­Sor Francisca Serra Llabrés (Establiments, 1921) falleció ayer en su pueblo natal, en Mallorca, a los 94 años de edad en la comunidad de religiosas de esta localidad donde decidió retirarse. Esta monja alegre, amable y cercana dedicó prácticamente toda su vida a atender, desde 1955 hasta su retiró, a los ciudadanos de Formentera. Fue pionera en la atención social en Formentera, cuando en la década de los cincuenta y sesenta no existían prácticamente servicios sociosanitarios.

Cuando llegó a la isla tenía 34 años, era maestra y miembro de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Sant Vicent de Paul, comunidad que dirigía el actual colegio de Virgen Milagrosa de Sant Francesc.

Los reconocimientos

En 2004 el Govern balear le concedió el Premio Ramon Llull en reconocimiento a su labor humanitaria, realizando tareas de docencia y atención sanitaria, poniendo inyecciones o tomando la tensión a los ciudadanos que requerían de sus servicios.

Pero su actividad y su compromiso social no se quedó en la enseñanza o la atención médica sino que también se traslado al campo cultural con la creación del primer coro parroquial de Sant Francesc o asumiendo la dirección, durante muchos años, del grupo de teatro aficionado de Formentera s´Esglai, del que fue uno de sus miembros más activos. Desde mediados de los ochenta y a lo largo de los noventa Sor Francisca dirigió al grupo en el montaje de numerosas piezas de corte costumbrista. En ese sentido, fue una pionera de las artes escénicas y una amante de este arte.

Dos años más tarde, en 2006, el entonces alcalde de Formentera, Isidor Torres, propuso al pleno del entonces Ayuntamiento su nombramiento como hija adoptiva, que se aprobó por unanimidad. En aquel momento la primera institución insular justificó el reconocimiento por su dedicación no solo religiosa sino también por «haber pasado la mayor parte de su vida en Formentera y haber destacado por su labor de asistencia a enfermos y necesitados; a la enseñanza, a las actividades sociales y a la cultura en general«.

Sor Francisca, en cambio, nunca pensó que fuera merecedora de tales reconocimientos. Cuando en 2004 el entonces alcalde de Formentera, Juanma Costa, le comunicó que el Govern balear le había otorgado el premio Ramon Llull se limitó a decir: «No merezco este premio, mi trabajo siempre ha sido desinteresado y si hay que dar un premio es a la Congregación [Hermanas de la Caridad de Sant Vicent Paul-Fundación Mallorquina] porque sin ella yo no estaría aquí».

Muchos vecinos de Formentera recibieron ayer la noticia de su fallecimiento con un sentimiento de tristeza, recordando los 50 años de dedicación a la población a la que se entregó. Por lo menos dos generaciones de formenterenses la conocieron ya sea como maestra o como enfermera o sencillamente asistenta social, funciones que desarrollaba más allá de su dedicación religiosa. En todos queda la memoria de su sonrisa, su disponibilidad para participar en actividades sociales o para atender, siempre con la máxima discreción, a las familias más desfavorecida. Sor Francisca no entendía la vida de otra forma y todos los que la conocieron la recuerdan con cariño.

El párroco de Formentera, Miguel Ángel Riera, avanzó que el próximo lunes 23 de febrero se celebrará una misa funeral en la iglesia de su pueblo natal, Establiments, y en Formentera el oficio religioso en su memoria será el martes a las 19 horas en la iglesia de Sant Francesc.