Todo lo que alega la familia son cuestiones como la "curiosidad malsana de los medios de comunicación" o "el espectáculo en que se convertiría el levantamiento de los huesos", señala el Nobel portugués, de 85 años, que considera "respetables" esas razones aunque cree que a estas alturas han perdido fuerza.

Y es que, para Saramago, "era inevitable" que la recuperación de uno de los mayores poetas de España, enterrado como otros miles en el barranco de Víznar (Granada), se convirtiera rápidamente en un "auténtico imperativo nacional".

El escritor recuerda que en la misma fosa del poeta yacen otros tres fusilados, el profesor Dióscoro Galindo y dos banderilleros anarquistas, Joaquín Arcollas Cabezas y Francisco Galadí Melgar, y señala que una nieta del primero puso el asunto en su sitio con la mayor sencillez cuando atendía a una cadena de radio.

Cuando el periodista le preguntó dónde llevaría los restos de su abuelo si acabaran por encontrarse, la nieta respondió: "Al cementerio de Pulianas".

Pulianas, en la provincia de Granada, es -aclara Saramago- la aldea donde su abuelo Dióscoro trabajaba y la familia sigue viviendo.

"Sólo las páginas de los libros tienen vuelta, las de la vida, no", concluye su comentario el Premio Nobel portugués.