­Aunque solo hace 11 años que Ángel Marruedo Marín (Ibiza, 1971) vive en Seattle (Estados Unidos), tiene ya un acentazo yankee que delata hasta qué punto este ibicenco se ha integrado en un país que dice adorar: «Tengo que disculparme porque mi español es un desastre. Ya hablo mal inglés y mal español, es horrible», comenta a través de su tableta Samsung y vía Skype. Es mediodía de una jornada radiante (algo poco habitual en esa ciudad «gris, muy grissss», enfatiza) en Seattle; de fondo se escuchan, de vez en cuando, pasar los hidroaviones. En Ibiza son las nueve de la noche y se escucha de fondo el Ushuaïa.

En Seattle ha cumplido el sueño de todo informático, como él, que se precie: trabajar en la meca del software, Microsoft. Es una de las 36.000 personas que acuden cada día al campus de la empresa líder mundial en informática, concretamente al departamento que desarrolla la Xbox, de la que hay 65 millones de unidades en todo el mundo y para la que existe un servicio de juego en línea en el que participan 40 millones de personas. Pocos alumnos saldrán del colegio Cas Serres, del instituto Sa Blanca Dona o de la Universitat de Girona, donde ha estudiado, que, profesionalmente, acaben algún día en la corte de Bill Gates, el fundador de Microsoft. Antes trabajó en Hewlett Packard (Barcelona), Prosystems (Ibiza) y m2 (su propia empresa en la isla, de ayuda técnica y mantenimiento).

´Maicrosoft´. «Ya no puedo decir Microsoft, me suena raro. Ya tengo que decir maicrosof. Si hablo de cosas relacionadas con la informática, no me sale hablar en español. En el trabajo hay gente de México con la que no puedo tratar en castellano cuando hablamos de trabajo», explica. Sin embargo, cuando llegó a Seattle, chapurreaba el inglés: «Hablarlo fue un reto. Los primeros años era extenuante. Trabajaba con la cabeza, pero además tenía que emplear el inglés, escribirlo, hablarlo, entender lo que decían... Era un sobreesfuerzo tremendo. Sufro lo que muchos españoles: que si no lo hacemos bien, tenemos vergüenza de hablarlo. Al principio era difícil, pero como en esta empresa hay gente de muchos sitios del mundo que lo hablan horrible, al final aceptas que si te entiendes da igual que la gramática o la pronunciación no sean las correctas».

A Seattle por amor. Desde pequeño, Marruedo tenía claro que quería estudiar informática: «Tengo dos hermanos, Rafael y Gustavo. A los tres nos encantaban los ordenadores. Era una decisión natural para mí que eso que era mi hobby se convirtiera en mi modo de vida». El primero que fue a Seattle fue Rafa, el hermano menor. Una de las amigas que hizo allí, Holly Havnaer, le visitó en una ocasión en Ibiza, momento en el que conoció a Ángel: «Nos gustamos, estábamos muy bien juntos y al acabar ese verano pensé en ir a Seattle a pasar también tres meses para aprender inglés, salir fuera, hacer algo distinto. Volví a Ibiza un par de veces durante un par de años y luego ya me quedé en Seattle». Y desde entonces. Dos dálmatas y un gato completan su familia.

Quien controla la calidad. Hace diez años, el novio de una de las mejores amigas de Holly, que trabajaba en Microsoft, le comentó que buscaban informáticos. Después de seis entrevistas, le contrataron: «En esta década he ido progresando en el mismo campo. Hay tres campos fundamentales: los product manager, que es el grupo que idea cómo va a ser un producto; luego están los programadores, que convierten en un programa de verdad, en algo funcional, las especificaciones de los product manager; y luego está el tercer grupo, que es donde estoy yo, el quality assurance, el de programadores especializados en testing, los que nos encargamos de que la calidad sea la adecuada. Comprobamos las especificaciones del producto que está en proceso de ser creado, nos aseguramos de su calidad y de que no haya errores, de que sea funcional, tenga sentido, de que los usuarios lo entiendan». Si no les convence, ya saben a quién quejarse.

El que empaqueta las actualizaciones. Dentro de ese grupo específico, Ángel Marruedo ha trabajado, esencialmente, en tres productos de Microsoft: Windows Small Bussines Server, Windows Home Server y, ahora, en Xbox: «Cada año -en 2011 fue en noviembre- sacamos un nuevo service pack para la Xbox, que son muchas actualizaciones empaquetadas. En la de 2011 ya participé». También trabajó en un prototipo secreto «que solo unas empresas grandes probaron», aunque cambió de ámbito antes de que concluyera ese proyecto.

