­«Me llamo X y soy alcohólico». Eso, reconocer que el alcohol es el auténtico dueño de sus vidas, que es una enfermedad y que necesitan ayuda para superarlo es el paso más difícil que han dado todos los que durante este fin de semana participan en la quinta edición de las jornadas de convivencia de Alcohólicos Anónimos que se celebran en Ibiza. «¿Cómo llegué aquí? Por el sufrimiento», explicó uno de ellos a los asistentes a la presentación, ayer por la mañana. «No había perdido el trabajo ni la familia, pero había perdido los principios que mis padres me habían inculcado. Llegué porque mi alma y mi corazón estaban rotos, no porque nadie me hubiera dado un ultimátum», señaló este afectado, que recuerda perfectamente el día exacto en el que llegó a «la comunidad»: el 7 de mayo de 2001. Ése fue el primer día en que se definió a sí mismo como «alcohólico». Hasta entonces únicamente se había considerado un borracho.

Este hombre explicó sus primeros escarceos con la bebida, de adolescente. Y cómo fue aumentando la dosis a partir de los 18 años, cuando comenzó a trabajar en el mundo de la hostelería. Y cómo al llegar al servicio militar, la «rebeldía» de estar allí obligado le empujó aún más a la bebida «que acompañaba de otras cosas, como hachís y marihuana». A los 30 años ya se daba cuenta de que cuando tomaba una copa nunca era una y, además, su cuerpo se disparaba y a los 35 se dio cuenta de que quería dejarlo y no podía.

Esto mismo le ocurrió a otro de los asistentes, que explicó que la lucha contra el alcohol es una lucha de cada día, de 24 horas. De no pensar en el tiempo que alguien permanecerá sin beber. «Llevo ya muchas 24 horas», responde cuando se le pregunta cuánto tiempo lleva sin beber, pregunta casi prohibida en Alcohólicos Anónimos. «Bebemos para celebrar algo y bebemos porque estamos mal. Siempre hay una excusa», añadió.

«Algunos preguntan cuándo podrán volver a tomarse una copa, pero eso no es posible. Ésta es una enfermedad crónica y progresiva», explica antes de que comience el encuentro, en el que el conseller insular de Economía, Álex Minchiotti, alaba el esfuerzo diario de todos los que luchan contra su adicción al alcohol. «Os admiro. ¡Chapeau!», comentó durante su discurso, que escucharon las varias decenas de personas, entre afectados y familiares, que asistieron a la primera de las charlas, algunas de ellas en castellano y otras en inglés.

Autoengaño

En esa primera mesa redonda, la única abierta al público de todo el fin de semana, también contó su experiencia otra de las afectadas. «Yo había bebido siempre, desde jovencita, lo normal, en los bares y las fiestas familiares», señaló antes de explicar que fue una situación anímica «complicada» la que marcó el inicio del camino hacia el alcoholismo. De hecho, recordó que fue cuando ya se encontraba mejor de aquella depresión para la que solicitó ayuda médica cuando cayó en la «costumbre» de beber, aunque para ella era algo normal. «Te autoengañas, piensas ´yo controlo´, pero ya no controlas absolutamente nada», indicó esta afectada, que definió como «tremendamente doloroso» ese momento.

«Los primeros tres años no era consciente de que necesitaba ayuda. Usaba el alcohol para todo. Si había que celebrar, si estaba contenta, si estaba mosqueada, si tenía un problema... Te refugias en el alcohol para todo», añadió esta mujer, que destacó que la primera vez que asistió a una de las reuniones de Alcohólicos Anónimos para intentar superar el problema sintió que las personas que estaban allí entendían lo que le ocurría. «No hay reproches ni te sientes juzgada», apuntó mientras muchos de los asistentes asentían con la cabeza.