La realización de prospecciones petrolíferas para la búsqueda de posibles yacimientos provocará graves daños en la fauna y la flora marinas, además de generar residuos altamente tóxicos para el ser humano y que se incorporarían a la cadena alimentaria. Así lo asegura un informe de 60 páginas elaborado por la entidad Ecologistas en Acción en 2005 con motivo de la campaña de prospecciones petrolíferas impulsada por el Gobierno español en varios puntos de la costa nacional, entre ellos el Mediterráneo, y de la que forman parte las previstas entre Valencia e Ibiza.

Las propias prospecciones, sin llegar aún a la eventual extracción de petróleo, causarían un grave impacto sobre delfines, cachalotes y marsopas, entre otros cetáceos, debido a que «los pulsos de gran presión acústica generados por las prospecciones sísmicas pueden producir daños físicos en órganos auditivos o en otros tejidos, desembocando incluso en la muerte de los animales». Los cetáceos se comunican entre ellos mediante sonidos y ultrasonidos, un factor fundamental para su supervivencia.

Los científicos, según recoge el informe de Ecologistas en Acción, han establecido en 180 decibelios el nivel máximo de intensidad sonora tolerado por los cetáceos sin que sufran daños fisiológicos irreversibles, pero «el valor de la intensidad sonora en las campañas de prospección sísmica puede llegar a los 250 decibelios».

En cuanto a las tortugas marinas, se ven afectadas de forma parecida a causa de la intensidad sonora que provocan las prospecciones sísmicas -basadas en el envío desde la superficie al fondo de ondas sonoras para conocer la estructura del lecho marino- y, también, del «barro oleoso» que generarán luego las perforaciones, que «sepultarán» las praderas de posidonia, hábitat de esta especie.

«Barro oleoso»

El mismo informe se refiere luego a los tóxicos que contienen los residuos provocados en la fase de perforación, «tanto en la etapa de exploración como en la de producción». En ese momento se forma «un barro oleoso que es mortífero para la fauna del fondo», especialmente en el área más inmediata. Lo más peligroso es que «cuando los compuestos procedentes de las actividades de extracción llegan a la cadena trófica, el ser humano, mediante el consumo de recursos vivos marinos, puede verse afectado con problemas de salud», señala el citado estudio.

Entre esos residuos figuran metales pesados como el mercurio, el arsénico, el plomo o el cadmio, así como hidrocarburos como el benceno, el tolueno y el xileno.

Por ejemplo, en el caso del mercurio, «su principal problema es que se acumula en el sedimento y una vez allí se transforma en metilmercurio, que es la forma más tóxica. Después es asimilado por los peces, y al ser ingeridos éstos, entra en el hombre, produciéndose la intoxicación, ya que el metilmercurio entra en el cerebro e interactúa con las neuronas», según detalla el estudio de Ecologistas en Acción.

La empresa Medoil, filial de Cairn Energy, obtuvo autorización del Gobierno central a finales del año pasado para la realización de estas prospecciones, a pesar de las protestas del Gobierno valenciano y de los empresarios de dicha comunidad autónoma.