El futuro será Kinect... y Windows 8. Marruedo está «involucrado» en el desarrollo del Kinect de la Xbox, el controlador que reconoce gestos, voz y objetos sin necesidad de que el jugador mantenga contacto físico con la consola: «Es uno de los pocos productos que te hacen ver y experimentar cómo será el futuro. Dentro de pocos años todo será así, no tendremos que utilizar teclados, simplemente hablaremos o nos moveremos, y apuntaremos a una esquina y algo allí sabrá qué hay que hacer con esa señal», augura Marruedo a través de su tableta, en la que ha incorporado ya el inédito Windows 8, cosas de trabajar para la casa: «Lo llevo usando desde hace varios meses. Internamente somos los primeros en usar todas esas cosas. Windows 7 lo tuve un año antes de que saliera a la calle. Pero con W8 [en un par de semanas se lanza oficialmente] querían mantener ciertas cosas en secreto», explica. Para Marruedo, Windows 8 «es como un primer paso a lo que será el futuro de los sistemas operativos», cuando no haya distinciones entre tabletas, ordenadores de sobremesa o teléfonos: «Con excepciones, en el fondo queremos hacer las mismas cosas en todos los dispositivos. Es un error que se haga distinto software dependiendo del aparato. No tiene sentido desde el punto de vista del usuario ni de la empresa que lo desarrolla. Si fuera único, no se tendrían que hacer tres esfuerzos. W8 intenta integrar eso, la manera de hacer cosas en dispositivos distintos. Va a ser una evolución, como todo lo que rompe con el pasado».

Más ´marketing´, menos florituras. El ibicenco considera que el sistema Windows Vista no era tan malo, que lo que falló fue cómo se vendió: «Una de las cosas que Microsoft debe aprender es a hacer mejor marketing. Otras compañías lo hacen mejor y venden cosas que no son nuevas como si fueran una revolución. Vista tenía muchas funciones que XP no tenía, lo que pasa es que casi nadie las conocía». Por ejemplo, uno de los proyectos en los que ha trabajado Marruedo con la Xbox durante los últimos meses ha sido una función que Vista introdujo en Windows y «que casi el 60% de la gente de Microsoft no sabía que existía»: poder enviar fotos, música o películas desde la tableta a la Xbox para luego poder verlas o escucharlas en la televisión. Marruedo cree que, en ese sentido, tanto Microsoft como otras empresas están cambiando su manera de desarrollar el software: «En las compañías de informática -señala el ibicenco-, quienes tomaban hasta ahora las decisiones eran ingenieros, que a veces no son los que aportan las mejores ideas de cara a los usuarios. Los ingenieros quieren meter funciones nuevas y que cuando salga la siguiente versión contenga miles de opciones. Pero el 80% de la gente ni necesita ni quiere ni sabrá que existen esas nuevas posibilidades. Por lo tanto no hay que perder demasiado tiempo en eso. No tiene sentido. Hay que hacer muy bien lo que la gente quiere, lo que utiliza. Al ingeniero le parecerá que es fantástico porque nadie lo hizo antes, pero es muy seguro que nadie lo vaya a usar nunca».

Menos fiestas y más trabajar. «¿Crisis? Seguro que la hay -responde Ángel-, pero aquí no la veo demasiado. Cada vez que salimos, todos los restaurantes están llenos, tienes que esperar para que te sirvan. Apenas se nota, solo en cosas como que el valor de las casas ha bajado, aunque no demasiado, no tanto como en Florida». Muchas empresas del sector intentan adaptarse, con mayor o menor fortuna, al nuevo mercado y a la crisis, como Nokia, Hewlett Packard, Sony, Cisco...: «Muchas echan ahora a gente. Ese fue uno de los aciertos de Microsoft en 2008, cuando echó a 5.000 personas porque vieron llegar la crisis y que era preciso amortiguar el golpe. Ese año recortaron 3.000 millones de dólares. En esa época había un gasto excesivo», recuerda. Por ejemplo, el grupo de Windows en el campus de Microsoft de Seattle «celebraba una fiesta todos los viernes. Desde las dos de la tarde había comida y bebida preparada por la empresa». Y cuando se sacaban productos importantes o una nueva versión, todo el grupo se pegaba un fin de semana de aúpa. «Eso ya no sucede, está descartado», afirma. En 2011 organizaron una con motivo del 10º aniversario de la Xbox. Reservaron toda una noche el museo de la música (EMP Museum) en Seattle, del que es dueño Paul Allen, uno de los fundadores de Microsoft. «Eso ya solo ocurre en esas ocasiones excepcionales», asegura.

