¿La quimioterapia da miedo?

Sí, prácticamente a todos les da miedo iniciar el tratamiento. Se sigue asociando a pasarlo muy mal, a muchos efectos secundarios.

¿No es así?

No siempre. La quimioterapia tiene efectos secundarios, no es gratuita y algo en tu cuerpo va a cambiar, pero no es tan horrorosa y no todas las personas lo viven de la misma manera. Cada cuerpo reacciona de una forma y la actitud con la que se afronte el proceso también es importante. Todos acaban diciendo que no ha sido tan horrible como pensaban.

¿Y por qué tenemos esa idea?

Las películas han hecho mucho daño. Se ve a pacientes pasándolo muy mal, con muchos efectos secundarios. Y sí, haberlos los hay, pero no todos los tratamientos los producen con la misma intensidad.

Nos quedamos horrorizados con 'Elegir un amor'.

Sí, con Julia Roberts, que hace un papelón. También otras en las que se ve a pacientes afrontando solos el final, con una enfermera. Se ven las úlceras en la boca, sin pelo, vómitos, problemas al tragar... Juntan todos los efectos secundarios que pueden aparecer en un tratamiento de quimioterapia, que afecta a la piel, el aparato digestivo, los folículos pilosos y a todas las células que se reproducen de forma rápida. Ataca a las células malignas, pero tambien a parte de las sanas.

Sin embargo hay pacientes...

...que apenas tienen, sí. Fatiga y cansancio los sienten todos, pero muchos te cuentan que, aunque se han encontrado más flojos, han seguido con su vida prácticamente igual. Hay limitaciones, claro. Las horas de hospital, que las marcan los oncólogos, no te las quita nadie. Debes venir de forma regular durante el tratamiento y eso altera tu día a día.

¿Se pueden paliar los efectos?

Sí, todas las quimioterapias llevan una medicación previa para paliarlos y otra para tratar cada uno de ellos. Además, damos unas pautas alimenticias y de nutrición que también ayudan. El personal de enfermería incidimos mucho en eso, les informamos y acompañamos en todo el proceso. Saben que pueden llamarnos cuando lo necesiten. Esas pautas alimenticias van muy bien.

Los lazos que teje la quimioterapia

Los lazos que teje la quimioterapia

Pautas alimenticias, no comida anticáncer, ¿no?

No hay comida anticáncer. Son pautas para minimizar los efectos secundarios. Usar el sentido común, la dieta mediterránea es la mejor. Muchas frutas, verduras, cereales, hidratos de carbono de pastas y legumbres... Mucha agua y que no dejen el estómago vacío muchas horas, hacer cinco comidas al día. Si tengo naúseas y vómitos y dejo el estómago vacío me encuentro peor, cuanto peor me encuentro, menos como y menos bebo y empeora el proceso. Es un círculo. Hay pautas para cada cosa: vómitos, diarrea, estreñimiento, úlceras en la boca... Los efectos secundarios tienen un inicio, un punto máximo y luego disminuyen y desaparecen. Dan cancha, no están a tope todos los días.

Es el primer día de un paciente, ¿qué le dicen y qué le hacen?

Hay una primera visita con el oncólogo. Nos presentamos, le enseñamos la sala de quimioterapia y le explicamos cómo será ese primer día, en que intentamos que llegue a un lugar lo más familiar posible, con confianza y seguridad. Explicamos hasta donde quiere saber. O donde puede. El oncólogo le ha dado mucha información y a veces la persona está en shock y no puedes explicarle nada porque no lo va a asimilar. La idea es tranquilizarle, resolver las dudas y calmar los miedos de ese primer día. Queremos que sepa que no está solos, que estamos ahí para todo. Le damos una guía para que la lea. Si no quiere saber, le decimos que no lo haga. Y tiene nuestro teléfono por si tiene dudas. Y lo mismo con los familiares.

¿Vienen con ellos?

Sí, la mayoría vienen con familiares y amigos. Es importante.

Algún paciente me ha dicho que le gustaría venir solo, pero que sus familiares, preocupados, querían estar. ¿Quién debe decidir?

