El turismo será seguro o no será. Este es el título de una reciente ponencia del economista de la UIB Aleix Calveras. Recogía en ella cómo el impacto de la pandemia ha sido catastrófico en el sector turístico, uno de los más afectado por la crisis sanitaria que lastra a las economías especializadas en esa industria, como la balear.

Recuerda el docente de Economía de la Empresa una reflexión de otro colega británico, Simon Wren-Lewis, de la Universidad de Oxford. Este gran impacto se debe a que «gran parte del consumo», en este caso el turístico, «es social». Con la pandemia sin control, el miedo reina y los viajes, aunque sean a un par de horas en avión de Alemania y el Reino Unido, en la nueva normalidad son una actividad de alto riesgo fuera del propio país. El Reino Unido nos ha vetado, a pesar de que el archipiélago goce de una mejor situación epidemiológica. La noticia ha dado la vuelta por todos los mercados emisores, la marca Balears también está tocada. En esta ruleta rusa «nos jugamos la salud pública y la economía». Y en medio, los focos de contagios «en una temporada casi inexistente y muy atípica», en palabras de Calveras.

Vuelta a la tortilla

La seguridad que ha determinado el modelo de éxito balear y la ventaja competitiva frente a otros destinos del Mediterráneo lastrados antes por sus propias crisis internas-hacia donde ya estamos viendo cómo se redirigen los aviones que no vendrán a las islas del Reino Unido - ahora está en entredicho. Nos hemos abierto al turismo con un virus que sigue beligerante, con el riesgo que supone para los residentes y ¿los millones? (las cifras son una incógnita este verano) de viajeros que nos visitan.

«Ahora la tortilla se ha girado», dice Tolo Deyà, vicedecano de la Facultad de Turismo de la UIB, en referencia a los «turistas prestados» que vinieron en los años de récords en los que Turquía o Túnez, entre otros destinos del Mediterráneo Oriental, se quedaron sin visitantes por la inseguridad reinante. «Por la fidelización y la calidad y precios» de Balears no cree que los viajeros no vayan a regresar a las islas. Pone el ejemplo del consumidor de Coca-Cola que comprará la bebida de la competencia solo hasta que vuelva a encontrar su preferida. «En el corto plazo van a regresar».

«Siempre es malo -avisa Calveras- que un cliente de una empresa pruebe los productos de la competencia». «Puede que le guste más y a largo plazo perjudicar». Sin embargo, cuando termine la pandemia «los motivos del desvío habrán terminado» y los flujos «se pueden reordenar».

Sale a colación la que creímos, ilusamente, que era la gran crisis, la quiebra de Thomas Cook, cuando los discursos giraron hacia reducir la dependencia de la turoperación. «Todas las empresas -dice Deyà- consideraron que no había que confiar en ese modelo y que había que reducir los flujos». Con el frenazo provocado por la Covid-19, vuelve a la palestra «de nuevo nuestro talón de Aquiles, la conectividad aérea» que en medio de esta crisis «solo los turoperadores la pueden ofrecer». Ryanair o EasyJet, a pesar de resistirse, con la cuarentena británica en vigor y la advertencia de no viajar a España, a dejar de volar, difícilmente podrán traer turistas, de ahí que otra vez nos hayamos lanzado «a los brazos de los TTOO». Gracias a TUI el fugaz plan piloto con Alemania dio la vuelta a un mundo con las fronteras cerradas ofreciendo la imagen de unas islas seguras. El economista subraya «el gran esfuerzo del sector público y el privado para brindar seguridad a residentes, turistas y trabajadores».

Escenario de hibernación

El director técnico de la Fundació Impulsa Balears, Antoni Riera, rememora cómo se opuso al inicio de la crisis «al escenario de la hibernación» de las empresas en la 'temporada covid' por los costes que iba a suponer para la de 2021. «El turoperador que quiera levantar una avión se acordará dónde ha podido aterrizar y los destinos más predispuestos van tener ventaja comercial». Por eso manifiesta «preocupación» ante los turistas prestados este verano.

Como el peligro acecha, este mismo jueves trascendió el contagio entre personal de un hotel mallorquín, cabe plantearse el peor de los escenarios: que Alemania extienda la recomendación de no viajar a más comunidades españolas. «Dependerá de la gestión que hagamos», dice Riera. El investigador destaca que la decisión del Reino Unido «la ha marcado Barcelona. Y nos afecta».

«Alemania -acota Deyà- ya dejó claro cuando permitió salir a los turistas que si se sobrepasaban los contagios volverían las restricciones». El vicedecano de Turismo confía en que este país «sí podría dejar abierto los destinos insulares a través de corredores». «No se puede descartar nada y es difícil mantener las marcas» Balears y España «totalmente diferenciadas», advierte Calveras.