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Dominical | Reportaje

Crónica de la invasión involuntaria de serpientes en Ibiza

La primera serpiente documentada en la isla de Ibiza fue un ejemplar de culebra de herradura retirado por los agentes de Medio Ambiente en Port des Torrent en el año 2003. Ese mismo año se averiguó que los ofidios llegaban en los olivos comprados en la Península, pero, 18 años después, sigue sin controlarse la entrada de árboles. 

Ejemplar adulto de serpiente de escalera.

A veces hay que buscar culpables. En política se llaman responsables. A veces hay que buscar las causas y las responsabilidades más allá de lo que se ve a simple vista. En el caso de la invasión de serpientes que amenaza la supervivencia de las lagartijas endémicas de Ibiza, Formentera y sus islotes, es necesario hacerlo más allá de las culebras que, en realidad, sólo han hecho lo que la naturaleza espera de ellas. 

Todo empezó en el año 2003. Ese es el año cero. El 17 de mayo, agentes de Medio Ambiente retiraron la primera serpiente en Ibiza, un ejemplar de culebra de herradura hallado en Port des Torrent. El jardinero que dio el aviso explicó a los agentes que el animal había salido de un olivo cuando estaba regando los árboles con una mangera. Los olivos de la plantación, añadió, habían llegado de Andalucía. Es decir, desde el primer caso, la llegada de serpientes a la isla pudo relacionarse con la entrada de árboles para decorar jardines; con el tiempo, la hipótesis se confirmaría hasta el punto de que han llegado a colocarse trampas en los alrededores de determinadas empresas de jardinería y viveros que se consideran epicentro de la invasión, la primera de ellas situada en la carretera de Sant Llorenç. En el segundo informe remitido desde Ibiza al Govern balear ya se situaba el origen principal de la expansión en una zona central de la isla, un triángulo comprendido entre Santa Gertrudis, Sant Llorenç y Santa Eulària. 

Lagartija en es Codolar. CAT

Catorce días después del primer ofidio, aparecía un segundo ejemplar, esta vez una culebra de escalera. Otras tres serían retiradas ese mismo año; dos atropelladas, ya muertas, y tres vivas; dos en el municipio de Sant Josep y el resto en Santa Eulària. Y así comienza la crónica de la invasión. A partir de ese momento, los avisos a los agentes a través del 112 aumentaron año tras año de una forma exponencial, tanto que hoy ha dejado de tener sentido evaluar con cifras de intervenciones el constante trabajo que se realiza; la convivencia con las serpientes se ha normalizado tanto que en Medio Ambiente son conscientes de que, en las áreas más afectadas, los vecinos ya no avisan si las ven y, probablemente, las estén matando directamente. 

Lo cierto, sin embargo, es que desde el año en el que se hallaron las primeras cinco, el riesgo de que las islas podían enfrentarse a su mayor reto biológico fue evidente

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Desde las instituciones, se valora la progresión de la expansión de las serpientes desde el año 2010, como si la magnitud del problema se hubiera detectado entonces. Lo cierto, sin embargo, es que desde el año en el que se hallaron las primeras cinco, el riesgo de que las islas podían enfrentarse a su mayor reto biológico fue evidente. A pesar de ello, hasta el año 2014 no se instalaron las primeras trampas para cazar serpientes –y llegar a la eficacia de las actuales ha sido todo un proceso de aprendizaje, de prueba y error– y el control de los árboles en los que llegan estas involuntarias invasoras no se ha llevado a cabo jamás. El gran error, opinan expertos que participan hoy o han participado de alguna manera en la lucha contra las serpientes, fue que en la primera década el nivel de capturas fue muy bajo. En la conselleria balear de Medio Ambiente no supieron ver la gravedad de la invasión ni posibilidades de atajarla, y el comentario más repetido en las reuniones que se llevaban a cabo sobre especies invasoras era que «en Ibiza tendrán que aprender a convivir con ellas». Lo cierto es que también en Mallorca van a tener que enfrentarse a la misma especie que mayoritariamente está acabando con las lagartijas pitiusas, porque la serpiente de herradura ya ha llegado incluso a la Serra de Tramuntana. 

Lagartija en ses Salines. CAT

HASTA EL AÑO 2014 NO SE COLOCÓ LA PRIMERA TRAMPA CONTRA LOS OFIDIOS INVASORES

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Si en el año 2014 se puso la primera trampa en Ibiza, los dos años siguientes fueron tan importantes en esta campaña que, a juicio de los expertos, se consiguió al menos frenar la expansión en la isla de Formentera. Todo ello a pesar de que también las trampas –y sus mejoras– fueron apuestas personales de unos pocos que encontraron oposición de políticos e incluso de funcionarios de las dos administraciones que más debían lanzarse a una acción decidida y firme, el Consell de Ibiza y el Govern balear. Conseguir presupuesto para luchar contra especies invasoras y para conservación medioambiental no ha sido nunca sencillo; un ayuntamiento ha llegado a gastar más dinero en un olivo centenario para un jardín –precisamente un olivo– que en contribuir económicamemte a la causa de la lagartija pitiusa. Esta guerra tiene muchos frentes y no todos están en el campo; muchas batallas se han dirimido en los despachos.

Esta guerra tiene muchos frentes y no todos están en el campo; muchas batallas se han dirimido en los despachos.

