Al principio, la familia de la menor se mostró reticente a hacer público el caso de su hija, pero finalmente accedió a contar su historia «con la esperanza de que algo así no le ocurra a nadie más». Un amigo de esta familia ya sabe cómo se las gastan algunos funcionarios de la Administración de Justicia con determinados casos, así que ha decidido no pedir la nacionalidad española para su hija, también ibicenca y escolarizada en Sant Antoni, porque no quiere atravesar el calvario burocrático de su compañero, que comenzó en 2011 y aún no ha concluido, ni tener que responder a preguntas tan malintencionadas como «¿por qué quieren la nacionalidad española para su hija?, ¿es que no están contentos con la suya?». Este hombre prefiere esperar a que su hija cumpla 18 años. En relación a esto, una abogada recordó los casos de los niños nacidos en España que fueron enviados a Francia tras la guerra civil. Muchos llegaron con apenas dos o tres años, pero Francia nunca les concedió la nacionalidad, aunque ellos se sentían franceses. «Estos niños discriminados sufrieron mucho», reflexiona.