Internet en el bus de la empresa. Desde su casa en Seattle hasta el campus, en Redmon, hay unos 23 kms y un larguísimo puente. Al principio iba hasta allí en coche, pero se cansó de los atascos y empezó a usar el transporte público, bastante incómodo por su poca puntualidad y porque debía coger varios: «Fui en autobús durante año y medio, hasta que Microsoft creó un servicio de autobuses para los empleados. No son muy grandes. Cabemos unas 26 personas. Me recogen cerca de casa y me llevan directo al campus. Tiene conexión a internet. Es muy cómodo, ideal». Microsoft lo hace para «reducir la huella de carbono». Lo plantea como algo positivo, como un incentivo. Los trabajadores que lo usan participan en sorteos con premios como una tarjeta de 100 dólares de Amazon: «Ya he ganado unos 200 dólares en cosas así. También te calculan lo que te ahorras: en mi caso, 5.000 dólares en gasolina. Eso es un buen viaje a algún sitio».

Con seguro médico. «En Estados Unidos no hay sanidad pública. Has de contratar un programa. Recibes tu sueldo y decides si parte lo quieres dedicar a un seguro sanitario. Quizás el sueldo de Microsoft no sea tan bueno como el de otras empresas de software como Google, pero sus beneficios extras siempre son muy buenos. Por ejemplo, el seguro médico es fantástico. He tenido varias operaciones (con anestesia) y no he tenido que pagar nada», recalca. Catalogada en varias ocasiones como una de las empresas que más miman a sus empleados, su gimnasio es famoso: «Es enorme, de lujo... Tienen salas con distinta intensidad de luz: hay una enorme poco iluminada para los que estamos todo el día frente a un ordenador». A su juicio, Microsoft sabe que lo que la hace grande «es la gente que tiene, y que si no está contenta se puede ir a otro lado. Tenerlos felices es fundamental».

«En EEUU defienden la libertad personal. En España siempre me sentía raro»

­Entre las aficiones de Ángel Marruedo están el submarinismo, correr (actualmente se entrena para el maratón de Seattle, que tendrá lugar en noviembre) y jugar con la Xbox: «Ahora puedo decir que es parte de mi trabajo ;))», comenta en un correo electrónico. «También, ir de bares con mi mejor amiga, mi mujer Holly», que es profesora de inglés para inmigrantes y refugiados.

Viven en un chalé en cuya parcela había hace una década una war box, un habitáculo pequeño y rectangular edificado durante la Segunda Guerra Mundial: «En vez de tirarlo abajo, lo ´movimos´. Una pareja de California compró un terreno en una islita cerca de aquí y se lo llevó entero a cuestas. Luego construimos encima», relata.

En Microsoft no ficha ni está obligado a entrar ni salir a determinadas horas: «En teoría te comprometes a hacer determinados proyectos. Con tal de que los hagas, basta. Ahora no tengo una oficina para mí solo. Hemos cambiado el funcionamiento: estamos en espacios diáfanos, grandes, sin paredes, para que la comunicación mejore, para trabajar mejor en grupo». A su casa llega entre las 18 o las 19 horas: «Y entonces ceno. Me he acostumbrado ya a esos horarios. Y como entre las 12 y las 13 horas».

A Ibiza solo ha vuelto una vez desde que se marchó: «Fue hace seis años. Al llegar a Madrid me angustié con la gente. Fue un shock. Una de las cosas que me encantan de Estados Unidos es la independencia. Puedes hacer lo que quieras sin que a nadie le importe, con ciertos límites. No están encima de ti, respetan las distancias. Es lo que me chocó al llegar a Madrid. Las charlas en voz alta, los gritos... me hizo sentir un poco raro. Mi mujer siempre lo ha dicho: el choque cultural es mucho más grande cuando vuelves a tu sitio de origen. Me hizo sentir raro, aunque siempre me he sentido raro en España». Le chiflan los Estados Unidos, «uno de los pocos sitios que entienden, aprecian y defienden la libertad personal. Eso me hacía sentir incómodo en España. Aquí se defiende que alguien sea especial como individuo, no por nada más, no porque pertenezca a un grupo o piense de una manera».

El ibicenco, que una vez vio a Bill Gates («fue en un encuentro anual de la compañía, hace ocho años, cuando se celebraba en un estadio de béisbol»), ha decidido dejar de leer noticias de España: «Me ponía enfermo».