Ningún paciente me ha confesado que prefiera venir solo. En cualquier caso, para mí, como profesional, debe primar el deseo del paciente. Debe sentirse cómodo. Si quiere compañía, que la elija. Pueden estar acompañados durante todo el tratamiento. Tanto por una única persona como si se quieren turnar o, en un momento determinado, si la sala lo permite, que haya dos o tres personas. Esto es como el salón de la casa de una gran familia en el que la gente va entrando, se acompañan y el rato se hace mucho más ameno.

Imagino que Netflix es el acompañante de muchos.

Sí, ven series y, en general, se entretienen mucho con el móvil. También ven la tele y muchos aprovechan para dormir. Igual han pasado mala noche, arrastran cansancio y llegan aquí, se relajan y aprovechan para dormir. Eso es una maravilla. Así se pasa rápido.

¿Se relacionan entre ellos?

Depende, hemos tenido personas que se han conocido aquí y que han creado lazos de amistad y otras que se conocían, hacía tiempo que no se veían y se han reencontrado aquí. A veces, cuando coinciden en la terapia, nos dicen que quitemos los biombos que separan los sillones para poder hablar. Y eso hacemos. Los quitamos y les montamos el saloncito para que puedan contarse sus cosas. Eso es bonito.

También habrá quien no quiere que se sepa.

Sí, claro. La sala es abierta, pero respetamos cuando nos dicen que no quieren hablar con nadie. Los ponemos lejos de los demás. Deben estar a gusto.

¿Se llora mucho?

Se ríe más que se llora. Alguna vez lloramos, pero reímos mucho más. No es una sala fúnebre. Hay momentos de todo, pero hay muchos más buenos, de energía positiva y de buen humor que malos, sin duda.

¿Cómo se consigue eso?

No lo sé, supongo que entre todos. Primero porque los pacientes y los familiares son un diez y la mayoría vienen con una actitud, unas ganas y una fuerza... Te contagian. Y luego, nosotras, que cada día intentamos dar nuestra mejor versión. Llegamos cargadas de energía y positividad para darles los mejores cuidados y el mejor acompañamiento posible, dentro de lo duro que es el proceso.

Todos tenemos días malos, ¿ustedes también?

[Ríe] Somos humanas y todas tenemos días mejores y peores. En mi caso, cuando llego a la puerta del hospital, antes de entrar descargo mi mochila y la dejó ahí. Cuando cruzo las puertas y me pongo el uniforme he de dar mi mejor versión. Para mí puede ser un mal día, pero el paciente no tiene por qué llevarse eso y no tener los mejores cuidados ni la mejor enfermera en su mejor versión. No sé si lo consigo porque soy humana y alguna vez no llegaré, pero la mochila la dejo siempre en la puerta.

¿Los médicos pasan por aquí?

La sala de quimioterapia es territorio de enfermería. Está gestionada, manejada y dirigida por enfermeras, pero los oncólogos vienen. Somos una piña. Vamos de la mano. Ellos les acompañan en sus primeras visitas a la sala y siempre tenemos un oncólogo de guardia que viene a ver cómo van los tratamientos y cómo lo llevamos. Hay muy buena comunicación y somos un equipo muy unido.

¿Y las asociaciones?

Hacen un papel importante. Los voluntarios les acompañan y les informan de las ayudas que ofrecen, tanto si están afiliados como si no. Aspectos que a nosotros se nos escapan. También está el equipo de psicooncólogas y el trabajador social. Las asociaciones ayudan, guían y orientan, por ejemplo, con la pérdida del cabello. Pelucas para probar, formas de ponerse el pañuelo...

¿La pérdida del pelo sigue siendo lo que peor llevan algunos pacientes?

Impacta y les preocupa. La imagen es importtante y hay personas a las que les duele mucho y que lo llevan peor. Tratamos de ayudarles y aconsejarles para que ese cambio sea lo menos agresivo y dramático posible. Sabemos los tratamientos que van a suponer una pérdida del cabello y desde el primer día les hablamos para que vayan haciendo un cambio gradual y se adapten a su nueva imagen.

La de veces que escuchan que eso no es importante.

