Los confinamientos perimetrales establecidos desde el viernes en las comunidades autónomas de Madrid, Cataluña y Andalucía para detener el avance de la segunda ola de Covid-19 son auténticos coladeros. Ni Madrid ni Barcelona ni Málaga comprobaron ayer que los pasajeros que partieron de esos aeropuertos a primeras horas de la mañana cumplían los requisitos contemplados en las resoluciones o decretos de sus respectivos gobiernos autonómicos, que, desde el viernes, limitan o restringen la entrada y salida de personas desde sus correspondientes territorios. (Ver galería de imágenes)

Las tres administraciones procedieron, según subrayan en sendos decretos, a restringir «la entrada y salida de personas» de sus límites geográficos, «salvo para aquellos desplazamientos adecuadamente justificados». Pero todos los pasajeros de los cuatro vuelos que aterrizaron ayer en es Codolar entre las 7.55 (Ryanair, desde Barcelona) y las 9.30 horas (Ryanair, desde Málaga) aseguraron a esta redacción que en ningún momento tuvieron que justificar ni acreditar el motivo de su viaje, ni a la entrada al aeródromo ni en facturación ni en los controles ni al embarcar. Y mucho menos al llegar. A los viajeros les sorprendió comprobar que nadie se interesaba por la documentación que portaban consigo para demostrar que estaba debidamente justificado el desplazamiento desde la zona confinada perimetralmente de la que procedían hasta las Pitiusas. Eso, los que la llevaban.

Llama la atención esta situación si se tiene en cuenta que, el pasado viernes, la consellera de Presidencia del Govern balear, Pilar Costa, convocó una rueda de prensa de urgencia para informar expresamente de que, debido al cierre perimetral del resto de comunidades autónomas, no se podía «entrar ni salir de la Península, excepto a Extremadura y Canarias», y que, por tanto, no se podían «usar aviones o barcos para venir a las islas, excepto por causas justificadas». Pese a esa advertencia, Ibiza fue ayer un coladero.

Como ya ocurriera con los confinamientos de Sant Antoni y Vila, las restricciones, al menos ayer, fueron una pantomima. Laura llegó a la isla en el primer vuelo de la mañana procedente de Barcelona: asegura que nadie le preguntó en el aeropuerto catalán para que venía (a trabajar) ni le pidió la documentación que lo justificara. Igual les ocurrió a otras dos jóvenes (prefirieron no dar sus nombres) que, cinco minutos más tarde, volaron con Vueling y que ni siquiera son residentes en la isla. Alessandro, que también viajó en ese vuelo, reside en Formentera, pero afirma que embarcó como si no hubiera confinamiento perimetral en Cataluña: no tuvo que enseñar a nadie el documento que acredita que habita en esa isla. Tampoco Roberto, otro residente.

A Álvaro (llegado en el vuelo de las 7.55 horas), tampoco. Se desplazó el viernes desde Burdeos (Francia) a Málaga, donde sí le pidieron que demostrara que no estaba contagiado con coronavirus: «Lo tenía preparado para enseñarlo luego, pero no me lo pidieron ni para el vuelo de Málaga a Barcelona ni para el de hoy [por ayer], entre esa ciudad e Ibiza». Y no tiene justificación para ese traslado: «Vengo sólo de visita. Dos semanas». Los viajes de placer no se encuentran entre las 11 excusas para viajar que se contemplan en la resolución SLT/2700/2020, de 29 de octubre, del Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya.

Diane viajó de Barcelona a las Pitiusas («me costó sólo 1,35 euros el billete») sin tener que mostrar su certificado de residencia: «A mi cuñado tampoco se lo pidieron para ir ayer [viernes, cuando entró en vigor la restricción en Cataluña] hasta Barcelona en barco. Nadie le dijo nada»

Hasta una escritura

Hasta una escritura

Quienes a esas horas acudían al aeropuerto ibicenco para embarcar, llevaban consigo un arsenal de documentos para justificar su viaje. Como Leire, que iba a Bilbao (donde vive) vía Palma: había hecho hasta una copia de la escritura de su casa en la capital vizcaína. Ahmed, que regresaba a Málaga, consiguió un documento que demuestra su residencia en la ciudad andaluza, si bien su intención es ir desde allí a su Marruecos natal: «Pero antes tendré que hacerme en Málaga una PCR. Si no, no entro en mi país».

