«Ni tenemos ordenadores ni wifi», afirma el jefe de estudios del colegio Sa Bodega, Xabier Palau. «Sí, sí. Acaban de llegar los de Telefónica», rectifica la directora, Margarita Guasch. Así arrancaba la primera jornada de traslado de los docentes y el equipo directivo en el nuevo edificio del centro. Agobiados, pero con mucha ilusión y trabajo por delante. Los pasillos están vacíos y las aulas llenas de cajas. Los indicadores de las puertas están escritos a mano, sobre post-it. Aunque todos están contentos, con una sonrisa en la cara, a pesar de todos los materiales que les quedan por desempaquetar. Maestros, directora, jefe de estudios, secretaria y bedel trabajan a contrarreloj para conseguir que el día 12 el curso pueda iniciarse con normalidad.

«El traslado va un poco lento, nos queda mucho por hacer antes de que den comienzo las clases, pero estamos entusiasmados», declara la directora del centro. La secretaria de Sa Bodega, Margarita Ribas, no para ni un segundo ya que disponen de poco más de una semana para poner todo en orden: «Todo lo que tenía que trasladar el Ayuntamiento ya ha llegado, falta lo de la conselleria, que se espera para mañana. A pesar de los retrasos, un colegio nuevo siempre es una alegría», manifiesta.

Yacimientos sin adecentar

La obra está terminada. No obstante, los yacimientos arqueológicos sobre los que se ubica el centro escolar aún están pendientes de adecentar. Una cristalera permite ver una parte de los hallazgos, pero su aspecto no invita a su visita. Quedan plásticos de la obra y crece hierba sobre el terreno. «Lo han dejado a medias y se tiene que limpiar. Pero no es competencia de Educación», asegura Palau. Aunque este yacimiento da prestigio al nuevo colegio, según Montse Tur, maestra de educación Infantil.

«Las aulas son un poco más pequeñas, pero tenemos el baño dentro, material nuevo y mucha ilusión», explica esta docente. Sin embargo, Tur pone en duda la necesidad de haber cambiado de espacio: «Quizá con una reforma en el antiguo centro habría bastado porque las clases eran muy grandes y al fin y al cabo, Sa Bodega forma parte de la isla».

El bedel del colegio, Pedro Sansano, no termina de aclararse con la gran cantidad de llaves del nuevo edificio. «Para el día 12 montaremos lo necesario para empezar, el resto lo iremos haciendo durante el curso. Ha habido muchos retrasos pero ya estamos aquí, aunque un poco agobiados», confiesa Sansano. «Solo con ver el patio es un gusto -añade-. En el viejo edificio, los alumnos de quinto y sexto salían al recreo fuera del colegio».

La incorporación al trabajo para los docentes de Sa Bodega ha sido muy distinta a los cursos anteriores. Para el primer claustro improvisaron una sala de reuniones en la futura aula de plástica. «Hemos aterrizado. Y ahora tenemos los paquetes en las aulas, hay que empezar a organizar todo lo que guardamos a final de curso. Pero estamos muy contentos con el cambio», comenta Janet Guasch, maestra de Primaria del centro desde hace diez años.

Sa Bodega aumentará el número de alumnos este curso porque van a acoger dos grupos de Infantil de tres años. Así, se incorporará un grupo nuevo cada curso con el objetivo de llegar a tener dos líneas de cada nivel. También está previsto que en los próximos años se ponga en marcha el comedor escolar, según la secretaria Ribas.