Un soplo de aire fresco ventiló el salón de plenos del Consell después de que el mundo paralelo, gris y soporífero de la política insular se tragara, el pasado lunes, cinco horas de nuestras vidas. La ciudadana María Rodríguez aportó, con una pregunta al acabar la sesión, un mordisco de esa realidad de la que parecen estar ausentes los políticos desde que, una vez elegidos por los ciudadanos, son abducidos por la Administración. María gana 2.300 euros al mes, a pesar de lo cual es, como la califica su abuela, «una indigente asalariada», pues vive en un garaje. Las ayudas al alquiler, de poco le sirven. Acudir al Ibavi, menos, porque «nunca hay nada disponible». La vicepresidenta del Consell, Viviana de Sans, le respondió que confía en que los precios bajen poco a poco gracias a las medidas coercitivas del Govern contra los alquileres turísticos. Mis vecinas se vieron obligadas hace un mes a regresar a su pueblo porque si ya pagaban un alquiler caro, el propietario quería subirlo 300 euros más. Quizás tenga razón De Sans, porque no ha logrado alquilarlo desde que se fueron. Cada día que pasa le imagino bajando unos euros el desorbitado precio, a regañadientes, dándose cabezazos por haber echado a quienes cuidaban con esmero su vivienda. Una de ellas es una cualificada trabajadora de las que no sobran en la isla. Cada día que transcurre sin que ese codicioso se salga con la suya, es una victoria que espero celebrar con ellas cuando reviente esta locura.