Tras el confinamiento al valenciano Daniel Torres (Teresa de Cofrentes, 1958) le dio “la ventolera” y dejó su casa en Barcelona para retirarse, cual monacal beato, en el cántabro valle de Liébana, en una aldea rodeado de naturaleza, "con 14 vacas y cuatro personas". Y de esa guisa se autoretrata el creador de Roco Vargas, ilustrando el Apocalipsis, en la contraportada de ‘Algunos maestros y toda la verdad’ (Norma), que debía salir el año de la pandemia, para celebrar sus cuatro décadas de profesión, pero cuya publicación llega ahora, cuando ya lleva 43 y se alza en protagonista de la exposición destacada, con un centenar de originales, del Cómic Barcelona, que el año pasado le otorgó el Gran Premio a toda una carrera.

"De hecho ya me dibujé en ‘El octavo día II’ como monje tipo ‘El nombre de la rosa’. Fue premonitorio. Ahora estoy igual de mayor", ríe el autor de ‘Picasso en la Guerra Civil’. Dice que dibuja el Apocalipsis. ¿Tan mal lo ve todo? "No, no. Bueno, sí. En ‘El futuro que no fue’ ya denunciaba tanto ruido moral y tan molesto. Por eso utilizo mi truco para huir de todo y esconderme bien arropadito en el mundo de Roco Vargas, el retrofuturo. Ahora mismo trabajo en unas memorias del personaje. Apocalipsis etimológicamente viene de ‘revelación’, lo que ha de venir. Y yo hablo de un futuro que no fue". 

Páginas de 'Algunos maestros y toda la verdad', de Daniel Torres.

Páginas de 'Algunos maestros y toda la verdad', de Daniel Torres.

En esas memorias, desvela, Roco Vargas, galán y aventurero sideral que tiene un club nocturno y escribe obras ‘pulp’ bajo el seudónimo de Armando Mistral, se topa en 1980 con un sorprendido joven dibujante llamado Daniel Torres y le pide que adapte al cómic su último libro, ‘Tritón’, el mismo en el que nacerá el personaje en 1983 y del que el autor ya lleva publicadas nueve aventuras. 

"Yo siempre he defendido que ilustración y cómic son un mismo lenguaje. Una ilustración es ya una viñeta única que cuenta una narración por sí misma". Eso se ve en ‘Algunos maestros y toda la verdad’, 12 ilustraciones de gran formato a color, nada digital, repletas de guiños sobre sus 40 años de profesión destinadas a quienes le han seguido al autor, cuyos impresionantes originales figuran en la muestra del salón. El álbum es de edición limitada a 999 ejemplares e incluye una lámina firmada. "Están pasadas por el tamiz de la ironía. Tras la ironía está la verdad. Salieron así: me apetecía reflexionar y me metí en el confesionario a contar mis pecados. Me pregunté: ¿de dónde sales? ¿qué has hecho? ¿dónde has metido mano? ¿qué habrías querido hacer?".

Páginas de 'Algunos maestros y toda la verdad', de Daniel Torres.

Páginas de 'Algunos maestros y toda la verdad', de Daniel Torres.

"Nunca he trabajado con ordenador, defiendo el trabajo hecho a mano, y no soy nada tecnoseguidor. Por eso me vine con las vacas, lejos de las tecnologías". Pero no ha podido evitar oír “esas tonterías monumentales" de la Inteligencia Artificial y el ChatGPT, que permite "que le digas ‘hazme una ilustración de Mickey Mouse al estilo de Leonardo da Vinci’ y lo tienes en 0,05 segundos. Lo mismo para pedir un texto estilo Hemingway sobre la recogida de la patata". "¿Para qué me sirve? Ni como lector ni como creador me sirve de nada. Es una estupidez. Yo quiero crear. La creación es un camino, no un destino -opina-. Es lo que cuento en ‘Algunos maestros y toda la verdad’, cómo llegas a crear tu estilo a través de todos esos maestros. No sales por generación espontánea. No me fío de los tecnoparaísos ni de los que dicen que todo va a ser así. Hay algo oscuro tras eso. No van a arreglar el mundo. Prefiero apartarme de ese tsunami. Lo único que nos salva como sociedad es la inteligencia y la curiosidad, que nos mantienen vivos. No nos pueden decir que la curiosidad no sirve de nada. Es un insulto a la inteligencia".  

