Todo el problema con las listas de espera del Ib-salut de Ibiza se debe al nombre del servicio que las elabora. Un servicio que se llama ´de citaciones´ promueve la expectativa de que dará citas, mientras la verdadera función que ejerce ese servicio no es darlas sino demorarlas. La lista de espera que publica el Ib-salut solo consiste en generalidades sobre la media de demora para acceder a cada servicio, lo que no tiene nada que ver con la cita de fecha y hora que un paciente con nombre y apellidos espera obtener. Así nace la frustración que el tiempo ha consagrado y pone de los nervios a los pacientes, al ver que el servicio que debía abrirles la puerta se la cierra por norma y durante un tiempo indefinido. Esa indeterminación que supone dejar a la gente en el aire se suma como angustia a la enfermedad del paciente atrapado en la lista desde el momento que oye lo de «está usted en lista de espera». Puede ser espera de semanas, meses o años, y las secuelas de quedar pendiente de la cita incluyen, como atestiguan tantos pacientes, la paralización de los planes personales y familiares, mientras se espera una llamada de teléfono que no se sabe cuándo se producirá.

Solo conocen los datos ocultos quienes manejan las listas en el secretismo más absoluto, no los afectados, que son los pacientes. Estos empiezan enseguida la aventura de agenciarse una cita soslayando a ese servicio de citaciones que no les cita. Los que fracasan tras usar todo su ingenio y hasta la picaresca, reclaman al servicio de asistencia al paciente, que algún talento recalificó como de asistencia al ´cliente´, en equívoco que llega a ser ultrajante en situaciones de verdadero dramatismo. Toda esta angustia y trabajos evitables procede del ´ya le llamaremos´, la cómoda consigna en que se mueve un servicio de citaciones incapaz de justificar su nombre al menos con una fecha aproximada.

Un servicio de sanidad de calidad, universal y gratuito, es un imán para propios y extraños, y ya se sabe que el Ib-salut atiende una demanda extra de extranjeros y desplazados que sube los costes y engorda las listas con las que parecemos condenados a vivir. Los políticos hablan a menudo de ellas, pero está garantizado que cuando lo hacen descubren mucho más acerca de sí mismos que de las listas. Las usan, con una regularidad ritual que invita al escepticismo, para acusar al político de enfrente de ser culpable de lo que ninguno de ellos ha demostrado saber arreglar. Puesto que ese servicio no da citas sino que mete a la gente en ese limbo que llaman listas de espera, podrían rebautizarlo como servicio de listas o servicio de espera, y se acabaría al menos con la confusión que produce tantas angustias. Aunque, de llamar a las cosas por su nombre, la denominación que se ha ganado a pulso sería la del ´servicio de ya le llamaremos´.