Les escribo estas líneas no sé si desde la cama de un hospital o desde el tanatorio, tras ir a ver a un compañero ciclista atropellado por un demente de esos que se hace llamar profesional del volante. Estas duras palabras son el resultado de un análisis no muy profundo que he hecho en estos años de ciclista aficionado en Ibiza. En sólo una semana, el autobús de línea de Sant Josep, el de las Salinas y dos taxis se han saltado un stop, casi me han atropellado (digo casi porque de lo contrario no podría escribir estas líneas). Lo peor fue el recochineo del conductor del autobús de las Salinas, un chico joven (no diré de dónde era para que no pierda el trabajo) que me puso el autobús encima cuando estaba a la altura de la mitad de su vehículo yendo yo a 35 kilómetros por hora, y encima me increpó

Fui detrás de él al ver que iba a las Salinas y allí lo cogí. Le dije que era muy malo y me respondió que yo estaba muy nervioso; le dije que yo tengo una familia que mantener y que a él le daba igual. Me dijo que estando en la parada tenía preferencia, que tenía el intermitente y si no que frenara, a lo que yo le contesté que no tenía ni idea del tráfico en España (él no era español) y que fuera a una autoescuela.

Fui directamente a Tráfico a poner una denuncia al conductor. Me atendieron muy amables y me instaron a interponerla, pero me avisaron de que tenía muy poco que ganar y tendría muchas molestias por parte con llamadas y otros trámites. Entonces les dije que no se molestaran.

Estoy pensando seriamente en dejar la bicicleta y fumar y beber como un cosaco, porque el deporte sí que es un riesgo para la salud.

Desde aquí le mando un fuerte abrazo a Armando, que el pasado sábado 3 de octubre fue atropellado por un vehículo que se dio a la fuga, por poner otro ejemplo más.