Vila se mostraba ayer como una sociedad colocada entre la espada y la pared. Por una parte, la espada de un virus que, aunque parece ir remitiendo en los últimos días, sigue presente como una amenaza sobre el conjunto de la sociedad. Por el otro lado, la pared de las pérdidas económicas a las que ya se enfrentan cientos y miles de comerciantes y propietarios de bares y todo tipo de establecimientos por la falta de clientes. (Ver galería de imágenes)

El primer día de confinamiento del conjunto de la ciudad (y no sólo de parte de ella) durante las próximas dos semanas no presentaba un aspecto demasiado diferente a cualquier otro sábado, pero sí había diferencias. Los bares y restaurantes son, sin duda, uno de los sectores más golpeados económicamente por las limitaciones. Durante las dos semanas últimas, los vileros de la parte confinada que no tenían bares a su alcance podían trasladarse hasta la otra mitad no confinada, y eso hacía que las cajas de estos establecimientos notaran incluso un cierto aumento. Sin embargo, eso ha terminado ahora, puesto que ningún bar ni restaurante puede abrir más allá de las diez de la noche en la ciudad.

En el paseo de Vara de Rey, las terrazas ofrecen a media mañana el habitual aspecto de cualquier día, con bastantes clientes en todas ellas, aunque con interiores prácticamente vacíos. El dueño de uno de estos bares afirmaba ayer que las nuevas restricciones «son la estocada final». «Hemos podido ir tirando hasta ahora, pues gente que vivía en el otro lado de la ciudad se desplazaba aquí por la noche y había cierto ambientillo. Tener que cerrar ahora a las diez es la puntilla», afirmaba. Aunque su terraza estaba bastante llena de gente (todo lo que puede estarlo con las restricciones impuestas), «el problema no es durante el día, es durante la noche, que es cuando hacemos más caja, porque la mayoría de la gente cena justamente a partir de las diez, aunque sea un bocadillo, mientras que de día sólo servimos cafés y refrescos».

Bares que cierran

El popular bar Sa Parada, en la avenida de Isidor Macabich, confluencia con la calle Extremadura, ha decidido directamente echar el cierre, después de haber resistido a trancas y barrancas durante las limitaciones de las últimas dos semanas. No ha tenido ánimos para seguir con dos semanas más, pues es uno de los locales sobre los que coinciden los dos periodos de restricción en Vila decretados últimamente. Un cartel lo deja bien claro: «Debido a las nuevas restricciones impuestas por el gobierno de Baleares por la Covid 19, nos vemos obligados a cerrar el establecimiento indefinidamente». No alegra mucho el panorama ver el local de al lado con un cartel de 'Se alquila' y el otro contiguo a éste, con la persiana también echada un sábado por la mañana. Puede que estos otros dos casos no tengan nada que ver con el virus, pero el paisaje resulta intranquilizador.

Las cosas tampoco acaban de pintar muy bien en el Mercat Nou. Allí, la impresión que se lleva cualquier cliente no habitual es que hay bastante gente comprando en el recinto. Pero cualquier persona habitual de es Mercat sabe que suele haber más concurrencia en circunstancias normales. De hecho, en la sección de pescadería llama la atención que buena parte de los locales estén cerrados. Miguel Llavero, de Pescados Valentina, y varios de sus ayudantes están desmontando el puesto sobre las doce del mediodía: «Hay muchos pescaderos que se han enfadado y no quieren abrir. No hay clientela suficiente. Parece que hay gente, pero es que un sábado como hoy esto tendría que estar petao», afirma.

«Si tienes el mostrador lleno de pescado y no consigues venderlo, te lo tienes que tragar. Más vale tener el puesto cerrado y no ganar nada que perder todo el dinero que cuesta ese pescado que no se vende», afirma.

En cambio, otros puestos parecen tener mejor suerte, aunque sin tirar cohetes. Es el caso de Frutas Toni, atendido por José Manuel, que considera que el día de ayer fue bastante parecido a otros sábados. En todo caso, lleva ya varias semanas con ingresos muy por debajo de lo habitual. Sea como sea, José Manuel cree que «lo que hay es mucha inseguridad de cara al futuro con tanto cambio de leyes y restricciones nuevas».

Vanessa, que trabaja en una tienda de moda de la avenida de España, afirma no haber notado diferencia entre ayer y el sábado anterior, pero sí en relación con dos semanas atrás, cuando empezó el 'confinamiento' de esta parte de la ciudad. «Deberían aclarar a la gente que no está prohibido entrar en Vila, porque mucha gente cree que no se puede entrar, y no es así, por lo menos si se tienen que hacer compras», afirma. En todo caso, ella cree que son medidas «necesarias» porque la situación del virus en Vila «está un poco desmadrada».

Amanda, de Charanga, en Isidor Macabich, se encuentra en una situación parecida, pues ayer no había ninguna novedad para ella. «Lo que sí hace la gente es llamar mucho por teléfono para asegurarse de que la tienda está abierta. La gente no va tan tranquila como antes», asegura.

Más ventas en el otro lado

En cambio, en la parte de la ciudad que estrenaba las restricciones que ya conoce la otra mitad, concretamente en la avenida de Bartomeu de Roselló, sucedía todo lo contrario. Sorprendentemente, en esta zona dominada por los locales de ropa, el panorama era mejor que nunca y había bastante animación en los establecimientos, con gente esperando en la acera por las restricciones de aforo.

Jennifer, de Tezenis, se encontraba ordenando varias prendas mientras confirmaba: «Está viniendo toda la gente que no ha venido ningún sábado hasta ahora, por miedo a que no se pudiera entrar en Vila; vienen más clientes que un sábado normal». «Ya ayer por la noche recibimos muchas llamadas preguntando si estaríamos abiertos», añadía.

En todo caso, la dependienta de otro comercio de la zona advertía de que esta tendencia, que ella también corroboró, podría «ser algo muy pasajero, porque cuando se vea que no hay ningún problema para entrar y salir de la ciudad, la gente volverá a su ritmo normal y comprará cuando considere que ha de hacerlo».

Resignación. Esta es la palabra que, junto con incertidumbre, más pronuncian los ibicencos afectados por las restricciones impuestas por el Govern. Un rayo de esperanza ilumina las miradas de los pequeños comerciantes cuando aluden a la progresiva bajada en el número de contagios que ponen de manifiesto las estadísticas diarias desde hace algunas jornadas.

«Lo que no se puede hacer es lo que están haciendo en Madrid, porque entonces, en vez de estar con estas limitaciones quince días, estaríamos quince meses cerrados. A lo mejor no hay más remedio que aguantarse para que esto pase cuanto antes», razonaba un cliente «sin tienda, pero con ERTE a cuestas», explicaba.