«Estamos en un punto de casi no retorno. Hacemos las cosas sin una hoja de ruta, no pensamos en el futuro, vivimos solo en el presente. Y estamos acabando con lo que tenemos». Quien ayer se expresó de esta manera en el VI Foro de Turismo de Ibiza, celebrado en el Centro Cultural de Jesús, no fue un representante de un grupo ecologista ni un nihilista recalcitrante, sino José Luis Benítez, vicepresidente de Fomento de Turismo y responsable de relaciones institucionales de Palladium Hotel Group. Es decir, un empresario. Lo hizo durante una mesa redonda en la que se debatieron las 'Estrategias de futuro ante los nuevos retos de Ibiza', en la que confesó que prefiere ser «pesimista» y «estar siempre alerta» a llevarse un chasco por exceso de confianza.

«No veo claro nuestro futuro», insistió, sobre todo mientras en el sector haya dos velocidades contrapuestas: la del paso de tortuga reumática de la Administración frente al grácil trote del mundo empresarial (bueno, así se ven ellos). «En todos los ámbitos», recalcó. Es decir, el del comercio, el urbanístico, el legislativo... Por ejemplo, a la velocidad en que se mueven las instituciones «es imposible retener talento en Ibiza. El sector público no ha sido capaz de detener la proliferación de los alquileres ilegales turísticos». Y sin pisos baratos, el talento huye.

Exasperante lentitud

Exasperante lentitud

La Administración, en todos sus ámbitos, «es el gran paquidermo», calificó José Ramón Castiñeira, director general de Turismo de la Comunidad de Madrid, que participó en la primera de las mesas redondas del día, titulada 'Nuevos gobiernos, nuevos horizontes'. Y esa exasperante lentitud es justo lo contrario de lo que necesita este sector: «El mercado turístico requiere una agilidad inmediata y la administración no lo facilita». Es más, sumada la velocidad de quelonio a la «híperregulación», lo normal es que muchos desesperen.

«O somos muy rápidos o tendremos un problema grave», advirtió Joan Balaguer, CEO de Logitravel, que participó en la mesa 'Estrategias de futuro' junto a Thomas Reichenbach (director de e-comercio de OD Hotels), Daniel Ramón (responsable de La Sirena/Art), David Reartes (propietario del restaurante Rearte) y Benítez. Hay que ser rápido para solucionar asuntos acuciantes: «Tenemos más turistas, pero generamos un montón de problemas medioambientales (con el agua o con la depuración), de atascos en las carreteras... La masificación impide que la gente viva en sus localidades, la obliga a irse de ellas... Se va la nómina en la comida y en la casa. Cuidado con eso, pues provoca problemas para retener el talento». Para Benítez, ese es uno de los principales problemas que padece la isla: «Si quieres vivir aquí has de tener tres estrellas Michelin», dijo con el modo ironía on. «No se ha sabido parar lo que estaba mal». Es decir, el alquiler ilegal de pisos turísticos. «Ojo que esto no os estalle», avisó Balaguer: «Conviene regular rápido», recomendó.

Daniel Ramón abundó en esa idea: «Demandamos la máxima agilidad administrativa». Hay, señaló, una legislación «que no termina de aclararse y que paraliza todo. No sabes a qué atenerte».

La Administración es lentísima, ¿pero qué puede hacer para acompañar el esfuerzo de la empresa? «Hay una disfunción entre lo público y lo empresarial. Hace falta tener una hoja de ruta clara para racionalizar los presupuestos y no acometer obras que no sean prioritarias», señaló Castiñeira, que también fue jefe de Área de Imagen y Gestión de Marca en la Agencia Turismo de Galicia. «A veces no se aprovecha el dinero de la manera adecuada», reconoció.

«La inercia lo frena todo»

«La inercia lo frena todo»

Juan Miguel Costa, director insular de Turismo de Ibiza, que también participó en la mesa sobre 'Nuevos gobiernos, nuevos horizontes', explicó (más bien se puso la tirita antes de tener la herida) que el Consell «no controla toda la inversión que se hace en toda la isla. A veces llegan dirigidas desde fuera. La capacidad de decisión del Consell es pequeña». Apuesta por «racionalizar recursos» y por «incorporar aspectos de la empresa privada [de la que procede] en el ámbito público», concretamente su «agilidad en la toma de decisiones y ejecución». Recién llegado al Consell, admite que si bien tiene «un equipo fabuloso, la inercia lo frena todo. Y lo eterniza todo», que es lo que suelen decir todos los políticos cuando ya llevan un par de meses en el cargo, cuando se topan con la cruda realidad y los sueños se desvanecen.

La rapidez, esa cualidad intangible que escasea en las instituciones públicas y que ayer ocupó buena parte de todas las conversaciones del foro: «La echamos de menos en la gestión pública. Voluntad no falta. Todos los políticos tienen muchas ganas de mejora», apuntó Thomas Reichenbach. Pero la voluntad choca siempre con el pesado gran paquidermo, de piel durísima, impenetrable: «Nosotros abrimos un hotel en el puerto. Y entre la Autoridad Portuaria, Costas, el Consell y el Ayuntamiento se nos hizo complicado. Es necesario que haya más agilidad. Los políticos deberían ponerse en la piel del hotelero que se gasta millones en reformar un hotel».

«No se puede hablar de periodos de tres o cuatro años políticos a quien hipoteca su vida 15 años con inversiones, a los hoteleros. No valen los tiempos administrativos actuales, pues nos ahogan. Esto debe cambiar», abogó desde el público Ángeles Nogales, exgerente de Fomento de Turismo y hotelera. Castiñeira cree que «una hoja de ruta a largo plazo minimizaría la repercusión de los cambios políticos» que se producen cada cuatro años (o menos).

El engorro de la ecotasa

El engorro de la ecotasa

Los asistentes al foro también intervinieron para añadir un tema al debate que no había sido tratado hasta entonces, el impuesto turístico sostenible: «¿Supone una mejora para el destino o es un ingreso público más?», preguntó una mujer. Para Juan Miguel Costa, «la forma de recaudarlo no es la idónea. Y la manera en que se aplica, tampoco». Cree que las inversiones «deberían ser consensuadas con la isla», que tendría recibir «todo lo que recauda» y decidir «en qué se invierte».

Del engorro que su recaudación representa para algunas empresas dio cuenta Thomas Reichenbach: «A los hoteleros les supone un coste». Por una parte, «de gestión». Por otra, por la «molestia que genera al cliente».

El director general de Turismo de la Comunidad de Madrid, donde no hay ecotasa, mostró su oposición: «No estoy por la labor. Si está bien gestionada y revierte en la calidad del destino, es asumible. Pero no siempre es así. El sector empresarial ya paga bastantes impuestos».