Como si el coronavirus no estuviera diezmando la población, Javier Sáez caminaba por los aledaños del aeropuerto sin mascarilla. Como Ahmed, iba a embarcar en el vuelo que partía a Málaga a las 10.05 horas (Ryanair): «Uy, pues no llevo ninguna documentación encima que justifique mi residencia allí. Es que he estado una semana de vacaciones en la isla, en la casa de unos amigos que no tienen televisión, así que no me he enterado de nada. ¿Hay confinamiento perimetral en Andalucía?». Sáez tiene una empresa en Almería, adonde debía dirigirse tras aterrizar.

Ni en Barcelona ni tampoco en Madrid hubo controles, según confirmaron Juan y otro hombre que llegaron desde la capital española a las 8.30 horas en un vuelo de Ryanair. Andrea Palau (ibicenca y residente) vino con su amigo Álex Castro (que no reside en la isla). Ella no tuvo que mostrar, pese a que lo llevaba, su certificado de residencia. Y si se lo hubieran pedido a él en Madrid, el joven tendría que haber regresado a su casa, pues su viaje en este puente no estaba justificado.

Además del residente, Sonia llevaba consigo un justificante de la universidad en la que estudia en la capital de España, pero no tuvo que sacarlos de su equipaje: «Te aseguro que hace 15 días había más control que ahora».

Daniel y Lurdes también aterrizaron en ese vuelo con la excusa de la compraventa de un vehículo y con el alta de autónomo, el modelo 036 (de empresario) y una copia del contrato de esa adquisición para demostrar que su viaje estaba justificado. El Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid tampoco recoge esa causa como «justificante adecuado» de ese desplazamiento. Pero como nadie lo comprobó en Barajas, llegaron sin contratiempos a Ibiza.

A D., un agente de la Policía Nacional que portaba una mascarilla del cuerpo, nadie le preguntó desde que llegó al aeropuerto madrileño por las razones de su viaje (de tres días: «Un asunto diplomático»), en el que le acompaña Amal.

Desde Zamora

Desde Zamora

Entre los perplejos por que nadie moviera un dedo para cotejar que tenían motivos razonables para volar se encontraba una pareja que se saltó dos confinamientos seguidos: el de Castilla y León y el de Madrid. Primero viajaron 300 kilómetros desde Zamora hasta el aeropuerto de la capital: «No vimos ningún control en la carretera», afirman. Vienen a Ibiza de viaje de negocios, para arrendar un local cuyo contrato no llegaron a firmar hace una semana. El lunes regresan a tierras castellanas, donde, en teoría, también rige el cierre perimetral.

A las 9.20 horas, 10 minutos antes de lo previsto, aterrizó el vuelo de Ryanair procedente de Málaga. Tenía «muy poca ocupación», circunstancia que no fue aprovechada en el aeropuerto andaluz para proceder a comprobar que los pasajeros cumplían, como se indica en el Boletín Extraordinario número 72 de 29/10/2020 del BOJA (Boletín Oficial de la Junta de Andalucía), alguno de los 12 (uno más que en Cataluña y Madrid) requisitos para atravesar la frontera andaluza. Esa comunidad restringió la entrada y salida de personas de su territorio desde las 0 horas del 30 de octubre de 2020 hasta las 0 horas del 9 de noviembre de 2020. Magalí entró ayer en la isla con ganas de enseñar tanto su certificado de residente como el de la universidad de Andalucía donde estudia. A Tanit, que es alumna de Mecánica Naval en la Universidad de Almería, también le hubiera gustado, pero nadie le instó a mostrar esa documentación al embarcar. Cristina y Elisa, madre e hija, portaban los certificados de residentes en el móvil, en formato electrónico. Pero no tuvieron que enseñarlos. Salieron de Málaga con destino Ibiza como si no hubiera pandemia ni existiera el Decreto 8/2020, de 29 de octubre, que restringe la movilidad tanto para entrar como para salir de esa Comunidad Autónoma.

Carlos (nombre ficticio) se desplazó desde Málaga a Ibiza «para una entrevista laboral», cuyo justificante no tuvo que enseñar a ningún agente, guardia de seguridad, funcionario o responsable de aerolínea porque nadie se interesó por ello. Llegó a Málaga («el aeropuerto estaba casi vacío») desde una provincia limítrofe sin que tampoco tuviera que justificar el viaje. Vuelve mañana lunes.