderoso ejército durante la Edad Media. En el siglo XVII, el cenobio fue arrasado por completo por el ejército de Luis XIV, el Rey Sol, y ya no quedó rastro del monumento hasta que, a finales del siglo XX, los arqueólogos desenterraron sus restos, pudiendo reconstruir sus trazas.

Aunque es poco conocido, este rincón perdido de la comarca histórica del Rosellón mantiene un estrecho vínculo con la historia de Ibiza: en la abadía fue sepultado el conde Nunó Sanç, también llamado Nuño Sánchez (1190-1241), que conquistó Ibiza en nombre del rey Jaume I, junto a Guillem de Montgrí y Pere de Portugal. Ocurrió en 1235 y como recompensa se le concedió uno de los cuartones en que fue dividido el territorio insular: Portmany.

Guillem de Montgrí, arzobispo de Tarragona, aportó la mitad de las tropas que desembarcaron en las Pitiusas para echar a los musulmanes. Su figura es recordada permanentemente gracias al monumento que existe en la Plaça d’Espanya, en el mirador situado al este del convento de los dominicos de Dalt Vila, y que reproduce su sepulcro en la Catedral de Girona. De Sanç, por su parte, trajo consigo la cuarta parte del ejército conquistador, pero apenas queda rastro de su presencia, con una llamativa excepción: el topónimo omnipresente que le rinde homenaje, pues se contempla desde casi todos los rincones de la bahía de Portmany, buena parte de la costa de poniente de Ibiza y también desde algunas atalayas del interior.

El Cap Nunó, mal llamado ‘Nonó’, constituye una elevación de 258 metros, con una abrupta caída al mar. Desde la distancia, su extremo pétreo recuerda a la cabeza de una tortuga, con su caparazón verde que se eleva en pleno territorio de es Amunts, cubierta de pinos.

Desde la lejanía, la verticalidad de sus precipicios contrasta con los estratos diagonales de la zona de sa Galera, muy cercana. En su cúspide aguarda uno de los 33 vértices geodésicos que existen en el archipiélago pitiuso y en la ladera aún pueden hallarse restos de los mojones que marcaban la frontera entre el Quartó de Portmany y el de Balansat.

A pesar de que la tumba de Nunó Sanç ha quedado enterrada entre los escombros de la Edad Media, el imponente cabo sigue rindiéndole homenaje, casi 800 años después.

MÉTAFORA DE ES AMUNTS

Dejando al margen los islotes que envuelven Ibiza y que componen los elementos más característicos de su paisaje costero, el Cap Nunó representa, sin duda, uno de los accidentes geográficos más destacados de la isla. Pero, además, su condición abrupta, donde roca y pinos se funden sin que apenas se detecte presencia humana, constituye la perfecta metáfora de es Amunts. Esta extensa franja territorial, que ocupa aproximadamente la cuarta parte de la superficie de Ibiza, arranca casi en el propio cabo, en las inmediaciones de Cala Salada, y se extiende por toda la costa norte hasta alcanzar el lado este de la isla, en la playa de s’Aigua Blanca. 

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