En memoria de Vicent Marí, un hombre querido por todos

Moisés Copa

Hace unos días me encontraba con mi excompañero de trabajo Vicent, después de que yo hubiera estado prácticamente una década desconectado del mundo de la prensa local, él y yo coincidimos por trabajo. Me ponía un poco al día de todo y aparte me contaba que tenía a su padre ingresado. Hay momentos en la vida, por los que seguramente todos pasamos, o pasaremos. Son momentos tristes, momentos muy duros. ¡Maldita ley de vida!

Se dice siempre de las personas que nos dejan, esas que se van, dejan un gran vacío. Ese es un vacío que se acompaña con rabia e impotencia; que genera angustia y dolor. Cuesta mucho poder aceptarlo y superarlo. Es un daño visceral que curiosamente quien nos deja, nos provoca. Esa persona que nos quiere, ese amigo cómplice a escondidas de mamá, ese maestro de nuestras vidas; ese padre.

Vicent Marí, en ‘Fletxa’, puede que nos deje ese vacío temporal, pero por encima de todo nos deja algo. Su buen hacer. Un grato recuerdo que perdurará es y será su persona.

Quisiera poder hablar de Vicent Marí, padre de mis amigos y compañeros de trabajo. Quisiera poder aquí contaros alguna anécdota sobre él. Pero no tengo ninguna.

Nos conocíamos desde hace muchos años, pero sin una relación en especial; sin embargo, recuerdo que siempre estaba atento de las fotos que su hijo Vicent y yo publicábamos en el Diario. Ir y pedirle una botella de agua o un café, tanto en el bar Rafal como en Can Botino y él siempre acababa con no querer cobrarme. Su hijo Vicent hacía ya unas semanas que me había contado la situación. Es algo que estaba latente. Piensas que todo irá bien y que saldrá de esta. Pero me llegó la noticia; fue como un jarro de agua fría, helada.

El lunes a mediodía y acompañado, fuimos a dar el pésame a la familia Marí. Y digo lo de acompañado, porque estos momentos me afectan. Quise ver a Vicent por última vez. A través de ese cristal frío.

No acabas de creértelo. No quieres que sea real. Y miras a María, su viuda, y te contagia la pena sin querer. Muchos me visteis salir con lágrimas en los ojos. Me reconfortó ver el gran trasiego de personas que entraban y salían del tanatorio, tras mostrar sus condolencias a la familia. Conversar con colegas que no veía desde hacía décadas, todos ellos con el corazón en un puño, pero estando donde hay que estar. Eso demuestra la calidad de Vicent. Un hombre querido por todos. Tal vez el legado que nos deja son esas personas a las que ha inculcado todo su buen hacer. En definitiva, a esas grandes personas que quedan y que son sus hijos Vicent y Juanan, a quienes conozco y quiero. Principalmente a vosotros, pero también a vuestra hermana Teresa y a vuestra madre quiero dedicar estas líneas.

Vicent, que en pau descanssis.