Página de Roco Vargas.

Página de Roco Vargas.

¿Qué pecados ha confesado Daniel Torres? "Pecados maravillosos -dice con picardía-. Uno no deja de pensar qué locura fue eso de dedicarse a los tebeos al acabar la carrera universitaria [estudió Arquitectura, de ahí surgieron las monumentales 600 páginas de ‘La casa’, al que dedicó seis años]. Entonces era como la oveja negra de la familia que quería dedicarse al teatro. El pecado máximo era desear hacer de un ‘hobby’ muy bonito una profesión y vivir de ello". 

Página de Claudio Cueco, de Daniel Torres.

Página de Claudio Cueco, de Daniel Torres.

Y lo logró en seguida. Empezó en Valencia, en fanzines como ‘El Gat Pelat’, y se vino en tren a Barcelona en 1980 con sus dibujos de Claudio Cueco, "un pollo malcarado, sacado directamente del ‘underground’ americano de Robert Crumb, que se oponía al sistema en una granja, al que transformé en detective privado. Una idea disparatada surgida de la frescura de la juventud". Llegó a la redacción de ‘El Víbora’ y se los dejó al director, Josep Maria Berenguer. "Le gustaron y me dijo que ya me diría algo. Pero por la noche, de vuelta en casa, recibí su llamada diciéndome que los iba a publicar". 

Originales de 'Opium', en la exposición de Daniel Torres. Jordi Otix

Surgido de la escuela valenciana de los 80, junto a Micharmut, Miguel Calatayud o Sento, y referente de la línea clara, alumbraría luego ‘Opium’ (1982), el universo de Roco Vargas (que tuvo en 2021 un ‘spin off’, ‘El futuro que no fue’, con el detective Archi Cúper), ‘El octavo día’ (1992, donde Dios escucha las historias del demonio) o la serie infantil ‘Tom el dinosaurio’ (1995). 

Desde sus inicios, afirma, el mercado ha cambiado mucho. "En los 80 había poquísimas editoriales y éramos pocos. Y hoy cada vez se publica más y con tiradas más cortas, pero los lectores no aumentan al mismo ritmo que los títulos", lamenta.

"Autodidacta por obligación, porque no había donde estudiar cómic", buscó "la aventura culta" bebiendo, como una esponja, desde la infancia, de los maestros clásicos americanos, sobre todo de Milton Caniff (‘Terry y los piratas’) pero también de Flash Gordon, Little Nemo o ‘Krazy kat’. Ya de profesional se acercó a “selectos de la escuela europea como Hugo Pratt, Dino Battaglia y Jacobs", sin olvidar a Moebius

Continuar Roco Vargas

Hoy sigue leyendo a los clásicos, y a los clásicos renovados, como el Corto Maltés de Pratt resucitado por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. "No me importaría que cuando yo no esté alguien dé una segunda vida a Roco Vargas", asegura.  

Le gustan los juegos de espejos, lo demuestra en ‘Picasso en la Guerra Civil’ o en la misma portada de ‘Algunos maestros y toda la verdad’. ¿Qué ve Daniel Torres cuando se mira al espejo? "Cientos y cientos de páginas llenas de dibujos. Pero no he agotado la curiosidad. Ante el misterio de la página en blanco me intriga saber qué habrá en ese papel cuando acabe de dibujar en él. La profesionalidad y la experiencia no te privan de la sorpresa y de ver que salen cosas que no sospechabas. Repito: me interesa el camino, no tanto la obra final. Es la esencia de mi trabajo".