La colocación de la malla de 200 metros en Cala Vedella para proteger a los bañistas de la frecuente presencia de medusas «es ciencia aplicada, la búsqueda de una solución a un problema», explica Verónica Fuentes. Pero en el Institut de Ciències del Mar, Fuentes se centra en algo más complejo: averiguar por qué proliferan los celentéreos. «Hace tres décadas se registraba una plaga cada diez años, aproximadamente. Ahora la frecuencia es mayor, a veces se da cada año, otras cada dos, otras cada tres. No hay un patrón claro, salvo que sucede en todas las partes del mundo», explica. Una de las hipótesis que baraja es la del cambio climático, pero también cree que las invasiones podrían tener su origen en «la sobrepesca de atunes», uno de sus principales predadores, o en la escasez de tortugas marinas.

Realmente, no saben cuál es la causa o si es un conjunto de causas. Lo que sí tienen claro es que «hay un desequilibrio ambiental general en el que las medusas se ven beneficiadas». En ese sentido, esos animales actúan «como bioindicadores, son la señal de que existe un desequilibrio». Fuentes lleva tres años estudiando los motivos de la abundancia de medusas en nuestras costas y dos intentando dar con las redes más adecuadas que las paren antes de que causen estragos entre los bañistas. A finales de año elaborará un informe («de momento positivo», según la científica) en el que detallará los beneficios e inconvenientes (sobre todo derivados de su coste económico, es decir, si sale a cuenta) de esos sistemas de protección, así como su impacto ambiental, algo crucial en este caso.

La malla se instaló ayer en una bahía muy cerrada y fácil de acotar. ¿Pero sería posible colocarla en zonas tan abiertas como Platja d´en Bossa? «En esos lugares se pueden crear piscinas, como en Italia, pero nunca se podría cerrar toda una línea de costa como esa», advierte Verónica Fuentes.