Anuario Diario de Ibiza 2023

El año del vuelco político y la crispación

Javier Serra (Compromís), Marga Prohens, Llorenç Córdoba y José Manuel Alcaraz (PP) en la toma de posesión del presidente, cuando aún era un momento feliz y no se sospechaba la guerra que estallaría solo cinco meses después.

Javier Serra (Compromís), Marga Prohens, Llorenç Córdoba y José Manuel Alcaraz (PP) en la toma de posesión del presidente, cuando aún era un momento feliz y no se sospechaba la guerra que estallaría solo cinco meses después. / C.C.

Vuelco político, crispación e inesperados giros de guion en los que nada acaba siendo como se esperaba. El año 2023 ha estado marcado por una convulsa situación política, derivada de los dos procesos electorales que se celebraron en apenas dos meses: las municipales y autonómicas del 28 de mayo, en las que el PP barrió en Ibiza, consiguió el hito de gobernar todos los ayuntamientos y consells pitiusos y además arrebató el Govern balear a un noqueado PSOE; y las generales del 23 de julio, donde la victoria pírrica de Alberto Núñez Feijóo le impidió armar una mayoría parlamentaria de derechas y posibilitó que el socialista Pedro Sánchez se mantuviera como presidente, aunque en medio de una monumental bronca por la amnistía a los encausados por el procés y demás concesiones pactadas con los independentistas catalanes para lograr la investidura. A Sánchez le salió bien el inesperado adelanto de las elecciones generales tras la debacle socialista en las locales y logró formar Gobierno de nuevo, pero su mayoría será muy inestable, siempre a merced de las continuas exigencias y presiones de unos socios variopintos, entre los que figuran Junts -con el fugado Puigdemont a la cabeza-, ERC, Bildu y también los diputados fieles aún a la marca Podemos, que rompieron con la plataforma Sumar de Yolanda Díaz.

La clara victoria de Marga Prohens en Balears también fue amarga porque el PP quedó lejos de la mayoría absoluta y depende de los siete diputados de Vox, que desde el principio han hecho valer su posición de fuerza para obligar al PP a asumir postulados de la ultraderecha y aplicar medidas que le incomodan, especialmente en materia lingüística, para tratar de dinamitar un sistema de enseñanza y promoción de la lengua propia de Balears, el catalán, implantado hace décadas por consenso político y aplicado pacíficamente en las aulas desde entonces. La legislatura será complicada para el PP en Balears, porque Vox no piensa ponerle las cosas fáciles y ya ha demostrado que no le importa en absoluto hacer naufragar cualquier iniciativa parlamentaria, por importante que sea, si no se aceptan sus exigencias.

La crisis estalla en Formentera

La correlación de fuerzas que surgió de las elecciones autonómicas ya anticipaba estas turbulencias en el Parlament y frecuentes contratiempos para el Govern, pero nada hacía presagiar que la cómoda mayoría absoluta de Sa Unió (la coalición de centroderecha formada en Formentera por el PP y Compromís) implosionara al cabo de unos meses y la gestión de gobierno se convirtiera en una pesadilla, tanto para los partidos de Sa Unió como para los ciudadanos de la isla, que observan con incredulidad cómo se ha desatado una guerra interna encarnizada entre quienes eran hasta hace poco compañeros de filas.

Por primera vez desde su creación en 2007, la derecha logró hacerse con el Consell de Formentera, hasta entonces siempre bajo gobiernos de Gent per Formentera, en solitario o en coalición con el PSOE. Pero como en política lo que hoy es blanco mañana es negro porque los intereses partidistas son cambiantes y las miserias humanas pervierten a menudo los programas, las ideologías y la política, solo cinco meses después de la constitución del Consell la situación se tornó endemoniada e inédita, con unos consellers de Sa Unió intentando deponer al presidente Llorenç Córdoba, uno de los suyos, que hasta ahora ha resistido y ya va por libre, y pide a su vez la renuncia de dos vicepresidentes (José Manuel Alcaraz y su pareja, Verónica Castelló). Córdoba, atrincherado en la presidencia del Consell y en su escaño del Parlament, ha sido objeto de una intensa campaña de acoso y derribo por parte de sus excompañeros y del propio Govern balear. El presidente abrió la grave crisis al advertir de que su apoyo a la presidenta del Govern, Marga Prohens, no sería incondicional, pero no explicó las razones de su advertencia hasta dos semanas después, cuando aseguró que se debía a sus «mentiras» en campaña, y a su promesa de que solucionaría el problema del deslinde de Formentera. Los partidos de Sa Unió, Compromís y el PP, le acusan de querer cobrar sobresueldos y de presionar al Govern y al PP para conseguir más dinero a cambio de su apoyo.

Descrédito de la política

Paradójicamente, todos los protagonistas de esta grave crisis sin precedentes -Córdoba, Compromís, el PP y el Govern- llevan por bandera los intereses generales de los ciudadanos, que en realidad son los principales perjudicados de la parálisis institucional derivada de la convulsa situación política. Este tipo de refriegas estériles entre partidos o entre cargos públicos son precisamente el principal factor de desafección de los ciudadanos y de su creciente desconfianza hacia la política y los responsables de gestionar los intereses colectivos. Espectáculos lamentables como el del Consell de Formentera perjudican la imagen de los políticos que los protagonizan, al margen de quién tenga más o menos razón, y agrandan su desconexión con la ciudadanía.

Mientras entre ellos se tiran los trastos a la cabeza, la falta de vivienda -y sus dramáticas consecuencias- sigue siendo el principal problema de la sociedad pitiusa, que se agrava sin visos de solución, pues hasta la fecha nadie ha sabido (o ha querido) poner coto a la especulación y al alquiler turístico ilegal de pisos, que es la principal causa del encarecimiento desorbitado de los precios y de la falta de pisos para residentes o trabajadores de temporada. Ante esta terrible realidad, hay que recordar la responsabilidad de los responsables públicos y su obligación de trabajar para mejorar la vida de los ciudadanos promoviendo soluciones a sus problemas. Esperemos que 2024 sea mejor en este sentido. Aunque nada hace pensar que las turbulentas aguas de la política local, regional y nacional vayan a calmarse ni a corto ni a medio plazo, lo que seguirá abonando el terreno al desencanto de la población y a los populismos radicales que nada resuelven.