Los minúsculos Hydrobates pelagicus (conocidos también por los nombres de paíño y fumarell) emergen de las profundas cuevas del islote de s'Espartar caminando con sus patitas palmípedas, que tienen una fina membrana interdigital negra. Lo hacen con pasos torpes pero decididos a través de los largos e intrincados pasillos y las diminutas chimeneas del dédalo de túneles apestosos que hay en el interior de ese Illot de Ponent, donde anidan. Una vez llegan al exterior inician un vuelo «rápido y errático -tal como lo describe SEO-BirdLife-, con aleteos débiles y cortos planeos, como de murciélago». (Ver galería de imágenes)

Hasta hace un par de días poco más se sabía del viaje que iniciaba entonces el paíño, el ave marina más pequeña (14 a 18 centímetros de longitud y entre 36 y 39 centímetros de envergadura). Una investigación, cuyos datos finales fueron recogidos ayer, ha aclarado el lugar al que el fumarell, negro como el tizón, pone rumbo para alimentarse: la mayoría emprende una travesía de cientos de kilómetros (que puede durar de tres a seis días) desde la principal colonia de cría del Mediterráneo occidental de esta ave hasta el Mar de Alborán, donde se atiborra.

El estudio, en el que han participado el equipo de gestión de las Reservas Naturales de es Vedrà, es Vedranell y los Illots de Ponent, así como agentes de Medio Ambiente, ha sido dirigido por los investigadores del Imedea-UIB-CSIC Ana Sanz Aguilar y Andreu Rotger. El equipo de las Reservas Naturales, que ya lleva siete años haciendo un seguimiento del paíño y que desde hace dos años colabora con Ana Sanz en una investigación sobre la presencia de garrapatas en s'Espartar, se sumó a un nuevo trabajo desarrollado por esta investigadora en el islote de Benidorm: consistía en equipar con GPS a los hydrobates para así saber adónde van a alimentarse, según detalla Virginia Picorelli, técnica de las Reservas Naturales. El aparato pesa sólo 0,99 gramos y únicamente se coloca a aquellas aves que pesan más de 28 gramos. Se instala en las plumas de la cola, de manera que si no pudieran ser recuperados, se desprenderían cuando mudaran, un proceso que se produce durante esta época.

Vuelos hasta la costa argelina

Vuelos hasta la costa argelina«El año pasado -cuenta Picorelli- los pusieron por primera vez en los paíños de la colonia de Benidorm. Y los resultados fueron sorprendentes, porque siempre se pensó que iban a la zona del Delta del Ebro o del Cabo de la Nao para comer, pero al final descubrieron que volaban mucho más al sur de lo que se suponía: viajaban hasta el Mar de Alborán». Fue entonces cuando Ana Sanz y Andreu Rotger les propusieron hacer lo mismo en Ibiza para, de esa manera, desentrañar ese misterio.

En principio, la pandemia y el consiguiente confinamiento no ponía fácil la ejecución de este proyecto. «Parecía que no podríamos hacerlo a tiempo», señala Picorelli. Pero al final pudieron: hace dos semanas empezaron a colocar una decena de chips, y la semana pasada fueron de nuevo al islote para recogerlos. Fueron «incursiones rápidas y sigilosas para molestar lo menos posible». Escogieron las cuevas más accesibles y que permitieran manipular rápidamente a esas aves.

Luego descargaron la información y la procesaron en un programa específico: «La mayoría -explica la técnica de las Reservas Naturales- sigue el patrón de los paíños de Benidorm y se dirige al Mar de Alborán, aunque algunos individuos bajan aún más hacia la costa africana (hasta rozar Argelia) y otros suben hasta el Delta del Ebro y pasan por Mallorca». El que permaneció más tiempo fuera de s'Espartar «voló durante cuatro días seguidos y recorrió unos 1.100 kilómetros».

«Lo que se sabía hasta ahora de estas aves se debía a observaciones en el mar desde barcos», indica Ana Sanz Aguilar, doctora en Biología, investigadora del grupo de Ecología y Demografía Animal del Imedea y directora de este estudio: «Se pensaba que la principal zona de alimentación era el Cabo de la Nao y el Delta del Ebro. En Benidorm pensábamos que irían al Cabo de la Nao, porque lo tienen al lado. Pero comprobamos con los GPS que no, que se iban al Mar de Alborán. Los de Ibiza, también, aunque tienen más variabilidad que los de Benidorm, que casi todos iban a Alborán».

¿Y por qué acuden tan lejos en vez de a un lugar más cercano? «Porque es una zona muy productiva -responde Sanz-. El Mar de Alborán está a la entrada de las aguas frías del Atlántico, donde se producen unos giros, unos grandísimos remolinos que provocan la ascensión de nutrientes desde aguas profundas. Son afloramientos donde hay mucha comida». Allí comen larvas y pequeños crustáceos: «Nos puede parecer una barbaridad que un ave tan pequeña haga en un viaje de tres días más de 1.100 kilómetros, pero hay que pensar que les debe costar muy poco volar. Son aves marinas, acostumbradas a viajar en el mar. Están diseñadas para eso».

Respecto a cómo saben que tienen que ir allí, a qué es lo que les impele a migrar cada pocos días hasta esos bancos de alimento, aún lo desconocen, pero Sanz recuerda que hay otras especies de aves marinas «que se guían mucho por el olfato. El fitoplancton desprende una sustancia que huele. Se sabe, por ejemplo, que la pardela cenicienta también usa el olfato para volver a la colonia».

También es curioso que el vuelo de regreso a sus nidos es «bastante directo». No tienen dudas de cuál es el camino de vuelta, tal como se observa en las trayectorias registradas por sus respectivos GPS: cuando retornan, ni se despistan ni se ponen remolones ni buscan atajos. Van directos a casa.

Una de las dificultades con la que se encontraron fue hallar paíños con el peso ideal: «Varían mucho al estar varios días sin comer. El mismo pájaro puede pesar en un momento 26 gramos y en otro, 33, que es muchísimo para ellos». O pasar varios días en el nido y quedarse escuálidos.