El debate aún no ha tenido un eco contundente en los medios de comunicación pitiusos, pero los trabajadores de la hostelería y quienes regentan este tipo de negocios lo saben: hay una guerra soterrada entre restaurantes, hoteles y otros negocios vinculados a la industria turística, que andan quitándose los profesionales unos a otros.

Cocineros, camareros, maitres y recepcionistas experimentados, entre otros oficios, andan saltando de puesto en puesto de la noche a la mañana por una oferta mejor. A diferencia de otros años, no solo afecta a grandes empresas y cadenas hoteleras, sino también a negocios familiares de larga tradición, que de pronto descubren que ya no cuentan con la plantilla prevista para la inminente temporada y no les queda más remedio que recurrir a las mismas estratagemas para equilibrarla de nuevo.

Sin duda, hay innumerables factores que contribuyen a esta crisis de profesionales, pero cuatro son especialmente relevantes y se sitúan al mismo nivel. En primer término hay que aludir a la fiebre expansiva del sector lujo, con un número creciente de hoteles de cinco estrellas, villas y chárters con servicio propio, restaurantes de lujo y demás establecimientos. Requieren de profesionales con una elevada experiencia, capaces de tratar y responder a las altas exigencias de unos clientes que desembolsan verdaderas fortunas durante sus vacaciones y que esperan una atención y calidad acordes a la supuesta categoría que han contratado.

En segundo término, hay que aludir a la crisis de vivienda. Empuja a cientos o miles de profesionales que antes venían a Ibiza a buscarse la vida hacia otros destinos turísticos. Al mismo tiempo, frena la llegada de otros nuevos. En las últimas temporadas, se esforzaban en buscar casa y, si no la conseguían, desistían. Ahora muchos ya no hacen ni el intento.

En Ibiza, según parece, se cobra ligeramente por encima que en otros destinos españoles de sol y playa, pero esa diferencia no cubre ni por asomo el coste del piso, aunque sea compartido. La única opción, si se encuentra, es vivir medio año en condiciones infrahumanas. No es necesario poner ejemplos porque, para vergüenza de todos los ibicencos, los hemos contemplado en todos los telediarios nacionales y en varios seriales de supuesto periodismo de investigación en los que ni siquiera tienen que recurrir a la exageración. En Ibiza, la realidad supera a la ficción.

Tercera causa: la escasa oferta formativa de profesionales de la hostelería, que no provee al mercado laboral pitiuso de suficientes empleados que se manejen correctamente en varios idiomas y hayan adquirido las distintas habilidades que requiere el desempeño de un oficio en su grado más elevado de exigencia. Sorprende que incluso los cursos que se convocan a menudo no alcanzan las matriculaciones mínimas para llevarlos a cabo. En Ibiza, además de formación, falta mucha concienciación para que los jóvenes realmente quieran estar lo mejor preparados posible, en lugar de agarrarse al primer trabajo de baja calidad y exigencia que se ponga a tiro.

Y como cuarto condicionante, el nulo sentimiento de fidelidad de los trabajadores hacia unas empresas que les fichan por temporadas o les ofrecen contratos fijos discontinuos. Pese a que hay muchos negocios que podrían alargar la temporada, se les aboca a inviernos de paro y a una pensión de jubilación -si es que dentro de unos años aún existe tal cosa- que implicará vivir en unas condiciones económicas cercanas a la pobreza.

Esta crisis de empleados cualificados es consecuencia directa de la burbuja especulativa que ahoga la calidad de vida en las Pitiüses. Constituye un ejemplo de que la inflación inmobiliaria no sólo se traduce en unos precios disparatados en el alquiler y compra-venta de pisos, sino también en el incremento de los salarios de perfiles profesionales muy determinados -otros continúan congelados al nivel de hace años- y, en consecuencia de los precios en general.

La burbuja se expande en Ibiza y contagia todo lo que toca. El jueves pasado este periódico afirmaba que el precio del metro cuadrado de la vivienda de lujo se incrementó un 51% el año pasado, una verdadera locura. Esta inflación desbocada, como es obvio, se va filtrando a todo el sector inmobiliario. En esta ocasión, los grandes beneficios que genera Ibiza al menos se repartirán un poquito más entre los profesionales, pero la sensación de inseguridad y desequilibrio es cada vez mayor en las Pitiüses.