­Los estudiantes del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Ibiza tocan al compás de las goteras cuando llueve. Desde que se inauguró este edificio, ubicado en la avenida España, profesorado y alumnado sufren los problemas «estructurales» de su sede, definida por su junta directiva como «un auténtico desastre». Las filtraciones de agua originan charcos en el suelo, oxida las barandillas y causa resbalones en los escalones de madera. «Desde la inauguración del edificio, en enero de 2011, sufrimos estos problemas, pero con el tiempo se han ido agravando. Hoy tenemos un concierto y la semana que viene, las audiciones. Si las precipitaciones continúan, no se podrá tocar en el auditorio, que es la sala más perjudicada. No sabemos qué vamos a hacer», reconocen el jefe de estudios del Conservatorio, Sergio Cañadas, y Sandra Tur, la secretaria.

En la recepción, Susana, una de las empleadas, señala una de las primeras goteras que descubrieron en el edificio. Para evitar que el agua forme un charco en el suelo, han colocado un barreño azul. «En el techo había una luz fluorescente y cuando la quitaron descubrimos que había una agujero por donde salía agua», cuenta Susana. Minutos después aparecen Sergio y Sandra. «Nos ponemos el abrigo, que aquí hace mucho frío. La calefacción no funciona desde hace un par de meses y cada profesor trae su propia estufa», añaden.

Estos dos profesores de piano también lamentan la imagen que ofrecen a los alumnos y a sus padres. «Se supone que somos el centro de referencia y nuestro auditorio da vergüenza», afirma Sergio, que asegura que cada día descubren un desperfecto nuevo.

En el concierto de Santa Cecilia, celebrado el pasado 21 de noviembre, los cubos no fueron suficientes y algunos estudiantes tenían que entonar las notas mientras notaban como caían gotas de agua sobre sus cabezas. Desde hace varias semanas, dos cubos de agua y un deshumificador forman parte del mobiliario. «Hace un par de años nos encontramos el suelo inundado. El agua cubría tres palmos de suelo y apenas se veían las patas del piano de cola», recuerdan Sergio y Susana. A continuación, suben a la primera planta para examinar las claraboyas. Están rodeadas de hierbajos, ya que allí hay un jardín. Según Sergio, se ha despegado el material que las fija y por esas grietas se filtra el agua que empapa el auditorio.

El jardín tampoco se libra de las críticas. «Tiene un sistema de riego por goteo que nunca ha funcionado. Además, es un gasto que no nos podemos permitir. No tenemos dinero para pagar el mantenimiento ni las facturas del agua», asegura Susana. En esta zona, también critican las baldosas de gran tamaño que se han desplazado de su sitio. Entre sus grietas también se cuela el agua. Cuando suben las escaleras para ir a la quinta planta, ambos profesores de piano explican que los escalones de madera son muy resbaladizos. El material antideslizantes con el que se han cubierto es insuficiente. Varios alumnos se han caído, también profesores. «No es un espacio pensado para niños, es peligroso», se quejan ambos. Después, señalan las barandillas oxidadas. «Si alguien se corta, va directo al hospital con vacuna contra el tétanos incluida», agrega Susana.

Hartos de esta situación, el pasado 17 de noviembre enviaron un escrito a la conselleria de Educación, la entidad competente. Como respuesta, el Govern justifica que los gastos de reparación, conservación y mantenimiento del edificio les corresponden a ellos, por lo que el Ibisec (Institut Balear d'Infraestructures i Serveis Educatius) no puede asumir sus costes. Para abordar esta problemática, la junta directiva se reunirá con representantes de Educación, que aún no han visitado las instalaciones. Un portavoz de la conselleria de Educación justifica que aportaron 13.000 euros de «apoyo extra» al Conservatorio y que en enero pretenden resolver este conflicto.