¿Cómo funcionan el acoso sexual y psicológico sobre las víctimas?

Las denuncias por presuntos abusos contra los cineastas Armando Ravelo y Carlos Vermut ponen de relieve una realidad estructural de abuso de poder sobre las mujeres

En el centro, el cineasta Armando Ravelo. LP/DLP

En el centro, el cineasta Armando Ravelo. LP/DLP

Nora Navarro

Si el episodio del beso a la fuerza del expresidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, a la jugadora Jenni Hermoso tras la final del Mundial en Australia puso sobre la mesa la agresión sexual y el no consentimiento como una violencia normalizada dentro de las jerarquías patriarcales en el ámbito deportivo, las denuncias por presuntos abusos sexuales contra los cineastas Armando Ravelo y Carlos Vermut han destapado una problemática estructural e invisibilizada de acoso sexual y abusos de poder en el sector del cine, pero que, como en el primer caso, es trasversal a toda la sociedad. 

Los testimonios de cada vez más mujeres víctimas de relaciones de abuso estos últimos días ponen en evidencia la realidad del acoso sexual y psicológico como una forma de violencia machista cotidiana y silenciada, que, en numerosos casos, el miedo y la impunidad contribuyen a perpetuar. La psicóloga sanitaria Erica S. Gallego, de Therapy Room Psicología Las Palmas, desgrana algunas claves sobre los patrones de comportamiento de los agresores, así como sus mecanismos de manipulación y control, toda vez que brinda algunas pautas y herramientas para identificar los hilos de esa telaraña tejida poco a poco sobre el abismo. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia machista?

"Estos casos son una forma más de violencia machista, una de las menos visibles y, sin embargo, una de las más comunes», afirma la psicóloga Erica S. Gallego. "A veces circunscribimos erróneamente la violencia machista al ámbito de la pareja o a una agresión física, pero este es un tipo de violencia machista que se ejerce a menudo, de forma constante y prolongada, que la sociedad ha tendido a normalizar históricamente y que es ahora, en los últimos años, cuando empezamos a denunciarlo como un comportamiento que debe estar rotundamente fuera de la norma". 

Modus operandi del agresor

A juicio de la psicóloga, "no tiene por qué haber un modus operandi establecido" en los casos de conductas de abuso, si bien "el tipo de patrón que se suele repetir es que lo ejercen personas que tienen una posición de poder, lo cual facilita bastante que puedan abusar de esa posición". "Pero el agresor siempre busca mecanismos de manipulación que le permitan actuar de la manera más impune", precisa. "En ese sentido, no existe un perfil único, pero sí hay conductas que se repiten entre personas que manipulan a otras como medio para un fin, en este caso, de abuso sexual: la primera es entablar una relación de colegueo o amistad, como método de protección y de impunidad; la segunda es dirigir la comunicación hacia un ámbito sexual pero desde la ambivalencia y, desde ahí, tantear si se puede tirar más del hilo o, en un momento dado, recoger cable; y la tercera es actuar de una forma muy sibilina, que puede hacer pensar a la víctima que es la propia víctima quien ha propiciado ese encuentro o esa relación. Y claro, cuanta más relación vayamos entablando, más te conoceré, más información tendré sobre ti y más podré usarla para tratar de llevarte hacia donde a mí me interesa". 

Las víctimas potenciales

Al igual que en todos los casos de violencia machista, "no considero que exista un perfil común entre las víctimas de abusos", opina Gallego. "La realidad es que cualquier persona que pueda llamar la atención de la persona que agrede va a ser susceptible de estar en ese punto de mira y ser una posible víctimacon independencia de su edad o clase social". "Pero desde el punto de vista práctico del agresor, va a tratar de acercarse a personas que, por la razón que sea, estén más a su alcance y, en este sentido, siempre le favorecerá mantener una posición dominante, ya sea por edad, por conocimiento, o por posición social o laboral".