La gente lo dice para desdramataizar, pero claro que es importante. El aspecto me recuerda que estoy enfermo.

¿Cualquier persona vale para trabajar aquí?

Voy a ser sincera: creo que no. Es un puesto de trabajo que debería ir por perfil, es decir, que las personas que trabajan aquí lo hayan escogido. La enfermera oncológica tiene un perfil muy claro. Debe ser una persona con una humanidad gigante, desinteresada, generosa, empática, debe gustarle mucho dar y cuidar, ser paciente y asertiva. Pero lo básico es la humanidad.

Y tener conocimientos, ¿no?

El conocimiento en estas unidades es muy importante. Los tratamientos que manejamos no son moco de pavo. Debes conocer muy bien las terapias, la forma de administrarlas, los efectos secundarios, las reacciones adversas, cómo paliar todo eso y cómo actuar en una situación de urgencia. También saber mucho de educación para la salud para que a los pacientes el proceso se les haga lo más llevadero posible. Y no sólo en el campo físico, también necesitas mucha formación en el campo emocional. En el hospital de día oncológico la enfermera hace un cuidado holístico de pies a cabeza, físico, psíquico y emocional. Por eso nuestro papel es tan bonito y tran gratificante. A quien, como a mí, le gusta la enfermería y las personas y cuidar, este sitio es ideal.

¿Lo cambiaría?

Ahora mismo, no. Y es un sitio en el que administras tratamientos que te obligan a llevar protección porque estrán registrados como peligrosos. Pero no. Lo que me aportan este servicio, esta especialidad, estos pacientes y el equipazo que me rodea no me lo había dado ningún otro. Y he pasado muchos años en un servicio que me ha aportado muchísimo.

Y que está considerado uno de los más bonitos: Maternidad.

Efectivamente, el más amable de un hospital. Cuando hice el cambio, lo hice con reflexión. Soy una persona sensible y no sabía si iba a poder con ello, igual me afectaba mucho. Somos personas y nos afecta, pero es mucho más gratificante de lo que imaginaba.

¿Qué importancia tiene el equipo?

Es básico. Trabajamos en una sala abierta, de cara a los pacientes y las cinco enfermeras y las dos auxiliares que estamos aquí debemos ir a una. Lo hablamos todo. ¿Queremos hacer algo nuevo como la educación para la salud del paciente? Pues todas debemos transmitir la misma información porque si no liamos al paciente, lo volvemos loco. Debe haber buen ambiente porque eso se respira, cuando entran a la sala, se nota. El paciente está sentado aquí durante horas, viendo, observando. Se da cuenta de todo. Afortunadamente, vamos a una y hay buen ambiente, sin forzarlo.

En octubre pusieron en marcha la nueva consulta de enfermería, ¿tienen algún otro proyecto?

Queremos incluir más cosas en la consulta, darle más peso, pero acabamos de empezar. Llevamos un mejor seguimiento de los pacientes, que nos tienen más a mano. Antes les daba cosa llamar, ahora, como tenemos la consulta, no. Podemos ir de la manita, cuidándoles, viendo cómo van. Tenemos formación sobre accesos venosos centrales, vías venosas centrales de acceso periférico y ecoguiado. Para nosotras es básico, podremos hacer la valoración y decidir cuál es mejor para el paciente. También queremos llevar el manejo del dolor, pero eso es muy a largo plazo.

¿Dolor? ¿La quimioterapia duele?

No duele. El dolor es un síntoma que aparece en algunos pacientes por el proceso de la enfermedad, en algunos momentos, pero el tratamiento, en sí, no duele. Alguno dirá que cuando le están pasando un tratamiento con mucha carga, como las venas acaban dañadas, igual en algún momento puede sentir molestias. Pero lo único que duele es el pinchacillo que les damos.

Supongo que cuando un paciente vuelve por una recaída, todo es diferente.

Sí, cuando acaban el tratamiento se despiden y cuando deben volver porque tienen una recaída es duro, un palo, no es como la primera vez. Pero también hay muchos pacientes que terminan su quimioterapia y cuando tienen los controles pasan a saludar y a decir que está todo bien. «Estoy limpio», te dicen.