«Podrían haberse acercado un poco, ¿no? Para que los viéramos un poco de cerca...», comenta Maria Blai mientras trata de averiguar, mirando la galería de su móvil, si ha conseguido hacer alguna foto de los Reyes. «Es que no sé si he llegado a apretar el botón», indica, risueña, Maria, antes de darse cuenta de que no. No apretó el botón. Ríe. No tiene fotos, pero al menos les ha visto. Desde la primera fila. En uno de los dos corralitos habilitados frente al Museu Arqueològic d'Eivissa i Formentera para quienes quisieran ver a Felipe VI y doña Letizia.

Alrededor de 200 personas, por no llamarles estoicos o espartanos, resistieron ayer el sol abrasador y los 37 grados (eso marcaba el termómetro de la farmacia más cercana) de la hora de la siesta para tratar de ver a los Reyes. «Podrían haber puesto unos tolditos, ¿no?», opina Teresa, cediendo su puesto en la valla para refugiarse en el número 28/30 de la vía Romana, un remanso de sombra para los que, pasadas las cuatro de la tarde, se amontonan en el flanco izquierdo, donde todo son alabanzas, vivas y piropos para la familia real. Abundan las mascarillas con bandera de España. Las camisetas de la selección española, como la que luce el pequeño Pablo. Y las banderas. Sin astas. El numeroso dispositivo de seguridad ha obligado a quienes llevaban rojigualdas a dejar los mástiles fuera de la zona acordonada. Especialmente aquellas de metal y con punta, como las que llevaban varios integrantes de Vox.

En ese lado, el izquierdo, aguarda, ilusionado y acompañado de su amigo Iker, Marcos Rumbo Ferrer. A sus once años es muy fan del Rey Felipe. «Ayer, mientras comíamos, ya me preguntaba que cuándo venía, a qué hora y si íbamos a venir», explica Marga, su madre. Ambos, de los primeros en llegar a la vía Romana, se han hecho con un hueco en la zona VIP del corralito: primera fila y lo más cerca posible del lugar en el que, a las cinco de la tarde, con una puntualidad más suiza que española, Felipe y Letizia se presentan por primera vez a los ibicencos como Reyes.

Es poner un pie real sobre el flamígero asfalto de la vía Romana y el flanco izquierdo reservado al pueblo estalla: «¡Felipeeee! ¡Veniiiiid!», «¡Felipe! ¡Felipe! ¡Felipe!», «¡Vivan los Reyes!», «¡Guapa!»... Los aplausos suenan flojitos. O se graba o se aplaude. Pero las dos cosas no son posibles. Los gritos se intensifican cuando sus majestades, subido el primer tramo de las escaleras de entrada al museo se giran y saludan. Algo menos monárquico se muestra el flanco derecho, a la altura de la calle Pérez Cabrero i Tur. Allí, un «¡Sinvergüenza!», un «¡A trabajar!» y algunos abucheos se hacen oír por encima de los gritos. Uno de los asistentes alza un cartel en el que reclama una consulta sobre la monarquía: «Felipe VI, muéstrate honesto: si quieres reinar, referéndum popular».

47 minutos con Tanit y Bes

47 minutos con Tanit y Bes

«¿Habéis visto qué mona que va?». El comentario, con los reyes ya fuera del campo de visión, da pie a la tertulia, que se prolonga durante los 47 minutos que sus majestades destinan a conocer a Tanit, Bes y los hipogeos. «Es de Adlib», continúa el 'Sálvame' improvisado frente a la necrópolis que, como no podría ser de otra forma (remitirse a la fábula de la rana y el escorpión), acaba en despelleje. Primero sobre el emérito y lo «feo» de su huida a los Emiratos Árabes. La segunda víctima, el Ayuntamiento de Ibiza. Por la ausencia del alcalde en la visita real (el Consistorio justificó que tenía programado un viaje antes de conocer que los Reyes estarían hoy en la isla) y por la «falta de limpieza de la ciudad».

Mientras los Reyes visitan el museo Marcos e Iker se sientan a la sombra del portal jugando con sus móviles. Lo comparten con Tara, una perrita que aguanta tranquila junto a su ama, y con Edu, que aunque apenas supera el metro de altura, no se lo puede dejar más claro a su madre: «Cuando salgan los Reyes me avisáis». La sombra está muy solicitada. «Me estoy asando», confiesa Evelina, integrante de la resistencia que se aferra a la primera fila, versión ibicenca de las calderas de Pedro Botero en las que abundan sombreros, gorras, pequeños ventiladores de mano, abanicos multiusos (para darse aire y como visera) y hasta una sombrilla cuya dueña, sin embargo, se ve obligada a cerrar para no tapar la vista de los demás. La escasa vista. «Yo lo veo desde el móvil de él», comenta la dueña de Tara señalando la pantalla que uno de los asistentes más altos alza por encima de todas las cabezas, enfocando con el zoom la puerta del museo.

En el número 26, una casita de primera planta con una bonita puerta verde, no necesitan de estas artimañas. Una de las residentes no ha dudado en sacar al umbral de su casa una escalera de aluminio. Y así, subida a los peldaños más altos no pierde detalle.

«Hay poca gente», continúa el 'Sálvame' real. «La gente mayor vendría, pero a esta hora y con este calor...», reflexiona Magdalena mientras su amiga Elena trata de buscar en Instagram de quién es el vestido que luce la Reina. Blanco. Largo. Con volantes en el escote de pico. «Es de Charo Ruiz», confirma el departamento de prensa del Consell de Ibiza. Se trata del modelo Aida, que cuesta 549 euros. No es la primera vez que la diseñadora sevillanoibicenca viste a la Familia Real. Ya lo hizo en 2006, cuando la princesa Leonor, apenas un bebé, lució un conjunto de falda y top de puntillas.

El movimiento en la puerta del museo pone el alerta a los asistentes, que tratan de ocupar de nuevo sus posiciones. Son las 17.47 y la mayoría confía en que se acercarán a saludarles. Un «¡Ooooh!» de decepción recorre la Vía Romana cuando les ven subirse de nuevo al coche oficial. «Tanta espera, tanto calor y tanto sudor para nada. Muy altos, muy guapos, pero muy de lejos», lamenta Roberto.

Con las ventanillas bajadas, los de las primeras filas les ven, al menos saludar. Entre ellos, Maria Blai, que tras la visita real se marcha corriendo a hacer unos recados. Los quiere dejar listos para sentarse luego, con la fresca, con sus catorce amigas en la plaza de Sa Graduada. En una mesa con vistas a la concentración antimonárquica. «Un completo», ríe.