Como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, el conseller de Turismo del Govern, Carlos Delgado, ha puesto en duda la eficacia del estand propio de las Pitiusas en las ferias turísticas. En el Parlament, evidenciando su enfado y con el tono altivo y desafiante que suele gastar, Delgado cuestionó la efectividad de la iniciativa pitiusa: «El éxito del estand no es el ambiente que se haya conseguido, sino que se verá el año que viene con el resultado de la temporada, al igual que el retorno del gasto que se ha hecho». Por si no quedaba claro que quería desacreditar la idea, aseguró que después de la reciente feria de Londres -en la que Ibiza y Formentera estrenaron su estand independiente- Mallorca y Menorca tenían previsiones de incremento del turismo británico más altas que las Pitiusas, y para rematar la faena atribuyó con todo descaro los buenos resultados de la temporada pasada a la feria londinense de 2011, en la que todas las islas compartían aún el mismo estand balear. Solo le faltó decir que somos unos desagradecidos que no sabemos valorar sus desvelos por la industria turística pitiusa.

El conseller que se niega sistemáticamente a cumplir la ley y traspasar a los consells las competencias de promoción turística que les reconoce el Estatut, el conseller que cuida tan bien de su imagen personal que es capaz de ponerse por montera las criadillas sanguinolentas de un ciervo recién cazado para pasar a la posteridad, pretende ahora dar lecciones a las instituciones y empresarios de Ibiza y Formentera sobre cómo han de gestionar la imagen de sus propias islas.

El presidente de la patronal hotelera, Roberto Hortensius, consideró que las manifestaciones de Delgado estaban «fuera de lugar». Y agregó: «Al escucharle me daba la sensación de que no era nuestro conseller; no tiene que estar molesto, debería estar contento de que el sector se rasque el bolsillo para pagar la promoción de Eivissa ahora que no hay convenio con el Govern». Por descontado, el responsable balear de Turismo se ha negado a aportar un solo euro para ayudar a financiar el estand pitiuso, ni siquiera de la parte de los fondos autonómicos que correspondería a nuestras islas.

Delgado tiene el indiscutible mérito de haber puesto a todos de acuerdo en las Pitiusas. El estand propio, unánimente elogiado por quienes pueden apreciar los resultados, ha sido consecuencia del convencimiento unánime de los gobiernos insulares y municipales, de los partidos de la oposición y de las entidades empresariales de que las decisiones del conseller discriminan a Ibiza y Formentera y benefician a Mallorca, de que su gestión será siempre un obstáculo para la promoción turística de nuestras islas y de que la única alternativa era diseñar y ejecutar una estrategia propia que no dependa del Govern.

Las empresas e instituciones pitiusas han demostrado en los últimos años que sabían capear la crisis mejor que las demás islas; aunque solo fuera por eso, de un conseller que fuera sensato y del Govern al que pertenece cabría esperar colaboración, no palos en las ruedas y desplantes. Pero en el caso de Delgado, eso es lo que hay.