El papa Francisco ha solicitado a todas las diócesis que designen un sacerdote idóneo como exorcista, para combatir la acción de Satanás. Es una decisión que la Santa Sede ha hecho extensiva a todos los obispos del mundo, según publica el Diari de Girona. En respuesta a esta petición, son varios los obispados que han decidido crear este cargo, es el caso de los de Girona y Vic, en Cataluña, que el pasado mes de julio anunciaron el nombramiento de sus respectivos exorcistas.

En Balears sólo la diócesis de Mallorca cuenta con esta figura. Ni en la de Menorca ni en la de Ibiza hay un sacerdote designado para ejercer esta función. Lo confirma el vicario general de la diócesis de Ibiza, Vicente Ribas Prats. «No está previsto, de momento, el nombramiento de un exorcista», asegura. El vicario general añade que, si fuera necesario, «el obispo puede ejercer esa función o delegarla» llegado el caso.

El también párroco de Santa Eulària explica que nunca ha existido un exorcista oficial en Ibiza y Formentera ni se han dado casos de «posesiones demoníacas», que hubieran requerido la intervención de un sacerdote preparado para llevar a cabo este rito.

Según el Código de Derecho Canónico, «en teoría debería haber un cura exorcista en cada diócesis», explican Vicente Ribas y el delegado diocesano de Pastoral de la Salud y párroco de Nuestra Señora de Jesús, Pedro Miguel López Muñoz. Sin embargo, reconocen, no es usual en diócesis pequeñas. De hecho, hasta hace unos años «sólo 18 de las 69 diócesis españolas (el 26 por ciento) tenían un exorcista». Este dato está registrado en el estudio 'Exorcismos. Fuentes y teología del Ritual de 1952', publicado en 2011 por el sacerdote Antonio Doñoro.

Formación específica

Como explica el canónigo archivero y delegado diocesano de Patrimonio, Francesc Xavier Torres Peters, nombrado recientemente párroco de Sant Antoni, es al obispo de cada diócesis a quien le corresponde «nombrar» al sacerdote que ejerza de exorcista.

Para poder practicar el ritual del exorcismo no sólo es necesaria la autorización del obispo, se requiere tener una preparación específica a través de cursos de formación que imparten instituciones de la Santa Sede. «Tiene que ser una persona muy preparada, que tenga incluso conocimientos de psiquiatría, porque antes de declarar que existe una posesión y practicar el exorcismo hay que descartar que se trate, por ejemplo, de enfermedades mentales », detalla Pedro Miguel López Muñoz.

Falsas posesiones

El párroco de Jesús sólo recuerda un episodio en Ibiza en el que se hablara de una posible posesión demoníaca, que finalmente fue descartada como tal.

Ocurrió hace aproximadamente cuarenta años en Santa Eulària. Una familia del municipio, convencida de que su hijo estaba poseído, pidió ayuda al párroco de la localidad de aquella época, Vicente Costa Ribas. No hubo necesidad de recurrir a exorcismos porque el cura, al visitar al niño, comprobó que padecía epilepsia y recomendó a los progenitores que lo llevaran al médico.

Aunque a la diócesis no llegan casos de posesiones, tanto Vicente Ribas como Pedro Miguel López reconocen que han atendido varias peticiones de parroquianos que aseguraban ser víctimas del «mal de ojo» o de algún «hechizo». Lo que sí es más habitual es que se solicite a los sacerdotes que bendigan casas nuevas o heredadas e incluso locales, para que el negocio funcione bien. En alguna ocasión, incluso, feligreses han acudido a pedir ayuda a los sacerdotes porque, como se dice en Ibiza, sus casas « tenien por», es decir, estaban embrujadas. López rememora que hace diez años, cuando era párroco en Sant Jordi, una mujer que vivía cerca del aeropuerto le pidió que le bendijera su casa, en la que la que aseguraba, ocurrían fenómenos paranormales. López fue a la vivienda y llevó a cabo el ritual de bendición, «colocando también un puñadito de sal detrás de la puerta», como se hacía antaño en tiempos de Pascua.

El vicario general de la diócesis de Ibiza recuerda otra tradición, que se practicaba «hace años» en la isla a petición de los parroquianos, y que a él le llegaron a solicitar alguna vez, que consistía en «ir a leer los Evangelios a las casas donde había alguien enfermo».