Un escultórico conjunto de excrementos ante la puerta de entrada da la bienvenida al centro polivalente de sa Pedrera; todos los cristales de los ventanucos que se alinean en el acceso a este espacio están quebrados y de uno de ellos cuelga un preservativo. De un hueco existente entre sus muros brotan desbordantes toneladas de escombros: nadie sabe de dónde han salido, pero muchos intuyen que son el resultado de las obras de reforma y ampliación que, generalmente sin licencia alguna, se acometen en las viviendas de las calles próximas, las de la famosa UA27 y colindantes.

Frente al centro vacío, incrustada en el tramo de muralla situado bajo el baluarte de Santa Llúcia, hay una cristalera que protege el hueco de acceso a una cisterna púnica. Hace días que está rota y no hay que indagar mucho para descubrir al causante de los destrozos ya que vecinos de la zona fotografiaron a uno de los chicos que residen en el barrio mientras la emprendía a pedradas contra el vidrio de seguridad.

Sobre el centro polivalente, proyectado en 2009 para «dotar de espacios de reunión y actividades diversas a grupos sociales y culturales», según aseguraba la entonces alcaldesa Lurdes Costa, se ubica una plaza pública. Todos los focos que deberían iluminarla al anochecer han desaparecido. De las hendiduras circulares cuelgan los cables eléctricos. La responsable de Patrimonio y segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Ibiza, Lina Sansano, explica que, por el momento, han optado por no reponer las luminarias hartos de renovarlas una y otra vez para que al día siguiente hubieran vuelto a desaparecer. «Hay cosas que es mejor esperar y hacerlas de una vez, cuando todo esté arreglado», señala.

´Arte urbano´

La plataforma de hormigón que conforma la plaza aparece adornada con numerosas pintadas. Todavía escuece en la retina aquel «Piensa en berde» estampado hace año y medio, sustituido ahora por los trabajos de un grupo de precoces grafiteros que se empeñan en estampar sus firmas por doquier. Ese anonimato, que no tienen ningún interés en mantener, hubiera sido fulminado de haber existido por las instantáneas tomadas por otros residentes, que la semana pasada retrataron una tarde de juegos de los chavales del barrio. En las fotos aparecen en plena acción niños y niñas de diferentes edades con sus bicicletas, sus balones de fútbol y sus aerosoles. Mientras unos pintan otros conversan y un pequeño, sin prenda alguna que cubra su cuerpo, toma el fresco tumbado sobre un saliente de hormigón en el que, en teoría, debería estar instalado un foco.

En el interior del centro, construido bajo esta plaza, hay ladrillos, papeles, plásticos, heces, algunas sillas e incluso una bicicleta que no se sabe si está abandonada o estacionada de mala manera por su propietario.

Las imágenes que muestran los desperdicios y a un gallo campando a sus anchas dentro de la infraestructura cultural se suman a las proporcionadas el pasado mes de enero por PSOE-Pacte. En aquellas se veía incluso un colchón y los socialistas denunciaban que el lugar, en el que se invirtió «un millón de euros» en la anterior legislatura, se había convertido en «un nido de okupas y toxicómanos».

Lo que nadie puede poner en duda es la polivalencia del centro: lo mismo sirve como basurero que como garaje, tan pronto acoge una exposición de arte urbano al aire libre como se convierte en refugio improvisado para amantes furtivos.

Inicialmente iba a ser un centro artesanal, pero los artesanos no tenían ningún interés en trasladarse a semejante ubicación. Se resolvió entonces, con Marienna Sánchez-Jaúregui ya al frente del gobierno, que podría instalarse allí el Dj Museum o el Ibiza Music Factory, proyectos que nunca llegaron a materializarse ni allí ni en ningún otro lugar. El equipo de gobierno del PP recuperó luego una idea que ya se había barajado con anterioridad, que este espacio se convirtiera en locales de ensayo para grupos musicales o agrupaciones teatrales.

Gestión privada

Pero más de tres años después de que concluyera su construcción el centro de sa Pedrera sigue cerrado y ni siquiera están claros sus futuros usos. Cuando la comisión del Pepri recibió la propuesta plenaria para transformar este espacio en un local de ensayos consideró que no se había justificado suficientemente el cambio de usos, por lo que todo el proyecto está ahora pendiente de que se redacte un informe más exhaustivo. Este documento que debe elaborar el equipo de gobierno abordará también la posibilidad de que el centro sea gestionado de forma privada. «Nos estamos empeñando en que sea una gestión pública y a lo mejor conviene más una privada. Todo esto se tiene que plasmar en una memoria que deberá pasar de nuevo por la comisión del Pepri», informó Sansano.

El malogrado centro se levantó gracias a la Unión Europea que, a través de los fondos Feder, financió el 50 por ciento del proyecto. En abril de 2010 el relator de la CE Pierre Emmanuel Leclerc visitó las obras que se desarrollaban en sa Pedrera para certificar que «los fondos están bien empleados» y demostrar que «la Comisión Europea está sobre el terreno». Habrá que cruzar los dedos para que ningún emisario se acerque a comprobar cómo acabó aquella inversión, porque el resultado de lo ideado en Ibiza para «recuperar barrios antiguos» como poco le sorprendería.

La teniente de alcalde de Vila insiste en que, en sa Penya, «se están haciendo cosas, pero es difícil actuar más deprisa que los destrozos que causa el incivismo». Recuerda que «aunque parezca que no se hace nada, quincenalmente representantes de las concejalías de Patrimonio, Medio Ambiente y Obras se reúnen con vecinos, policía de barrio, Cespa, Citellum y Aqualia» para hablar de sa Penya y repasar «las pequeñas cosas que hay que ir solucionando, porque las grandes las tenemos muy presentes». Las pequeñas, «jardineras, farolas, llaves de paso?», asegura que se arreglan de forma inmediata.

Una valla más alta

En el Consistorio son conscientes de lo ocurrido con la mampara que protegía la cisterna y se han solicitado ya presupuestos para reponerla, como también se han pedido para instalar una nueva valla que dificulte el acceso al acantilado de Baix sa Penya e impida arrojar desperdicios, una práctica habitual que la edil califica de «lamentable». «Cada vez que se tiene que limpiar esto cuesta más de 3.000 euros y se estaba haciendo con una periodicidad de entre tres y cuatro semanas, pero es que al día siguiente vuelve a estar igual o peor», afirma. Añade que no solo se pretende colocar una valla de mayor altura, como la que protegía el mirador años atrás, sino que también se añadirán protecciones en perpendicular para que lanzar objetos pesados se convierta en «dificilísimo». El equipo de gobierno confía en que la situación de esta parte del casco histórico mejore con el desalojo de la UA27, pendiente todavía de resolución judicial.