El trabajo que realizan los investigadores es de hormigas. Excavan en la tierra, la extraen y van filtrándola hasta encontrar pequeños restos humanos o de objetos. Pero una vez localizados los tienen que definir e identificar hasta llegar a conclusiones fiables con criterios científicos.

Luego, utilizan los métodos de análisis más modernos que les permiten poner fecha a estos tesoros del patrimonio. En el laboratorio montado en el albergue de Sant Francesc hay un microscopio y varios ordenadores pero, sobre todo, se respira paciencia, mucha paciencia. Los jóvenes voluntarios que trabajan estos días en este proyecto tienen ante si bandejas de tierra con minúsculas partículas que van separando con finas brochas y utensilios muy precisos hasta poder identificarlas, si es que son de interés para la investigación que realizan. El ambiente es de silencio apenas una palabra por encima de otra, máxima concentración. Eso sí cuando aparece algo interesante esa tranquilidad se rompe.

Pero para los directores del proyecto lo más importante es que el resultado de tantas horas de trabajo se está traduciendo en éxito. Esto a la vez les obliga a plantearse nuevas preguntas que intentan contestar con pruebas, con resultados científicamente demostrables. Aquí no valen especulaciones, eso sí, plantean hipótesis de trabajo que con el mismo entusiasmo que se plantean se pueden desvanecer para abrir nuevas vías de investigación. Los restos de esta mujer les obligan a abrir nuevas investigaciones.