«No me ha salido un libro para hacer amigos», afirma el autor de ´Menorca 1936. Violencia, represión y muerte´. Y no le sobra razón. Juan José Negreira Parets (Palma, 1957) ha escudriñado en esta ocasión un periodo escasamente investigado, un inmundo pozo histórico que rebosa miserias y canallas: «Imposible no implicarte emocionalmente con tanto dolor», cuenta ahora, tras concluir una investigación que le ha dejado exhausto y tocado.

Aquellos años de guerra, muerte, violencia y represión en Menorca comenzaron el 19 de julio de 1936 «con un intento débil, desorganizado y excesivamente confiado» de sublevación de los jefes militares de la isla, seguido, tras el arresto en Barcelona del comandante militar de Balears, el general Manuel Goded Llopis, de la detención de esos mandos por sus suboficiales: «Corrieron a detener a sus mandos cuando ya sabían quién era el equipo ganador», indica el historiador palmesano.

Y en ese capítulo de la historia menorquina, en el que no tardarían en correr ríos de sangre, no faltaron los ibicencos, a los que nunca duda en recordar Negreira en sus investigaciones. Está, por ejemplo, Mariano Roig Marí, de 53 años, jornalero ibicenco que trabajaba en la Base Naval Secundaria de Maó y que murió junto a otros seis trabajadores de esa instalación el 18 de noviembre de 1936 a consecuencia de un bombardeo de la aviación nacional, precisamente cuando construía un refugio antiaéreo.

Aquel mismo día falleció el pitiuso Vicente Ferrer Torres, teniente de Carabineros en Ciutadella. Padre del pintor Vicent Ferrer Guasch, fue uno de los 50 presos recluidos en el barco-prisión ´Atlante´ -fondeado cerca de Cala Figuera- que fueron sacados de allí y linchados como represalia por el bombardeo. Su cuerpo fue enterrado, inicialmente, en una fosa común. Al día siguiente hubo otra saca en la que fueron acribillados 23 hombres: uno de ellos era el ibicenco José Planells Riera, sacerdote que fue asesinado en el mismo cementerio de Es Castell [Villacarlos] tras ser sacado a empellones, como Vicent Ferrer, del ´Atlante´ y trasladado hasta allí en un camión. En el camposanto les esperaba un pelotón de fusilamiento y dos sepultureros.

Fotografía del ´vapor-cárcel´ ´Atlante´, fondeado cerca de Cala Figuera. f d. i.

En uno de los capítulos, Negreira saca a relucir las memorias de Carlos Guerrero -hijo del coronel Arturo Guerrero, jefe del Regimiento de Infantería asesinado también la noche del 19 de noviembre de 1936-, en las que habla del «sargento Serra, traído prisionero o pasado en Ibiza, donde era cabo» y al que califica de «medio tonto y analfabeto». Y también recuerda el breve paso por la isla de aquellos cuatro guardias civiles embarcados con las tropas republicanas en Ibiza y que acabaron pasándose a los nacionales en el frente mallorquín de Portocristo, en uno de los episodios más rocambolescos de la Guerra Civil.

Son los trapos sucios de tres violentos años a los que siguieron muchos más desde el momento en que los nacionales tomaron la isla el 9 de febrero de 1939 y empezaron a saldar cuentas: «No hubo tiempo para la piedad ni el perdón». En poco tiempo se firmaron 148 penas de muerte. Pero esa es otra historia.