La última misión del ´Astral´ en la zona de búsqueda y rescate (SAR) entre Libia e Italia fue en el mes de septiembre. Este velero de lujo de 30 metros de eslora, donado por el empresario Livio Lo Monaco, se botó en 1973 en unos astilleros alemanes, diseñado para la navegación de recreo, el objetivo más opuesto al que desempeña en la actualidad. La ONG Proactiva Open Arms cuenta con otro barco operando en la región desde julio del año pasado, llamado, asimismo, ´Open Arms´. Así que era hora de que el ´Astral´ volviera a casa, ya que ·este barco «es complicado en invierno y se pasa demasiado frío», explica el capitán, el italiano Riccardo Gatti.

Pero incluso navegando de crucero de vuelta a casa, la tripulación tuvo que hacer frente al drama que sufre el Mediterráneo central. «Íbamos a recalar en Cerdeña cuando, cerca de Sicilia, encontramos dos barcos llenos de personas en 30 millas», recuerda Gatti. «Venían de Túnez, eran barquitas pequeñas, les pasamos los chalecos salvavidas y les dimos cobertura y apoyo tras llamar a la guardia costera italiana para que los rescatara». Así lo marca el protocolo, pero al cabo de una hora, «uno de los barcos empezó a llenarse de agua y tuvimos que emprender una operación de rescate».

2.200 rescatados en un día

Esa última operación de rescate, ya de vuelta a casa en Badalona, revela cómo es un día rutinario de los miembros de la ONG durante sus labores humanitarias, pero dista mucho de reflejar los sufrimientos de una jornada complicada. Gatti todavía se estremece cuando recuerda cómo se encontraron con un viejo barco de madera con mil personas hacinadas dentro, que a duras penas se mantenía a flote. No era la única embarcación con refugiados a bordo: «Además había ocho gomonas (embarcaciones neumáticas) y otro barco con 60 pasajeros». En total, 2.200 personas a la deriva, a la espera de ser rescatadas, cuando el ´Astral´ puede acoger unas 200.

«¿Cómo se gestiona una situación así, con nueve personas para salvar a 2.200? Pues te cagas del miedo. Este velero tiene una capacidad muy limitada, nosotros los desembarcamos en otros barcos, coordinados por los guardacostas, pero en ese momento no había ninguno», detalla el capitán. El ´Astral´ ya había repartido 450 chalecos salvavidas y, con sus dos barcas de apoyo, trataban de tranquilizar a las personas que esperaban el rescate.

«De repente, el barco de madera grande casi vuelca, porque hubo un conato de incendio dentro y si vuelca, mueren todos, porque son barcos de diferentes cubiertas». «La gente que estaba hacinada en su interior, no hubiera podido salir». No hubo vuelco, pero sí que cayeron 150 personas al mar. «Les tiramos de todo para salvarlos: la balsa salvavidas, una banana hinchable donde se pueden agarrar 100 personas, bidones de gasolina vacíos y hasta intenté arrancar esta mesa [fijada en el suelo] para lanzársela», recuerda Gatti junto al puente de mando del velero.

Al final, los buques de la guardia costera, avisados a las cinco de la madrugada, llegaron a las dos de la tarde. «Durante el rescate, murieron 33 personas, de las que 29 estaban dentro de una zódiac cuando la desembarcamos».

Ayuda psicológica

Ante estas tragedias a las que deben hacer frente durante las tareas humanitarias, la ONG cuenta con un equipo de ayuda psicológica para prevenir y tratar situaciones de estrés postraumático. «Recuerdo un voluntario que se sorprendió al ver a un chico con un teléfono apuntado en el pantalón, pensaba que era para no olvidarse y se derrumbó al saber que era para avisar a su familia si moría en la travesía». «Muchos niños van sólos y con un teléfono apuntado en la ropa o en los brazos», apunta Juan Rodríguez, un patrón y socorrista asturiano enrolado en la ONG.

La tripulación que ha llegado a Ibiza cuenta con otra asturiana, Ani Montes. Ella trabajaba en la empresa de socorrismo Pro-Activa Serveis Aquàtics de Òscar Camps, el activista catalán que en 2015 fundó la ONG, a raíz de la crisis de los refugiados por la Guerra Civil en Siria, y que en julio de 2016 recibía el ´Astral´ para contribuir a su labor.

Ani decidió dar un paso más, hasta el punto que en marzo se embarca en el otro barco de la ONG, el Open Arms, como jefa de misión. «Me alisté como voluntaria para 15 días, que se convirtieron en un mes, luego en seis meses y ya llevo dos años». ´

El griego Savvas Kourepinis es patrón y mecánico y lleva enrolado en el Astral desde su primer día de misión humanitaria. Anteriormente, él ya había trabajado junto a Gatti en el Egeo en operaciones de rescate con una lancha de Médicos Sin Fronteras.

El único tripulante que no forma parte de la plantilla de Open Arms es Javi Fernández, un mallorquín «voluntario de largo recorrido». «Yo vengo de la hostelería, pero siempre he tenido inquietudes y soy solidario, así que después de una charla de Riccardo en Mallorca, decidí sumarme y hace un año que empecé a navegar».

El capitán es originario de Bérgamo, pero vivía en Mallorca, donde trabajó en el ámbito de los servicios sociales y como educador en un centro de menores emigrantes no acompañados. «Después de muchos años, decidí tomarme un descanso y me ofrecieron trabajar en un yate en el Atlántico». Tras esa travesía, siguió como marinero durante tres años en Marina Ibiza y se animó a estudiar hasta convertirse en capitán. «Me tomé el trabajo de marinero como un impasse de los servicios sociales y ahora combino las dos cosas», advierte. Tras bromear con la paradoja de que, tras las gestiones del Govern balear para invitar al ´Astral´ a las islas, el barco fondee en una de las marinas más exclusivas de Europa, Gatti detalla otras situaciones impactantes que obligan a la labor preventiva de los psicólogos con los voluntarios.

«La mayoría de mujeres que llegan a Libia han sido violadas y el nivel de tortura es altísimo». «Cuando los marineros ven por primera vez los barcos donde se embarca la gente para huir, se les pone la pie del gallina, porque no se explican cómo pueden flotar». «Me cuesta llamar guardacostas a lo que hay en Libia, porque la gente que recogemos nos cuenta que son los mismos que trafican con las personas o los venden a los traficantes». «Europa está pagando 280 millones de euros para la lucha contra el tráfico de personas a la misma gente que colabora con los traficantes». «No se ha formado a las milicias libias en operaciones de rescate marítimo, sino en formación militar y están devolviendo en caliente a las personas». «La gente se ha olvidado del drama del Mediterráneo y ya no sale en los medios cuando hay rescates o cuando mueren personas», sentencia el capitán del Astral.