El presidente del Consell de Formentera advierte de que el reto es encontrar el «equilibrio» entre turismo y medio ambiente. Resulta tranquilizador, pero insuficiente. Llevamos años exigiendo políticas que permitan crecer a la industria del turismo respetando el medio ambiente. Y poco se ha avanzado. Pero los tiempos cambian. Ibiza y Formentera caminan con paso seguro hacia el éxito económico a la misma velocidad que su sociedad se dirige hacia el abismo. A medida que la oferta hotelera se moderniza y mejora en calidad (una bendición, desde luego), la vida se encarece, el derecho a la vivienda se evapora y aumenta el volumen de personas de la llamada clase trabajadora pobre, que a pesar de cobrar un sueldo no llegan a fin de mes. ¿Cómo variar la ecuación? ¿Cómo avanzar en la convergencia entre el éxito económico y la justicia social? No se puede impedir a nadie no sólo que haga negocio sino que intente ganar cada vez más. Pero hay que preguntarse a qué precio. Si vale la pena crear un paraíso turístico a costa de concebir un cementerio social. Me pueden acusar de apocalíptico, pero la realidad es terca. Vivir en estas benditas islas es cada vez más complicado. Y es algo tan evidente que hasta los políticos deben haberse dado cuenta. En su mano está una posible solución. Pero cometen un error si intentan arreglarlo solos. Deben apoyarse en la sociedad porque la envergadura del reto lo exige. La historia se encargará de juzgar el empeño de todos.