De camino a los restos del campamento levantado este fin de semana junto a la Torre d'en Rovira aparece un hombre con un melón. Vive en la última urbanización del camí de ses Roques Males y niega que la fiesta le molestara en absoluto. De hecho, estuvo desde su inicio, el viernes por la tarde, hasta el domingo a las ocho de la mañana.

«Yo me fui antes de la redada, pero no hubo ningún mal rollo ni pelea esos días», asegura. Se presenta como John Cala Conta y se dirige a su casa para desayunar con unos amigos que también estaban en la fiesta. «Yo conté unas 200 o 250 personas, no es verdad que hubiera mil, y yo estaba lúcido porque no tomo drogas. No me hacen falta porque tengo 60 años y estoy iluminado», explica.

Mientras la grúa municipal retira vehículos unos centenares de metros más abajo para terminar de desmantelar el campamento, John asegura que la versión que se da de una fiesta violenta «es mentira». «Allí había gente iluminada y otra que no, que fumaría marihuana y toma drogas pero de buen rollo, estuve los tres días y había un ambiente genial, con zonas donde se hacía reflexología y música chill, la fiesta con dj y trance se hizo más tarde», destaca. «Conozco a los organizadores y son personas iluminadas que usan drogas como todo el mundo, pero son muy buena gente», incide John.

Sigue su relato culpando al alcohol de ser el responsable del cambio de carácter de las personas y recuerda que estas fiestas eran normales cuando él llegó a la isla, 22 años atrás. «Y entonces yo aún era piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. John hace hincapié en que durante la fiesta se iba limpiando el bosque cuando se para una furgoneta que viene de la zona de la fiesta y el conductor empieza a hablar con John. «Mira, él es Edu estaba en la fiesta, fuma marihuana y es muy bueno, es terapeuta y da energía a la gente, ¿cómo va a hacer algo violento?».

El conductor amigo de John prefiere no dar su nombre y se presenta como Alessandro. Admite que estas fiestas no están permitidas por la ley, pero incide en que no hacían nada malo. «Hay libertad de reunión y de expresión y no hay sitios públicos para juntarnos, así que es una represión social lo que han hecho». Él estuvo cuando la Guardia Civil y la Policía Local pararon la fiesta y dice que fue golpeado. Justifica a los que reaccionaron a la acción policial porque los agentes «se llevaron el equipo del dj y le pegaron, lo defendieron».

Llega una mujer a la que saludan como «la flaca» y que anuncia que se va «al otro campamento», porque ha llegado la Policía Local de Sant Josep para echar fuera al grupo de personas que todavía se encontraba acampada con caravanas, furgonetas y camiones en la zona de la fiesta.