Las 8 de la mañana es la hora marcada. Da igual que sea domingo, año nuevo o Navidad. Si ha llovido en las últimas 24 horas, Jaume Estarellas tiene que estar a esa hora en punto junto al pluviómetro que tiene instalado en su casa, en la zona de Sant Vicent.

Biólogo de profesión, Jaume es un gran aficionado a los fenómenos meteorológicos, así que una información en Diario de Ibiza donde se hablaba de que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) estaba buscando colaboradores en Eivissa fue el detonante para que se animara a presentarse como colaborador.

En 2003, un análisis por parte de los expertos de Aemet confirmó que la zona y las condiciones del terreno donde se asienta la finca de este biólogo cumplía con los requisitos. Uno de ellos es que no hubiera árboles o edificaciones que interfirieran en la recogida de datos, otro es que no existiese otra estación meteorológica en la misma zona. Después de pasar las evaluaciones correspondientes, Aemet instaló en una pequeña ladera un pluviómetro con capacidad para medir hasta 250 litros de agua. Además, le dio una probeta, un cuaderno anual y unas fichas mensuales.

Todos a la misma hora, sin excepción

Todos a la misma hora, sin excepciónA partir de aquel momento, la principal misión es recoger con la probeta el agua que contenga el depósito del pluviómetro, sea procedente de la lluvia, del granizo o del rocío, y por supuesto, apuntarlo. Todos los colaboradores que hay en España toman las mediciones a la misma hora, un madrugón que, si ha llovido, aunque sea fin de semana, a Jaume no le incomoda ya que confiesa «sentirse impaciente para ir a ver qué cantidad de agua ha caído». La constancia es fundamental, así que si se va de viaje, su hermano, que vive cerca, es el encargado de hacer las mediciones.

Aunque el trabajo es sencillo, Jaume explica que el «mayor riesgo» es que se caiga la probeta. Este recipiente tiene capacidad para 10 cm3, por lo que si el pluviómetro está muy lleno es necesario volcar varias veces la probeta en otro recipiente. Si llueve torrencialmente en ese momento, «hay que tener cuidado con no resbalar, aguantar la probeta, el paraguas? y darse mucha prisa para no perder ni una gota», explica. Jaume se muestra afortunado porque por ahora, no se le «ha caído nunca la probeta», apunta.

Aunque Aemet ha modernizado el proceso desde que empezó este colaborador de Sant Vicent -ya que ahora para apuntar las mediciones hay un acceso a internet-, la estación que custodia Jaume es manual. Precisamente por ello, se necesitan voluntarios. Porque este tipo de equipos están instalados en espacios oscuros donde es imposible la conexión a internet. «En otros puntos, incluso de Ibiza y Formentera, hay estaciones automatizadas de última generación que miden el viento, la temperatura, la presión atmosférica o la lluvia y envían los datos directamente a la central», agrega Jaume.

Este puesto privilegiado le ofrece a Estarellas la posibilidad de estudiar a fondo las peculiaridades climáticas de la isla y compartir los datos con otros estudiosos. «Una singularidad que se da en Ibiza es la gran diferencia de temperatura que puede haber en 35 kilómetros, en algunos casos, de hasta 10 grados centígrados», asegura, algo que explica «los diferentes sistemas vegetales que se encuentran en la isla».

Una de las ventajas que más le gusta de ser colaborador de Aemet es la posibilidad de acceder a los datos de toda España, compartir experiencias y estar en contacto con otros voluntarios.

La afición a los fenómenos atmosféricos convierte a este biólogo en un auténtico experto, tanto que tiene otra estación meteorológica en su casa para seguir estudiando el tiempo.