La vergüenza y la culpa

"La responsabilidad siempre, siempre, siempre es de la persona que abusa y agrede. Esto debemos repetirlo hasta la saciedad como un dogma de fe", afirma la psicóloga. Sin embargo, advierte que "desde el ámbito terapéutico, me encuentro con que la culpabilización de las víctimas e incluso la vergüenza por esa misma culpa perdura muchísimo tiempo y hay que trabajarla mucho, porque, además, toca muchas partes muy sensibles, como la autoestima, la sensación de control o la visión del mundo, que pasa de ser un lugar seguro a un lugar hostil. Y el proceso de reorganizar todo esto es complejo". No obstante, remarca que, a nivel psicológico, hay una diferencia clara entre responsabilidad y culpa: "yo puedo sentirme responsable de algo, pero no sentirme culpable por ello. Yo puedo ser consciente de que he sido partícipe o he tomado iniciativa en algo que he realizado, pero que no tengo la culpa». "Sin embargo, las personas tenemos la tendencia a atribuirnos a nosotros mismos ese negativo en lo que nos vemos envueltos. Y en casos de abuso, lo habitual es que nos pille totalmente por sorpresa esa agresión, porque nunca esperamos que algo así nos pueda pasar y el cerebro tarda en asimilar toda esa información. Luego, cuando lo vemos todo con distancia y claridad, no entendemos cómo es posible que no nos diéramos cuenta de lo que estaba sucediendo. Pensamos que deberíamos haber sido conscientes, haber dicho que no y haber parado". 

"La responsabilidad siempre, siempre, siempre es de la persona que abusa y agrede. Esto debemos repetirlo hasta la saciedad como un dogma de fe"

El papel de las psicopatologías

La tendencia a patologizar la violencia, atribuyendo sus acciones a estados mentales o adicciones, suele calar en el imaginario colectivo «por lo difícil que es aceptar esta conducta de daño consciente a otros por parte de personas sanas y funcionales». Aun así, suele esgrimirse a menudo para eximir de responsabilidades. «Lo que me parece fundamental es que podamos diferenciar entre posibles patologías que puedan estar subyacentes en el agresor y, por otra parte, su capacidad para diferenciar lo que está bien y lo que está mal. El agresor puede sufrir una psicopatología, pero eso no hace que su juicio se nuble hasta el punto de no discernir entre lo que está bien y mal». 

"El abuso no es algo en lo que tú te dejas, es algo que sucede"

Herramientas de psicoeducación

Los aspectos que Gallego suele trabajar en el ámbito profesional con personas que han sido víctimas de abusos suelen incidir "en el poco conocimiento que tenemos sobre cómo funciona la manipulación; por qué tiene tanto poder y por qué es un abuso". "Sobre todo, es importante desarmar ese discurso en que la persona que ha sido víctima se culpa por haber sufrido esa manipulación, cuando el abuso no es algo en lo que tú te dejas, es algo que sucede". En esta línea, insiste en «la claridad que brinda la psicoeducación", que es la razón por la que celebrará un taller en el que «proporcionar herramientas y claves sobre cómo funciona nuestro cerebro y cómo trabajar sobre la culpa y la responsabilidad, la vergüenza o el miedo al juicio". 

La importancia de verbalizar

El paso de verbalizar y denunciar es valiente e importante, pero en paralelo se produce también el fenómeno de la "revictimización o victimización secundaria", que abarca "toda la carga psíquica y emocional de tener que recordar, repetir y rememorar una y otra vez los episodios de abusos, cuando ya supone un trabajo potente tener que transitarlos, ya sea en un proceso de denuncia, de terapia, de hablar con los medios o con una amiga". "Entonces, aunque dar voz y testimonio es importante y puede ser revolucionario, también es importante entender que no todas las personas tienen por qué estar preparadas o en el punto de denunciar su vivencia, y esto debe de ser respetable. Que cada quien haga uso de su espacio y sea dueña del proceso que está viviendo para transitarlo como considera o como necesita", concluye la psicóloga.