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Coses nostres

La memoria de las piedras

La primera fase de la restauración del complejo industrial de sa Sal Rossa ha permitido descubrir la belleza de la plaza empedrada que los obreros construyeron en el siglo XVI para aislar la sal del suelo 

Parte del tramo de la plaza restaurado el año pasado y el muelle de sa Sal Rossa. CAT

Era una gran plaza de 6.000 metros cuadrados que formaba parte de todo un conjunto que incluía la torre de sa Sal Rossa, aljibes y el embarcadero hoy reducido a una línea de rocas que se adentran en el mar en paralelo a la línea de casetas varadero. Y lo más extraordinario de esta plazoleta empedrada –entre todos sus detalles interesantes– es la forma en la que sus constructores optaron por un proyecto al mismo tiempo bello y práctico, ya que si bien su función era crear una base para aislar la sal del suelo y amontonarla, los cantos rodados que se emplearon fueron dispuestos formando figuras como estrellas, aspas y cuadrados. 

Hay que situarse en la época, porque este gran proyecto se construyó en el mismo momento en el que se levantaban las murallas de Vila, en el siglo XVI. Así que mientras unos obreros se afanaban en sacar piedra marès para los baluartes en ses Illes Negres, con el temor constante a los ataques piratas, otros recogían cantos rodados en es Codolar y los trasladaban, probablemente también por mar, hasta la Xanga. 

Un tramo de esta plazoleta, que muestra un dibujo diferente, era usada para preparar y salar los atunes de las almadrabas cercanas. Al menos eso parece indicar la existencia de canalizaciones y desagües. Y así lo explica Josep Garí, uno de los tres socios de la empresa Posidonia (junto a Ricard Marlasca y María José Escandell), a la que el Ayuntamiento de Sant Josep ha encargado el estudio y la restauración de este conjunto industrial. 

UN LUGAR ÚNICO 

El complejo industrial del que forma parte la plaza empedrada es calificado por Josep Garí como «un conjunto único en Balears». A pesar de que la industria para la que fue creado –la extracción de la sal y la pesca con almadrabas– se remonta a la época fenicio-púnica, este proyecto se ejecutó en el siglo XVI.

El mar se ha tragado más de mil metros y pico de la plaza, de forma que parece acabar justo sobre las rocas, como una esmerada terraza suspendida sobre el agua y los montones de posidonia seca. Además, parte de ella –bastante bien conservada– se halla dentro de los jardines de las casas y otro tramo conforma lo que los ibicencos siempre han denominado, erróneamente, camino romano. De momento, en una primera fase de la restauración se han recuperado unos 250 metros cuadrados de empedrado, que ahora luce los dibujos que los obreros de cinco siglos atrás formaron con los cantos rodados. En el camino también se ha intervenido; sobre todo se ha tapado un gran agujero que había en el centro. Señala Garí que el mayor desgaste de este tramo se ha producido en las últimas dos décadas, con el paso frecuente de vehículos, y por eso el Ayuntamiento ha cerrado ahora el acceso rodado a la costa. 

Es un complejo industrial único en Balears

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El próximo paso en la restauración será la consolidación de los tramos que se destaparon el año pasado. Y un auténtico reto; el estudio y documentación del antiguo muelle del carregador de la sal, es mollet de sa Sal Rossa, que aún estaba en pie en los años 50 y del que ahora sólo queda una línea discontinua de rocas y piezas que debieron ser restos de ruinas reutilizadas para esta construcción. La intención del equipo de especialistas en arqueología y restauración de patrimonio es investigar esas piezas, intentar solucionar el rompecabezas que hoy representan y analizar la viabilidad de la restauración del muelle. Si sacar a la luz y recomponer, con paciencia, los dibujos de cantos rodados ya parecía un trabajo complejo, siempre puede complicarse más. 

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