suplemento arte&letras
La familia como mecanismo narrativo
Rosa Ribas concluye su trilogía sobre el clan de detectives Hernández con ‘Nuestros muertos’, una novela compleja y muy bien resuelta
Marta Marne
Las familias son un sistema de gobierno muy peculiar: existen lazos de sangre entre sus componentes, el apoyo incondicional va implícito dentro de los estatutos domésticos y, a pesar de ello, se trata de una de las instituciones donde más secretos se esconden. En uno de los fragmentos de Nuestros muertos de Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963), última entrega de la trilogía de los Hernández, se afirma que «no se lo digas a» es, tal vez, la frase más repetida en todas las familias. Un espejo que nadie sabe quién ha roto, porque los hermanos han decidido hacer un pacto de silencio; un novio que los padres desconocen, porque los hijos saben que no van a aprobarlo; un suspenso que se enmascara de manía persecutoria por parte del profesorado. Las mentiras y las confidencias susurradas son la base sobre la que se sustenta este conjunto de personas.
No hace falta remontarse a las grandes familias de la literatura para intuir que este es uno de esos temas que funcionan muy bien dentro del género negro (que se lo digan a Mario Puzo y a los Corleone). Envidias entre hermanos surgidas a raíz de la predilección de los progenitores. Papeles asignados a cada uno de los miembros desde el día de su nacimiento («en su familia las jerarquías y los roles estaban grabados en piedra. Nora era la mayor y la mayor no acepta una oferta de empleo de la pequeña. Porque ella no era la menor, era la pequeña»). Ribas consigue radiografiar la cultura de nuestro país enfocando primero lo particular para abrir el objetivo hasta lo general: quien no comprenda los mecanismos de las relaciones paternofiliales y las rencillas entre hermanos no conseguirá interpretar cómo se articula el resto de la sociedad.
En Nuestros muertos el leitmotiv de los secretos cobra todavía un mayor significado a través de uno de los casos que atraviesan la novela: los padres de Armand Rocamora están preocupados porque no saben dónde está su hijo. Han decidido no recurrir a la policía porque no quieren que se sepa que está desaparecido. Su liderazgo en la propuesta para una exposición universal en Barcelona en 2029 le sitúa en una posición delicada; es mejor no ahuyentar a los inversores y que puedan suponer que existe algún tipo de problema. El descubrimiento de ciertos procesos no del todo legales en ese proyecto les hará sospechar que puede estar en peligro.
Cada vez son menos los matrimonios de larga duración y menos aún los que cuentan con tres o cuatro descendientes en su libro de familia. Las relaciones de hermandad ahora se dan más entre hijos de distintos progenitores y los problemas de ámbito doméstico se atajan enviándolos a la casa del otro tutor. Ribas ha conseguido plasmar los coletazos de una institución que está abocada a la extinción tal y como la conocemos. Y lo hace gracias a una trama inteligente, dosificando la intriga para que no perdamos el interés en ningún momento e intercalando la investigación detectivesca con las rencillas domésticas. El sobresaliente manejo de un gran número de personajes es el mayor acierto de esta obra, con un tapiz de voces y situaciones en las que el lector no se pierde ni por un segundo. Un cierre de trilogía a la altura de lo que nos tiene acostumbrados la escritora de El Prat de Llobregat.
Suscríbete para seguir leyendo
- Estas zonas de España estarán 'bajo el agua' en 2050 por la subida del nivel del mar
- Recuperados 19 lingotes y cinco monedas de oro puro que habían robado en una casa de Sant Miquel
- El adiós a Ibiza de Merche Chapí
- Impresionantes imágenes: Así quedarán algunas ciudades españolas con la subida del nivel del mar
- Una influencer okupa una casa en Ibiza y realquila las habitaciones: "Lo que voy a hacer es llenarte el piso de gente, hacer un piso patera y me voy
- Se vende finalmente la joya hotelera de Ibiza
- Un ibicenco se lleva 20.000 euros en el concurso '¿Quién quiere ser millonario?
- Pillados 'in fraganti' al okupar un local en reformas en Sant Antoni