Con el billete europeo ya comprado, al Balonmano Alcobendas de Ana Ferrer (Ibiza, 31 de marzo de 1990) le quedan dos jornadas de la División de Honor para intentar finalizar en una histórica tercera plaza. Tienen 33 puntos y están igualadas con el Sagunto.

—Para un club con un plantel tan joven, ¿qué supone clasificarse para competiciones europeas?

—Una enorme satisfacción. En mis primeras temporadas se ha luchado por la permanencia, que siempre se conseguía de manera holgada. Lo de esta temporada ha sido una gran sorpresa, el 8 de agosto del año pasado pensábamos que no ganábamos ningún partido.

—¿Por qué?

—Empezamos a tener muchas bajas. Además, nuestro entrenador –Luis Carlos Torrescusa– dejó el equipo para dedicarse a la coordinación de la cantera, por la que está apostando mucho el club. Félix García, que era el segundo entrenador, pasó a hacerse cargo de la plantilla. A un mes de empezar la competición, estábamos muy descolocadas. Como consecuencia de las bajas, decidieron recolocarme de extremo izquierdo a lateral.

—¿Cómo se explica su éxito?

—Ese caos unió más que nunca a un grupo en el que siempre ha habido buen rollo.

—Ahí está la magia.

—Tal cual. Tú te alegras cuando marca una compañera y al revés. Individualmente, no sé si seremos de las mejores de la Liga, pero como conjunto dudo que haya otro equipo mejor que nosotras.

—Ya puestos, mejor acabar en tercera plaza la Liga y entrar en la Recopa...

—Cuando me preguntan si prefiero jugar la EHF o la Recopa siempre contesto lo mismo: ¡Ya es una pasada estar en competiciones europeas! Realmente, nos da igual. Solo pensamos en ganar el partido de este sábado (disputan la penúltima jornada ante León). Como no llegamos a asimilar del todo lo que estamos haciendo solamente podemos pensar día a día.

—El equipo sénior del Balonmano Alcobendas tuvo que retirarse el año pasado de la Liga Asobal. ¿La economía de la entidad les permitirá jugar competición continental la próxima temporada?

—Habrá que buscar nuevos patrocinadores, pero, en principio, no va a haber problemas. Hay mucha ilusión por debutar en Europa.

—A nivel personal, ¿qué sensaciones le dejan sus estadísticas?

—Muy buenas porque el inicio fue muy duro por culpa del cambio de posición. Poco a poco, una va tirando hacia adelante. Yo he ido claramente de menos a más.

—¿Añora las suspensiones del extremo o se siente cómoda en la lucha del lateral?

—No creo que vuelva al extremo. Me he hecho más dura para jugar por dentro, hay que pegarse con las rivales muchísimo más. Creo que con los años me iré moviendo más hacia el lateral. Creo que ahora mismo siento preparada para jugar de todo menos de portera.

—De su discurso se desprende que seguirá en el club la próxima temporada. ¿Se ve muchos años allí? ¿Ha recibido ofertas?

—Quiero seguir mucho tiempo en el Alcobendas, no podría estar más agusto en cualquier otro sitio. Vivo con tres compañeras del equipo y hay un gran ambiente. Somos como una pequeña familia. Eso es lo que me pasaba en Ibiza con el Puig d´en Valls. Si el Puchi es mi equipo de toda la vida, el Balonmano Alcobendas también está en mi corazón. Para el futuro no descarto probar en el extranjero.

—Se reencontró con sus orígenes cuando Raquel Bejarano acudió a la convocatoria de la selección promesa. ¿Qué consejos le dio?

—Le dije que disfrutara de la experiencia, que no se quedara con ganas de dar algo más. Creo que Raquel, junto a otras jugadoras del Puig d´en Valls, tiene un gran futuro por delante si sigue trabajando igual. Tengo especial predilección por el equipo cadete femenino y sé que valen mucho porque sigo muy conectada con el día a día del club.

—Ahora es un referente para esas chicas, ¿cuáles eran los suyos?

—Empecé tarde en el balonmano, así que no tuve grandes ídolos. Desde que salí de Ibiza, mi referencia es Macarena Aguilar, central del Itxako, actual campeona de Europa y un diez dentro y fuera de la pista. Otro espejo del que aprender siempre ha sido el tenista Rafa Nadal. Me encanta su determinación cuando se tira a por esas bolas imposibles e intento copiarla.