Luis llega a la sede de Vox (en la avenida de España, cómo no) con cara triste. «No podemos bailar», comenta mirando la pantalla de ordenador en la que se siguen los resultados. Hay una tele. Inmensa. Pero sin euroconector. En la mesa, nuggets y alitas de pollo, cortesía de Pepe. Y agua. «Traigo unas botellas de vino, ¿no?», pregunta uno de los simpatizantes. «No», la respuesta de Pepelu Saliquet, candidato al Senado, es tajante. Hasta que no se marche la prensa el alcohol no correrá por la sede de Vox, donde todos, aunque algunos lo disimulen bastante bien, tuercen el morro.

«Creía que sacábamos 65», afirma Bernardo Ribas -«fui el primero aquí, hace cinco años»- desde la sala de control. «Yo nos daba 71», apunta Saliquet, que chasca la lengua al recibir un whatsapp. Le acaban de decir que un voto de Vox iba con sorpresa: un flyer de Pachá. Casi a las once de la noche aparecen las primeras apoderadas con actas. Llegan con hambre y confiesan que han bajado desde Sant Mateu bandera en ristre y con el 'Que viva España' de Manolo Escobar a todo trapo. Ellas también hacen pucheros al ver los resultados. Peter, holandés, está mosqueado: «La gente es idiota, el PSOE pactará con los catalanes. Esto va a estallar». Patricia de las Heras llega contenta, a pesar de los resultados y de haber pinchado el coche. Pero Luis... Luis está triste. No podrán bailar.