Coses nostres

El color en los octópodos

Los pulpos son los moluscos más estudiados del mundo por sus muestras de inteligencia, sus cambios de color y sus enigmas aún no resueltos. La especie ‘Octopus vulgaris’ es abundante en el litoral pitiuso 

Pulpo común fotografiado en s’Espartar.

Pulpo común fotografiado en s’Espartar. / Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

Observar a los pulpos en su hábitat es como descubrir seres extraterrestres. Aprendes primero a identificar sus guaridas –siempre rodeadas de conchas, de las caracolas que se ha comido, y de piedras– y, al acercarte, sueles ver a su habitante en el interior, asomando sus dos ojos saltones, con sus curiosas pupilas como ventanas de una nave espacial que se acerca a un agujero negro. A veces los ves desplegando sus tentáculos hacia el exterior y salir, despacio, de su cueva. Si te acercas, antes de decidir huir, el pulpo cambia de color, intensifica sus tonos y su piel lisa empieza a formar arrugas y pequeños cuernos sobre los ojos; los pulpos cambian de forma, de color y hasta la textura de su piel. 

La piel de los pulpos (y de la mayoría de los cefalópodos) está formada por una serie de capas y una de ellas contiene unas células llamadas cromatóforos, cada uno de ellos de un solo color. Y por un complejo mecanismo en el que intervienen músculos y células reflectantes, los pulpos son capaces de activar los cromatóforos según el color deseado. Es una versión muy resumida de una capacidad extraordinaria en unos animales fascinantes que poseen tres corazones, neuronas en unos tentáculos hipersensibles y versátiles y una inteligencia adaptativa que ha llamado la atención de muchos investigadores a lo largo del mundo; resuelven acertijos, abren frascos y escapan de los acuarios de formas sorprendentes. 

De entre todos los moluscos marinos, los cefalópodos –los que evolucionaron para perder la concha (excepto nautilus y argonautas, que aún la conservan externa)– resultan los más sorprendentes y complejos: el pulpo (Octopus vulgaris), la sepia común (Sepia officinalis), la sepia elegante (Sepia elegans), el calamar (Loligo vulgaris) y pequeñas sepias de menos de cinco centímetros del género Sepiola son todos cefalópodos presentes y comunes en aguas de las islas, además del pulpón o polp trobiguera (Octopus o Callistoctopus macropus), mucho menos abundante que el pulpo común, de hábitos nocturnos e incluido en la lista de especies protegidas de Baleares. Estas especies son propias de las comunidades de plataforma, pero también han sido citadas otras especies pelágicas o de áreas más profundas. 

El pulpo común, a pesar de su abundancia, también sufre los desequilibrios de la degradación y pérdida de hábitats y la contaminación de los mares. El elevado consumo humano también tiene precio para este ser inteligente y muchos países se plantean el desarrollo de la cría en cautividad, una actividad que durante años ha frenado la elevada mortalidad de las larvas en cautiverio, un problema que diversas investigaciones prometen sortear. A esos pulpos se les alimentaría con grandes cantidades de peces, provocando un nuevo impacto ecológico. Y sin olvidar los problemas éticos que se derivan de la cría en cautividad, en condiciones muy distintas a su vida en libertad, de un ser inteligente como el pulpo. En 2019, ya científicos de Australia, Estados Unidos y España, ante el aumento de la demanda mundial de pulpos, se unieron para publicar un artículo en Issues in Science and Technology en el que advertían de los graves impactos de esta acuicultura del pulpo tanto por lo que respecta al bienestar animal como por lo que se refiere a la salud de los mares. 

[object Object]

LO QUE EL PULPO ME ENSEÑÓ

En el galardonado documental 'Lo que el pulpo me enseñó' la voz en off de Craig Foster nos dice: "Mucha gente dice que un pulpo es como un extraterrestre. Pero lo extraño es que, a medida que te acercas más a ellos, te das cuenta de que somos muy similares en muchos aspectos".

Suscríbete para seguir leyendo