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Mientras tanto, el control de la entrada de los olivos que han ejercido de caballos de Troya, y que algunos técnicos han solicitado casi desde el inicio, sigue siendo el blindaje pendiente. Esta medida no es sencilla, ya que su ejecución, al tratarse del control de entrada en puertos, va más allá de la competencia de las instituciones locales y autonómicas. Otra posibilidad, más sencilla, sería el control privado, que fueran las propias empresas que traen a la isla los árboles las que decidieran realizar moratorias y no trasladar ejemplares durante los meses más críticos, cuando las serpientes hibernan, pero ni se ha solicitado formalmente su cooperación ni los empresarios han mostrado su interés en llevarlo a cabo, a pesar de ser conscientes de lo que está sucediendo. Quienes tienen por trabajo la lucha contra las especies invasoras en las islas aún plantean una posibilidad más, que sean las dos navieras que entran mercaderías a la isla las que lleven a cabo una moratoria durante los meses de invierno y hasta el inicio de la primavera. En cualquier caso, organizaciones ecologistas, biólogos y otros expertos reclaman una estrategia de bioseguridad para las islas –muy vulnerables ante la entrada de especies invasoras, tanto de flora como de fauna–, una normativa que diera cobertura legal a posibles decomisos. 

Muda de una culebra de herradura en una pared de Sant Jordi. | CAT

La especie dominante

Curiosamente, en los primeros capítulos de esta historia aparecieron ejemplares de tres especies distintas, la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), la de escalera (Rhinechis o Zamenis scalaris, la serp blanca) y la culebra bastarda o de Montpellier (Malpolon monspessulanus). Hoy la bastarda ya ha desaparecido de la ecuación, pero fue una de ellas la que provocó uno de los momentos críticos de esta crónica, el momento en el que técnicos y agentes de Medio Ambiente fueron realmente conscientes de algo que sería inevitable, y es que esas serpientes invasoras no sólo llegarían ocultas en los árboles, hibernando en los olivos, sino que también criarían en la isla; fue el momento en el que una hembra de serpiente bastarda crió en el terrario del centro de animales de sa Coma. La evidencia, además, ya daba al traste con una de las posibles soluciones al problema que en esos inicios aún se planteaban, que era devolver los animales capturados a su lugar de origen. Y es que la cuestión, también en este aspecto, es más compleja de lo que pueda parecer, porque las serpientes son especies protegidas en España y ello impide la introducción de ejemplares nacidos en zonas en las que esos animales han podido ya desarrollar variedades; en Ibiza, los individuos de Hemorrhois hippocrepis están alcanzado tamaños y pesos nunca registrados en ejemplares de la Península. De hecho, la protección a nivel estatal de la que gozan los ofidios ha obligado a redactar, en el catálogo de especies protegidas, una excepción destinada a que en las islas de Ibiza y Formentera se puedan capturar –y matar– animales con plenas garantías legales. 

Las serpientes son especies protegidas en España y ello impide la introducción de ejemplares nacidos en zonas en las que esos animales han podido ya desarrollar variedades

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Actualmente, la serpiente de herradura es sin duda la más abundante y la que está llevando a una situación crítica a las lagartijas en zonas como Santa Eulària. En Formentera, los expertos afirman que la situación está «más controlada». Aseguran, además, que este año va a resultar clave en la lucha contra la invasora y valoran que esta campaña se haya convertido en lo que consideran «el proyecto de implicación social, político y técnico más formidable que existe a nivel nacional». Y se refieren al consenso que está obteniendo la plataforma SOS salvem sa sargantana pitiusa, que han lanzado varias organizaciones ecologistas y conservacionistas de la isla, con la que ya han conseguido la colaboración y el apoyo de instituciones y ciudadanos y que se ha iniciado con el reparto de nuevas trampas. 

A punto de cumplirse 18 años de aquel 17 de mayo en el que apareció la primera culebra en Port des Torrent, la gran pregunta en estos momentos es si aún es posible erradicar a los ofidios de la isla o si el control de sus poblaciones será, al menos, suficiente. Son 18 años sin haber adoptado medidas de control que debían considerarse esenciales y prioritarias, pero lo cierto es que no hay soluciones mágicas. Tampoco todas las certezas. De hecho, uno de los expertos en primera línea en la lucha contra especies invasoras lanza una hipótesis inquietante; imaginemos que la serpiente de escalera no tuviera, en realidad, una depredación importante sobre las lagartijas pero, en cambio, sí fuera relevante su depredación sobre individuos juveniles y huevos de culebra de herradura, la más abundante. Si así fuera –y es sólo una hipótesis para mostrar hasta qué punto se trabaja con especies complicadas, tanto para atraparlas como para conocer su comportamiento y sus conexiones–, la caza de culebras podría resultar contraproducente. 

Aquí, en realidad, en este duelo de reptiles, no hay dragones buenos ni malos. Aunque se trate, en la práctica, de matar a unos para proteger a otros, lo que aquí hay es un desequilibrio más causado por la actividad humana, el resultado de una mala gestión, y, finalmente, dos dragones que pagan las consecuencias, como especies y como individuos. 

Otras formas de salvarla

También hay expertos que no olvidan que las serpientes no son la única amenaza que se cierne sobre las poblaciones de lagartijas y que tampoco es la eliminación de su gran depredadora la única manera de salvarla. Y, en este sentido, señalan que quizás ha llegado el momento de hablar más de lagartijas y menos de serpientes y de aprender a adoptar otras medidas para garantizar la buena salud de la especie. Puede empezarse por prestar atención a las lagartijas urbanas y tenerlas en cuenta a la hora de gestionar parques y jardines o de reformar paseos marítimos, protegerlas de pesticidas y de gatos y evitar dejar botes y cubos con agua donde puedan ahogarse. Quizás si pudiera contabilizarse el número de lagartijas que mueren por la acción directa del ser humano, las serpientes parecerían un poco menos malas. 

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