La silueta de tobogán de es Cap Nunó, entre ses Fontanelles y es Corrals d'en Guillem, da inició a la barrera montañosa de es Amunts, que se extiende desde el suroeste hacia el noreste, desde Santa Agnès hasta Sant Joan. El nombre lo comparten el cabo y la cima de la que forma parte, es puig Nunó, que se alza a 258 metros de altura, lejos de los 410 que se prolongan hasta la cima del puig des Fornàs pero con el protagonismo que a es cap Nunó confiere su situación privilegiada sobre la costa de Sant Antoni. La forma del acantilado es una localización destacada del litoral de la isla, que puede contemplarse desde toda la bahía hasta Cala Bassa y desde los islotes. Además, bajo el acantilado se introduce mar adentro un extremo de tierra que alcanza los 53 metros de altura en su punto más alto y que es conocido como sa Galera, un topónimo que comparte con más de una decena de puntos del litoral pitiuso, y que aparece en los derroteros del Instituto Hidrográfico de la Marina como uno de los puntos identificables para tomar la entrada del puerto para las embarcaciones que lleguen desde el norte. Sa Galera des cap Nunó marcó en el pasado el límite entre el quartó de Portmany y el de Balansat.

En cuestiones de toponimia, si las repeticiones no son una rareza tampoco lo son los topónimos políticamente incorrectos. Y en este capítulo, el de es puig y es cap Nunó (que a menudo aparece escrito como Nonó) tiene una particular pincelada de inconveniencia. Cuenta una leyenda que el origen del nombre se remonta a la época de la conquista catalana, en 1235, cuando los prisioneros moros fueron conducidos a la cima de esa montaña y, desde allí, eran obligados a precipitarse por el acantilado, cuando no eran directamente empujados al abismo. De sus gritos pidiendo a los cristianos que no los lanzaran habría surgido el nombre de Nonó. En realidad, no hay ningún dato que apunte a que tales episodios sucedieran, pero lo cierto es que no es el único nombre del litoral para el que se cuenta una historia similar; algo más arriba, al lado de es cap d'Albarca, hay una zona conocida como es Alls, que a veces aparece escrito es Ais, que las leyendas pitiusas explican por los gritos, los ayes, de los moros que eran arrojados al agua.

Explicación prosaica

Explicación prosaica

Lo cierto es que la denominación de es cap Nunó tiene una explicación más lógica y más prosaica. La hipótesis más aceptada indica que procede del nombre de uno de los protagonistas catalanes de la conquista de Ibiza, Nuno Sanç, comte del Rosselló, al que además tocó, al repartirse la isla, el quartó de Portmany. Y por ello se prefiere la grafía Nunó a Nonó. El conde de Rosselló, caballero destacado tanto en la reconquista de Ibiza como en la de Mallorca, es un interesante personaje histórico que, entre conquista y conquista y a pesar de la cantidad de terrenos que ya le habían tocado en la reconquista mallorquina, se embarcó para dedicarse al corso por aguas berberiscas. Era tío del rey Jaime I e hijo de Sancho I. De hecho, llegó a ser, junto a su padre, regente de la corona de Aragón mientras Jaime era menor de edad. Para luego convertirse en uno de sus hombres de confianza, con el que contaba tanto para la guerra como para el reparto de tierras y que estuvo con él en la capitulación de Valencia igual que, años atrás, había participado en la batalla de las Navas de Tolosa, con el rey Pedro II de Aragón.

Desde lo alto de es puig Nonó se divisa fácilmente la Península y, debido a la altura que permite tal visibilidad, la cima ha sido, a lo largo de la historia, uno de los lugares escogidos para señalizar tanto el límite de los quartons y otras posibles fronteras como para establecer puestos de vigilancia. O al menos así parecen indicarlo los restos de antiguos amontonamientos de piedras que han llegado hasta el siglo actual como fites, hitos en las alturas. En ese enclave se ha instalado uno de los vértices geodésicos que hay diseminados por la isla y, a pesar de la pendiente de la montaña, de la cercanía del acantilado y del valor ecológico del lugar, pueden verse al menos tres grandes casas en la ladera, cuyas luces se divisan como faros sin ritmo desde la bahía de Sant Antoni. A los pies del acantilado, Nunó es también una inmersión apreciada por los submarinistas, y sus paredes, áridas en tierra, se vuelven frondosas bajo la superficie del agua.