Rúa de Vila

Mucho color y poca crítica

Miles de personas se agolpan en las calles de Vila para ver la rúa en la que participan más de 1.800 personas

Marta Torres Molina Ibiza

26·02·17 | 22:23

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Rúa del Carnaval de Vila (2017)

Cuando el dragón Desdestao enfila el final de la avenida de España, centenares de personas se agolpan ya en las calles de Vila. Durante la espera, un ninja rojo ha tenido tiempo de amedrentar a sus enemigos, una pequeña sirena de dormirse sobre el hombro de su padre y un grupo y un par de minnies adolescentes de encontrar el coche perfecto en el que apontocarse. Desdentao anuncia también lo que viene detrás en la rúa de Vila: mucha referencia al cine (sobre todo al de animación) y crítica y sátira en cuentagotas.

Tres gotas, de hecho. Trump rodeado de un ejército de diablos y sobre una carroza desde la que hace varias promesas: «Haré un puente y lo pagarán los de Palma», «Haré un rascacielos para solucionar el alquiler anual para trabajadores»... La pequeña comparsa 'Periquita's Turs' reclamando una isla en la que está prohibido el balconing, los camellos de dos patas, encender fuego en el bosque y «mear en las esquinas». Y la sociedad cultural de Cartagineses y Romanos vestidos de escoceses en Gibraltar y afirmando sin complejos: «El Brexit

Más allá de estas tres comparsas, un mundo de color, de alegría, de felicidad, de Disney... Y alguna repetición. Hasta dos grupos escogieron la singular Alicia de Tim Burton. Y dos agrupaciones de bolivianos lucieron por las calles su colorido folclore. Llamaron mucho la atención los originales camaleones en los que se convirtieron los alumnos, familias y docentes del colegio Can Cantó. Cada uno era único. Y se notaba que estaban hechos con cariño. También sorprendieron los mensajes de los Cervantes de Sa Bodega: «Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro» y «leer es crecer».

Las academias de baile desplegaron un año más sus alas de pavo real convirtiendo la rúa en un escaparate: chicas rockeras, danzarines trolls, un ejército de negras maléficas, cabareteras, sirvientas del castillo de la Bella y la Bestia y hasta un numeroso equipo de boxeadoras en el que, curiosamente, aunque ellas eran mayoría, el único que lucía un cinturón de campeón era uno de los escasísimos chicos.

Los dinosaurios de globos que enarbolaban los Picapiedra dejaron boquiabierto a los más pequeños, que se agolpaban, a miles, en las aceras de las calles y no perdieron ojo a los personajes que desfilaron frente ante ellos: vikingos, animales de todo tipo, vaqueras, indios con coloridas kurtas, Han Solo y Chewaka, hawaianos, bailarinas de cancán, relojes, limpiadoras de oro, payasos, piratas y hasta una más que desagradable compresa.