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Tras las huellas de Tresserras

Juanjo Serra se lanza al agua hoy para nadar los 88 km que separan Xàbia de Cala d´Hort | El único que ha unido la Península y Ibiza ha sido David Meca (2006), pero el nadador ibicenco se ha inspirado en Montserrat Tresserras, quien lo intentó en 1965

Tras las huellas de TresserrasJUAN A. RIERA

Hay deportistas a los que les gusta guiñar un ojo cómplice a la historia. Acordarse de los que les abrieron el camino, de aquellos que fueron ídolos e inspiración al mismo tiempo. Ya fuera por sus victorias o por sus derrotas. Lo hizo el portero Andrés Palop, al colgarse la medalla de campeón de la Eurocopa de 2008 con la camiseta verde que vistió 24 años antes Luis Miguel Arconada. Sí, el día que se ´comió´ aquella falta lanzada por Michel Platini en la final jugada en París. O sir Bradley Wiggins, quien en el pasado Giro de Italia pidió a sus mecánicos que escribieran un 25 junto al dorsal que le había asignado la organización. ¿Por qué? Ese era el número que portó Miguel Indurain -su ídolo, su inspiración- un mes de junio de 1992 en la conquista del primero de los dos triunfos del navarro en la corsa rosa.

Palop tocó la gloria en Viena como suplente de Iker Casillas. El ciclista británico acabó retirándose, helado y derrotado, en medio de un temporal de nieve en los Dolomitas. Pero ambos honraron a las raíces de su memoria. Hoy le llega el turno de hacerlo a Juan José Serra Boned, ibicenco de 41 años, extriatleta y antigua alma máter del Home de Ferro, «un romántico del deporte», como le gusta definirse. Su desafío no persigue copas ni maillots. Es de otro tiempo, de finales del siglo XIX, cuando el amateurismo impregnaba por completo a un puñado de audaces que fusionaban los oficios de deportista y aventurero. A partir de las 9 horas, su cuerpo se sumergirá en las aguas del Mediterráneo alicantino. Desde Xàbia pretende nadar, «100.000 brazadas» le harán falta, hasta Cala d´Hort. 88 kilómetros. 48 millas náuticas. Por delante, el honor de convertirse en el segundo mortal que une la Península y la costa de Ibiza.

Umberto Eco usó casi todo un prólogo para justificar el argumento trufado de referencias de ´El nombre de la rosa´, una novela que mama del Sherlock Holmes de Conan Doyle (gracias al imborrable Guillermo de Baskerville) para embadurnar en misterio una abadía benedictina de la Italia bajomedieval, con todos sus manuscritos y debates metafísicos y teológicos incluidos. «Un libro siempre habla de otros libros», sentencia el escritor en el prefacio. Con Serra ocurre lo mismo. Su reto no partirá de la playa alicantina del Portitxol por casualidad. Tampoco la meta prevista (la arena de Cala d´Hort) es un capricho. De la primera orilla salió un 10 de agosto de 1965 Montserrat Tresserras i Dou. «El peñón de es Vedrà es lo último que vi antes de subirme al ´Calarredes 1´, el barco de seguimiento. Me faltaban nueve millas para llegar a tierra», revive la propia Tresserras. «Ella es una leyenda viva de la natación mundial», añade sin complejos Serra.

De Olot al Canal de la Mancha

Gironina de Olot (La Garrotxa), a sus casi 83 años todavía recuerda con nitidez el estío en el que intentó convertirse, sin conseguirlo, en la primera persona que cruzaba a nado el canal que separa la Comunitat Valenciana de las Pitiusas. Entonces tenía 34 años y, para nada, era una advenediza en el mundo de la natación en aguas abiertas, en una época en la que el neopreno que tanto detesta -es purista entre puristas- no existía, en un tiempo en el que «para cuidarse de la alta salinidad del Mediterráneo» tenía que enfundarse cada vez que braceaba en el mar «unas gafas de motorista porque todavía no se fabricaban para nadadores». Antes de pasarse 55 horas (casi dos días y medio, acabó sin sensibilidad en boca y lengua por la sal) nadando en su desafío pitiuso, ya se había convertido en la primera española en unir Tarifa y África -cruzó el Estrecho de Gibraltar un 12 de septiembre de 1957- y en la mujer pionera en recorrer los 34 kilómetros que distan entre Dover y Calais: en 1958 de Inglaterra a Francia y tres años después, a la inversa, «en una ruta que ya no se permite hacer desde que se acabó el Eurotúnel» en 1994. El brazo marítimo que en castellano conocemos como el Canal de la Mancha ha sido «la gran pasión de su vida».

