Aquellos maravillosos años, dirán algunos. Para otros -en otro símil fílmico-, aquellos fueron los años que vivimos peligrosamente. La exposición 'La Transición a pie de la calle', que ayer fue inaugurada en Sa Nostra Sala y que permanecerá abierta hasta el 23 de febrero (la fecha ha sido escogida adrede, admite su comisario, Antonio Viñarás), recoge cómo fue, en la isla de Ibiza, aquella etapa de cambios y vértigo casi a diario. Mediante paneles, fotografías y documentos, hace un recorrido didáctico y muy resumido de la agitación que se vivió desde la muerte del dictador Francisco Franco, «caudillo de España por la gracia de Dios», hasta la llegada de los socialistas al poder, en 1982.

Porque incluso la adormilada Ibiza, a veces aparentemente tan ajena a lo que sucede allende estas costas, vivió momentos convulsos. Incluso clandestinos. La Mesa Democrática, por ejemplo, surgió en Ibiza en 1973 y en agosto de ese año volaban por las calles pasquines escritos en catalán con su programa, en el que pedía derechos elementales, amnistía para los presos políticos (cuando sí los había) y elecciones libres. No se cuenta en la exposición, pero uno de los que se la jugaron en aquellos tiempos para traer la vietnamita e imprimir aquellas hojas fue Miquel Ramon, excoordinador de Esquerra Unida.

El cura carlista

Viñarás ha incluido un pequeño recuerdo a Antoni Costa Bonet, el cura de Sant Mateu, que siendo del Partido Carlista cedió la rectoría de su parroquia para muchas de las reuniones de la Junta Democrática (la conversión de la Mesa e impulsada por el PCE en 1974; participaban el PSOE, el PSP, CCOO y los carlistas). Costa fue todo un personaje: tres décadas antes ayudó a muchos judíos germanos a convertirse al catolicismo para eludir su extradición a la Alemania nazi.

Fusionada en marzo de 1976 con la Plataforma de Convergencia Democrática, dio lugar a la Coordinación Democrática, conocida popularmente en Ibiza como Platajunta. De ella se expulsaría por infiltrado a un joven que, con los años, tendría un relevante papel en la política local.

De Meer y 'Secorrat'

Precisamente, en la exposición se rinde merecido homenaje a lo que sucedió a comienzos de aquel año, el 10 de enero de 1976, cuando Joan Tur Ramis y un centenar de personas más subieron hasta el Consistorio de Ibiza para entregar al alcalde, Joan Cardona, 1.200 firmas que apoyaban un manifiesto a favor de la amnistía de los presos políticos. Fue uno de los episodios épicos de la Transición en Ibiza, pues era la primera vez que los demócratas de la isla salían del armario. Ahora parece poca cosa, pero en esa época fue un acto de valentía: podía costar, además de un par de tortas y porrazos, la cárcel e, incluso, el trabajo.

Por entonces, el delegado del Gobierno en las Pitiüses era Antoni Torres Tur, Secorrat, situado políticamente a la derecha de Franco. En la exposición se le recuerda en una foto en la que aparece junto a Carlos de Meer, gobernador de Balears, de infausto recuerdo y políticamente situado a la derecha de Secorrat. Por cierto, en Puig d'en Valls hay aún una calle con el nombre del último delegado del Gobierno de la dictadura.

El primer Consell

En aquella época, en la que tuvo un importante papel la cooperativa Es Nostro Camp, Cosme Vidal sustituiría a Secorrat, si bien sólo admitió ser delegado del Gobierno cuando ya no era preciso jurar los principios fundamentales del Movimiento (por esa misma razón se negó previamente a ser alcalde).

La exposición se centra en los resultados de los primeros comicios, tanto los del proyecto de reforma política (aprobado por el 94% de los ibicencos) como los de las primeras constituyentes, cuando Abel Matutes se convirtió en el primer senador por Sa Unió (aunque presentado por AP), o los que, en 1979, conformaron el primer Consell pitiuso, con Cosme Vidal al frente, que se presentaba por la Agrupación de Electores Independientes con el apoyo de Coalición Democrática. Los consellers de aquel primer Consell tomaron posesión en el antiguo Ayuntamiento de Ibiza, que fue, además, su primera sede antes de su traslado al edificio del número 21 de la avenida Ignasi Wallis, el que estaba flanqueado por dos araucarias (que aún existen).

Entre aquellos primeros pasos que dio la incipiente democracia en Ibiza, aparece destacada en la exposición la primera manifestación multitudinaria, la que el 29 de octubre de 1977 pidió que ses Salines fuera Parque Natural y se evitara que el PGOU permitiera la construcción de 20.000 plazas turísticas en esos terrenos. Un millar de personas salieron a la calle y desfilaron, para rechinar de dientes de las fuerzas carpetovetónicas de la isla, frente a Ebusus.

El comisario también ha considerado importante incluir el encierro de siete trabajadores del hotel Miami (de es Canar) en la iglesia de Santa Cruz para protestar por sus condiciones laborales y el despido de dos compañeros. Duró apenas día y medio, pero fue algo insólito en la isla.

El papel de Uc

La revista Uc tiene un espacio propio en la exposición, que ha sido dividida en tres episodios: 'Españoles, Franco ha muerto' (frase con la que Carlos Arias Navarro anunció el fallecimiento del dictador), 'Puedo prometer y prometo' (latiguillo de Adolfo Suárez durante las primeras elecciones y 'Por consiguiente' (otro latiguillo, este de Felipe González, que lo ha empleado durante toda su vida). A pesar de que Uc sólo se publicó entre el 22 de agosto de 1977 y el 11 de marzo de 1978 (29 números en total), se convirtió en un referente de la prensa local y logró agitar conciencias con sus reportajes y artículos. Entre sus fundadores se encontraba el empresario Alonso Marí Calbet, que en esos años coqueteaba con la izquierda e incluso cedió uno de sus alojamientos en Formentera para la celebración de un congreso del PCE, aún en la clandestinidad.

En Uc escribió Pilar Bonet. En 1997, la periodista de El País, a la que el Consell concedió este año su medalla de Oro, dijo que aquella revista «levantó ampollas, pero de una forma bastante brutal y con métodos de periodismo bastante chirriantes en unos tiempos de cambio». Pero algunos de su artículos, como el de los 'topos' de Ibiza (políticos que se ocultaron en cuevas y casas durante años tras la Guerra Civil), fueron antológicos. Nadie se había atrevido hasta entonces a contar esas historias. Era un reflejo de que la Transición de la dictadura a la democracia ya era inevitable.