Conocí es Vedrà en los años 80 acompañado por el botánico ibicenco Nestor Torres. Recuerdo esa visita porque la grandiosidad mágica del islote se acompañaba de un escenario lleno de plantas en flor. Muchas de estas plantas solo se pueden ver en las Pitiusas, o incluso en el propio islote. En ese momento no había cabras. He tenido oportunidad de volver en varias ocasiones más tarde, y ver el efecto de la introducción de estos animales: arbustos casi sin hojas, mutilados y retorcidos. Nada quedaba de ese jardín de plantas exclusivas. Una flora propia de los alrededores de los establos y gallineros ocupaba un lugar que antes era una joya de la naturaleza. Solo las paredes verticales daban protección a esas plantas únicas.

Durante muchos años he preguntado por los motivos de mantener cabras en ese lugar, sin encontrar una respuesta razonable. Así que, ha sido para mi una gran alegría el saber que van a desaparecer las cabras de es Vedrà, y que por fin se va a proteger este enclave maravilloso. Mi enhorabuena a los gestores de la Reserva Natural des Vedrà, es Vedranell y els illots de Ponent por esta decisión que me consta ha sido complicada.

Sé de las dudas que se han generado por la suerte de estas cabras. Pero yo tengo dos convencimientos que les quiero transmitir. Primero, que es Vedrà es demasiado valioso para que sea dedicado a pasto de las cabras. Segundo, que es Vedrà es demasiado peligroso para enviar gente a que se juegue su físico, o su vida, para bajar las cabras de allí.

Vivimos en un mundo con algunas contradicciones, se diría que no hay un problema moral en eliminar ratas, pero sí lo hay en hacerlo con cabras. Creo que hay que asumir estas contradicciones con respeto, porque así es como lo siente, o lo sentimos, muchas personas. Pero en mi opinión, se ha acertado cuando ha prevalecido el proteger el valor del patrimonio natural que estábamos perdiendo y el evitar un grave riesgo que deberían asumir personas concretas.