La misma que le ha hecho coleccionar «infinidad de libros sobre natación en aguas abiertas», que conserva más ordenados que su escrupulosa y preclara memoria en el piso que habita en el centro de un Madrid que le apasiona «por su gente». Allí mora desde hace 40 años «porque en Olot no había piscina cubierta para sacarse el título nacional de entrenadora». Vive sola, sigue nadando y pasa el tiempo «haciendo la compra, leyendo mucho y tomando café con las amigas».

«Yo no había nacido cuando Montserrat intentó la travesía que voy a hacer. De hecho, no supe de ella hasta mucho más tarde, en los 90, cuando regresé de Madrid. A gente mayor que conocía le escuché hablar de una mujer catalana que había venido nadando desde Xàbia en los años 60. Estaba a punto de retirarme, así que me picó la curiosidad, tiré del hilo y descubrí la historia de esta mujer a la que tanto admiro». Así fue como Juanjo Serra, el primer triatleta español becado en la residencia Joaquín Blume, buceó en la hemeroteca de es Diari hace casi dos décadas para rescatar los artículos de agosto de 1965 en los que una tal Montserrat Tresserras robaba protagonismo a la guerra de Vietnam y al presidente de EE UU, Lyndon B. Johnson; a la Guerra Fría y a la carrera espacial entre yanquis y soviéticos, o al hurto de unas joyas a la viuda de Winston Churchill «valoradas en 250.000 pesetas». Grecia ya estaba en «crisis»: al joven Rey Constantino, el cuñado de nuestro Juan Carlos I, se le iban de las manos su país y su corona.

El primer intento de Serra

En sus pesquisas, el actual gerente de Deportes del Ayuntamiento de Santa Eulària des Riu leyó que Tresserras «necesitaba 6.300 calorías diarias» y se alimentaba a base de líquidos, que la llamaban «la tragamillas» y que, tras retirarse, fue recibida como una heroína en el puerto de Vila. «Y eso que era de noche. Yo lo único que quería era llegar al hotel [el Montesol], darme una ducha y descansar», revive la propia Montserrat. Todo ello condujo a Serra a pegarse el primer chapuzón de largo recorrido en 1998. El 23 de agosto de aquel año, 33 después que la catalana, comenzó el día grande de su aventura (como afirman estos valientes, el viaje se inicia «meses o años antes», cuando uno se decide a hacerlo, y lo difícil es evitar la tentación de abandonar antes de partir tras miles de kilómetros de preparación).

Serra también había hojeado en las viejas páginas de Diario de Ibiza -que informó del progreso de la osadía de Tresserras a través de la radio de la lancha ´Chiripa´; el reto que empieza hoy se podrá seguir en directo a través de www.juanjoserra.com- un presagio preocupante: las corrientes dejaron clavada a su musa en el último cuarto de viaje. Lo mismo le pasó a él. Tras casi 36 horas de natación, se detuvo exhausto a la altura de ses Bledes. Le quedaban 9,5 millas para Sant Antoni. Tan solo media más que a la de Olot.

«Estuve varias horas sin moverme del sitio. Era imposible avanzar», recuerdan con la misma frase. Serra lo afirmaba en Xàbia, donde se sentía un turista atípico en la víspera de su día D particular, que coincidía con la jornada soñada en Roland Garros por la raqueta de David Ferrer, xabienc ilustre. Para hoy se esperan vientos de Poniente (favorables) de unos nueve nudos. Se alternarán con rachas provenientes de África, «que harán olas con las que habrá que combatir», según confirmó el pitiuso. Eolo es aliado indispensable para emular al mediático David Meca, el único en completar hace siete años una proeza que ya osó acometer sin éxito otro nadador pionero, Eduardo Villanueva, allá por 1950. Solo intentarlo ya merece un monumento.

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