«Vueling nos toma el pelo», así de contundente, y enfadado, se muestra Joan Torres, uno de los cerca de 180 pasajeros afectados por la cancelación, el viernes por la noche, del vuelo VY3518, que cubría el trayecto Barcelona-Ibiza. Torres, al igual que otros usuarios, se vio obligado a pasar la noche en el aeródromo, donde, denuncia, no recibieron ninguna ayuda ni información de la compañía.

Al llegar al aeropuerto el viernes por la tarde los pasajeros ya vieron que el vuelo, que debía despegar a las 20.15 horas, acumulaba una hora de retraso. Poco después, sin embargo, tanto en la app de la aerolínea como en las pantallas «aparecía en hora». Así que el pasajero consultó con el personal de la sala VIP: «Llamaron a la puerta de embarque y dijeron que el retraso se debía a una indisposición del piloto y que estaban esperando a otro. Me dijeron que tanto podía llegar desde el aeropuerto o del infinito». A pesar de eso, como el vuelo volvía a aparecer puntual en las pantallas, todos los pasajeros se dirigieron «corriendo» a la puerta de embarque y se montaron en el avión.

Sin embargo, después de un largo rato en el aparato, les obligaban a desembarcar pasadas las diez y media de la noche «porque tenían un problema con el ordenador de a bordo». «Habían, incluso, encendido y apagado los motores», indica Torres, que critica que, al llegar de nuevo en autobús a la terminal, no hubiera nadie de la compañía para informarles o guiarles. Todos los pasajeros se dirigieron al mostrador de Tránsitos, «pero estaba vacío», así que acudieron a información de Iberia, donde les explicaron que debían salir de la zona de embarque y acudir al mostrador 406 de facturación.

Durmiendo en las butacas

Al llegar allí se encontraron con una larguísima cola, ya que la compañía había cancelado también otros vuelos. «Sólo había una persona atendiendo, que tardaba cinco minutos con cada pasajero. La gente estaba enfadada y había niños tirados por el suelo». Pasado un rato, explica, llegaron dos trabajadores más y, poco a poco, se fueron incorporando otros hasta que llegaron a estar abiertos diez mostradores.

En uno de ellos atendían, pasada la medianoche, a Joan Torres, a quien recolocaron en el vuelo de las siete de la mañana del sábado. Le dieron un vale de doce euros para cenar en el aeropuerto y le explicaron que, si iba al hotel, no podría ya cenar y que, además, le pasarían a recoger a las tres de la madrugada para llevarle de nuevo al aeropuerto. Sólo podría descansar una hora, así que optó por quedarse en el aeropuerto, motivo por el que le dieron otros dos vales.

Tras pasar de nuevo el control de seguridad, únicamente había una cafetería abierta, donde cenó. Tanto él como otras decenas de pasajeros pasaron la noche en las butacas de la terminal, donde apenas pudieron dormir: «Tienen brazos, ni siquiera te puedes tumbar». Los pasajeros que optaron por ir al hotel que les ofrecía la compañía, critican no sólo que apenas pudieron descansar una hora sino que, además, al llegar a sus habitaciones se encontraron con que no tenían ni gel ni champú en el baño. Además, no pudieron ni cenar ni desayunar nada.

Torres, que vuela varias veces a la semana por trabajo, denuncia la situación que sufren los isleños: «Dependemos de dos compañías para poder salir, Vueling tiene casi el 70% de los vuelos y nos toma el pelo a todos. No podemos estar en manos de gente de esta calaña». Denuncia los constantes retrasos y cancelaciones de los trayectos de la compañía: «No sé si hay un problema interno, si los aviones empiezan a estar ya viejos y cascados o si hay una huelga encubierta del personal». Sobre el estado de las aeronaves, asegura que el aparato en el que regresó ayer por la mañana a la isla «tenía dos de los maleteros superiores pegados con cinta aislante».

Reclamaciones denegadas

En los últimos vuelos este pasajero ha sufrido seis retrasos de más de tres horas, dos cancelaciones y unas veinte demoras de menos de tres horas. Torres se muestra muy crítico con la compañía, a la que acusa de «apagar la información» cuando se produce algún incidente, así como de «denegar de forma sistemática» todas las reclamaciones que presentan los usuarios. «Muy poca gente reclama y, cuando se niegan a aceptar las quejas oficiales, menos gente aún reclama a la Agencia Española de Seguridad Aérea», indica.

El pasajero carga también contra los políticos, a los que acusa de «no hacer nada» a pesar de que los «constantes abusos» de Vueling. «Sé que los políticos de aquí no pueden hacer nada, pero sí pueden exigir al Ministerio de Fomente que adopte medidas contundentes para evitar que esto siga ocurriendo. En las islas, cuando ocurre algo así no tenemos la opción de coger un tren o un coche, como en la Península, a pesar de que también pagamos los trenes y las carreteras con nuestros impuestos», insiste Torres, que no entiende la «pasividad» de los cargos públicos de las Pitiusas, con los que coincide de forma regular en los vuelos. «No se dan por enterados, como ellos cobran sus dietas», afirma Torres antes de denunciar la «mala conexión» de la isla en invierno: «Si tienes que ir a trabajar, por ejemplo, no puedes ir y volver el mismo día. No puedes estar en el centro de Barcelona antes de las diez y tienes que volver al aeropuerto a las seis porque el último vuelo es antes de las nueve».