Miles de piezas arqueológicas procedentes de excavaciones realizadas en Ibiza en obras y yacimientos de épocas fenicio-púnica y romana permanecen todavía hoy en dos almacenes con puertas de seguridad dentro del antiguo polvorín militar de Santa Gertrudis, a pesar de que fue vendido por el Consell de Ibiza y traspasado a principios de este año a la empresa privada Ideas de Ibiza SL por 2,9 millones de euros.

Los restos arqueológicos fueron trasladados allí por personal del Museo de la necrópolis del Puig des Molins „de titularidad estatal pero que gestiona el Govern balear y que recibe todos los restos de excavaciones realizadas en las Pitiusas„ después de que en 2009 el Consell de Ibiza, bajo el mandato de PSOE-ExC decidiese comprar el polvorín al Ministerio de Defensa por 2,5 millones de euros para darle un uso público.

Sin embargo, casi cuatro años después, el Consell de Ibiza, ya bajo el mandato de Vicent Serra del PP, decidió desembarazarse de estas instalaciones y el 7 de mayo de 2012, hace ahora más de dos años y medio, aprobó el inicio del expediente para la enajenación antiguo recinto militar. En este tiempo, el Govern balear, de quien depende el Museo Monográfico de la necrópolis, tendría que haber buscado una solución para almacenar estos restos pero hasta ahora no se ha sacado a concurso el alquiler de unas naves donde reubicar estos restos, según confirmaron ayer fuentes de la conselleria balear de Cultura. «Las especificidades técnicas que requiere hacen que haya que definir algunos detalles. Por fechas en las que estamos no saldrá ya este año sino el próximo», informaron las mismas fuentes.

Este retraso en los trámites supone que miles de restos arqueológicos de los fondos de un museo público continúen desde hace un año en una propiedad privada, una situación completamente irregular. «En el momento de la compra del polvorín, el nuevo propietario sabía que había dos almacenes con restos arqueológicos, pero creemos que pensaba que había solo unas cuantas cosas. Cuando vio lo que hay se sorprendió», admite el director del Museo, Jordi Fernández, que remarca que la propiedad se ha mostrado cooperante y permite entrar al recinto al personal del museo siempre que lo requieren pero es «una situación muy incómoda para ambas partes», subraya Fernández.

«Dentro de los almacenes no hay luz sino un grupo electrógeno para trabajar», afirma, y añade que, obviamente, cada vez que quieren acceder tienen que llamar por teléfono y esperar a que les den paso, porque el recinto está cerrado y vigilado.

El material está almacenado en unos contenedores especiales compactos, que financió el Ministerio de Cultura con 300.000 euros. Se instalaron en dos almacenes de los diez que hay construidos bajo tierra en el polvorín, concretamente dentro de una gran galería en forma circular, donde se da la circunstancia de que este verano se celebró una macrofiesta, inspirada en la película ´Eyes wide shut´ de Kubrick, que provocó protestas de los vecinos y una sanción municipal por el paso de vehículos y el bloqueo de caminos.

La odisea de estos restos comenzó hace años, cuando el propietario de un almacén alquilado para guardarlos decidió no prorrogar el contrato. «Al mismo tiempo se nos ofreció la posibilidad de almacenarlo en algún edificio propiedad del Consell, porque las competencias en materia de arqueología son suyas, aunque la ley obligue al Museo Monográfico a gestionar ese material», aclara Fernández. Incluso se barajó ubicarlos en sa Coma, pero finalmente se descartó porque se le iba a dar otros usos. «Nos ofrecieron dos almacenes del polvorín de Santa Gertrudis y allí montamos los compactos, pusimos puertas de seguridad y una alarma. Hay material fragmentario de cerámicas y restos humanos. El material más valioso, digamos susceptible de robos, como monedas, vidrios o joyas está en el Museo», matiza Fernández.