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Expedición de National Geographic

Fiordos de Chile

Manu San Félix relata su experiencia en la Patagonia chilena

Fiordos de Chile

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Hace ya unos 10 días que zarpamos de Punta Arenas a bordo del barco de expedición 'Hanse Explorer', de bandera alemana, y comenzamos otra expedición del proyecto 'Pristine Seas' de National Geographic. (Mira aquí todas las imágenes)

Vamos a estar durante prácticamente tres semanas navegando y buceando por la Patagonia chilena con el objetivo de crear una gran reserva marina entorno al Parque Nacional Kaweskar, el segundo más grande Chile. Sin embargo, su zona marina no cuenta apenas con protección y el objetivo es impulsar la misma protección para la zona marina que hay en la parte terrestre.

El nombre del Parque es en honor a los kaweskar, los indígenas que poblaban esta región junto a los yaganes y onas, y que llegaron aquí al menos hace unos 6.000 años. Cuando ellos llegaron convivieron con los ya extintos tigres de dientes de sable.

Estamos en el extremo sur del continente americano, la Patagonia. Que en su vertiente oeste es un auténtico laberinto de fiordos y canales que parecen no tener fin. Son miles de kilómetros de costa salvaje y abrupta, dominada por enormes montañas cubiertas de bosques primarios de miles de años de antigüedad. Los árboles del género Notofagus dominan en estos frondosos bosques. En muchos tramos la vegetación es una auténtico muro impenetrable que crece hasta la misma orilla. Desde que he llegado observo fascinado este bosque húmedo y en mi primera bajada a tierra en una playa he podido comprobar que es literalmente imposible penetrar un sólo metro sin hacerte jirones la ropa y la piel.

La primera mañana amanecimos en la Isla Carlos III con un engañoso cielo azul y sol radiante.

La enorme bahía entorno a esta isla es bien conocida por ser punto de encuentro de ballenas jorobadas durante el verano austral. No hemos fondeado aún cuando ya avistamos la primera resoplando en la superficie. Las yubartas acuden aquí durante el verano para alimentarse.

Para Yaqui Mennes, de Formentera, mi pareja de buceo, y para mí, el objetivo en Carlos III es poder bucear y grabar a las ballenas. Salimos en la lancha neumática entusiasmados y confiados ya que el día no podía comenzar mejor con este tiempo de sol y moscas y una ballena avistada al poco de llegar. Pero la Patagonia pronto nos pone en nuestro sitio. El cielo se cubre y nos llaman desde el puente del 'Hanse Explorer' para pedir que vayamos regresando ya que el viento ha subido a 35 nudos. Este buen tiempo nos ha durado muy poco.

Desde esa mañana hemos disfrutamos de cielo cubierto muy oscuro, lluvia incesante y fuertes vientos, que han llegado hasta los 50 nudos. Mientras escribo estas líneas navegamos en condiciones de muy baja visibilidad y bajo un cielo muy oscuro.

La Patagonia nos recuerda que estamos en una de las zonas más duras del planeta para navegar. Los 40 rugientes, los 50 aulladores y los 60 bramadores. Así llaman los marinos a los vientos que soplan en función de la latitud en la que uns está y nosotros estamos entorno a los 55 grados sur, entre los vientos aulladores y bramadores.

Está claro que esa primera mañana de Carlos III ha sido un espejismo del buen tiempo que nos trajimos de casa.

La riqueza sumergida de la Patagonia

En los días que llevamos de expedición hemos podido ver grupos de lobos marinos, ballenas yubartas, orcas, delfines australes? Tanto mamífero marino, tanto gran depredador, claramente indica que estamos buceando y navegando en unas aguas ricas, salvajes y llenas de vida.

Esa riqueza queda patente en cada una de las inmersiones que estamos realizando. Es tal la abundancia de nutrientes en el agua que ésta tiene un color verde tan intenso que en las fotos casi parece artificial. Esa coloración se debe al fitoplancton (vegetales microscópicos que crecen por la abundancia de nutrientes). Cuando descendemos más profundo y miramos hacia la superficie se aprecia claramente.

Esta riqueza se debe a los cientos de glaciares y ríos que desde hace miles de años abonan las aguas de la Patagonia vertiendo nutrientes a los fiordos. Por eso a lo largo de toda la costa crece un cinturón de algas gigantes que son los bosques de kelp. Estas algas de la especie Macrocystis pyrifera, que alcanzan hasta los 40 metros de longitud, son el vegetal que más rápido crece de todo el planeta. Pueden llegar a una velocidad de crecimiento de hasta medio metro por día. Que existan estas enormes algas, que sean tan abundantes y que crezcan a esa velocidad, son un indicador de que estamos en un lugar con una riqueza marina excepcional. En las próximas semanas sobre todo nos vamos a dedicar a estudiar y documentar la importancia extraordinaria de los bosques de kelp, que se extienden hasta los 15-20 metros de profundidad. Por debajo de esta profundidad prácticamente no hay vida vegetal porque la luz no puede atravesar esa rica capa superficial. Sin iluminación, los vegetales tienen dificultades para crecer y es la oportunidad para la vida animal. Cuando bajamos a 30-40 metros encontramos espectaculares concentraciones de coral que son una inesperada explosión de color en este oscuro ambiente. Son los jardines escondidos de la Patagonia.

La expedición del National Geographic recorre la Patagonia chilena a bordo del ‘Hanse Explorer’, de bandera alemana. El objetivo del Proyecto ‘Pristine Seas’ es aportar datos científicos y testimonios gráficos sobre la desaparición de especies, con los que dar argumentos a los gobiernos para que protejan las zonas más sensibles y vírgenes del planeta.

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