Es inimaginable una huelga de tres semanas en la recogida de basuras. O en las gasolineras, los taxis, los autobuses discrecionales, los hoteles y apartamentos turísticos, en la sanidad... La sociedad de las islas no lo soportaría, quizás porque los directamente perjudicados serían los adultos, y no los menores. Sin embargo sí hemos aguantado que los centros educativos públicos hayan estado paralizados durante 15 días lectivos y, lo que es mucho más inquietante, es muy posible que aguantemos otra huelga similar en cualquier momento, ya que la tregua actual está condicionada a que se llegue a un acuerdo satisfactorio para los convocantes, los sindicatos STEI y CCOO y la Asamblea de Docentes.

El curso ha empezado en falso, sobre un equilibrio precario que se puede quebrar en cualquier momento. Las partes en conflicto deben ahora tener en cuenta que el empecinamiento en sus posiciones ocasiona perjuicios graves y directos a los escolares, que ya han sufrido bastante, y que su responsabilidad es encontrar un punto de acuerdo que garantice que la actividad académica no se vuelve a paralizar y que se desarrolla con normalidad. Tras ocho reuniones y 38 horas de negociaciones infructuosas toca que cada parte reflexione sobre sus posturas y sea más flexible: será imposible que se llegue a un acuerdo si los docentes siguen exigiendo que el TIL se aplique de forma voluntaria y el Govern que sea obligatorio en Infantil y Primaria. Por el bien de todos, urge encontrar a un mediador que ayude a desencallar esta situación y evite que regrese el caos a las aulas.