Los niños a veces piden a sus padres regalos de cumpleaños envenenados. Con 12 años, Alberto Sánchez Runde, influido por las filias musicales de sus hermanos, quería el elepé 'Aftermath', de Rolling Stones, creado por aquellas mentes satánicas en un estudio en 1966. Y, claro, al chaval se le metieron por vena canciones adictivas como 'Paint it black' o 'Under my thumb'. Después de aquello sería irrecuperable: estoniano para siempre. (Mira aquí las fotos de la colección)

Aquel vicio íntimo se convirtió en una enfermedad cuando a los 17 años de edad, allá por 1983, vino a Ibiza desde su Barcelona natal para pasar unos días con su novia, entonces, y pareja hasta hoy en día, Teresa Ramon. Coincidió que Ron Wood, guitarrista de la banda de Mick Jagger y Keith Richards,tocaba en el Heart Break Hotel, en Cala de Bou. Sánchez, cómo no, se colocó en primera fila, casi aplastado por los moteros que fueron a ver a su ídolo. Wood se apiadó de él, lo subió al escenario y le colocó en un lateral, desde donde le fotografió con su cámara «de playa», aquellas instamatic que han pasado a mejor vida. «Incluso se ponía delante de mí haciendo poses», recuerda.

Aquello le hizo pasar del nivel «enganchado» al de «locura» infinita. Comenzó a adquirir discos y memorabilia como un poseso, una afición que se ha disparado durante el último lustro con la compra de vinilos inéditos y de oro y platino en casas de subastas, en tres de las cuales es sobradamente conocido.

Guarda su nutrida colección en cajas de cartón, dentro de un garaje de la isla. No la tiene expuesta porque se comería media casa. Ni siquiera sabe lo que tiene: «Quizás 200, puede que 250 o 300 discos» de los Stones, amén de otras joyas de The Beatles. En su coche o en su hogar los escucha por streaming o cd. Nunca en tocadiscos: «La mayoría de esos vinilos -admite- nunca han sido pinchados. Incluso muchos continúan precintados». De hecho, no tiene 'tocata' en su inmueble «para no sentir la tentación» de colocar sobre ellos la fina aguja. «No quiero ponerlos en riesgo», indica. No sea que se rayen.

Es posible que esa colección pueda exponerse en la próxima Feria del Disco de Sant Antoni. Según Sánchez, Pep Pilot, su responsable, ya la ha visto, pero teme por su integridad, algo que al coleccionista no le preocupa mucho pues, como agente de seguros de una conocida empresa, ya ha asegurado sus rockeros tesoros. Su coste (lo que aproximadamente ha pagado por todos los objetos de los Rolling Stones) ronda los 118.000 euros. La cuantía asciende a 200.000 euros si se añade la memorabilia de otras bandas.

La pieza más cara es una guitarra Glen Burton de color blanco rubricada por su idolatrado Ron Wood... que nunca tocó. Es una de esas contraprestaciones promocionales entre compañías y músicos. Le costó unos 3.000 euros. Sánchez tampoco sabe enlazar cuatro acordes. Ha aprendido, no obstante, algunos punteos de 'Satisfaction'.

Litografías, libros con las set list de los conciertos dibujadas por Wood (pintor en sus ratos libres), una revox del mítico 'Sticky fingers', pósters, entradas (ha ido a seis conciertos en Holanda, España y Francia), cajas de Mentos decorados con el logo (la lengua) de los Stones, el diploma («posiblemente olvidado en un taxi») que Broadcast Music Inc. concedió a Keith Richards en 1969 en reconocimiento a haber escrito uno de los temas de más éxito de la historia del rock, 'Honky Tonk Woman', una veintena de discos de platino y de oro... Lo que atesora en su casa, la mayor parte dentro de cajas, bien merece ser sacado de esas cajas y ser expuesto.